Opinión

La ciudad de Vigo fabricó mundos. A comienzos del siglo XX, eran prestigiosas las manufacturas de ‘Artículos para Viaje’ de Manuel Gómez Valdés, en Rogelio Abalde, o las de Tomás Carnero, en Urzaiz. Sus catálogos, reflejo de una era en ebullición, incluían cajas para camarote, maletas de forma cubana, americana o vienesa, y hasta sombrereras y cajas para automóvil. Un baúl armario de madera podía alcanzar las 170 pesetas, mientras una maleta pequeña de cartón apenas suponía un desembolso de 2,50. La modernidad, en 1908, se llamaba fibra vulcanizada, y la ciudad olívica vibraba en vanguardia, en sintonía con la demanda de un mercado ligado a las estaciones marítima y de ferrocarril.

El “País de la Senda Interrumpida” no nos muestra puertos estimables, pues Caldera, frente a Copiapó, es la inexcusable salida de la región minera: una señera fundición de cobre y un ferrocarril que la enlaza con esa ciudad. Ante nosotros, Coquimbo, frente a La Serena, exhibe otro puerto de más entidad. Además, Carrizal Bajo, Huasco, Los Vilas, Papudo y Zapallar, que no son sino meras caletas de emergencia. “Al norte de Coquimbo, la costa se accidenta en forma de islas, cabos y bahías. Es una zona atormentada, donde las Islas de Pájaros, junto con la de Choros y Chañaral, simulan un diminuto Mar Caribe con fuerte oleaje y blancos rompientes cubiertos de espuma”, escribe el gran geógrafo e historiador chileno Benjamín Subercaseaux en su insoslayable obra Chile o una loca geografía, Editorial Universitaria, Santiago de Chile, abril de 1988, décimonovena edición de la obra.

En el preludio de un otoño que aún promete ser cálido, la calle Velázquez, en el corazón del distrito de Salamanca, se presenta como un lienzo donde la luz de Madrid se posa con una elegancia serena. Al llegar a la altura del número 24, en su casi intersección con Goya, se siente el latido de un lujo sigiloso, una quietud que solo la historia de una ciudad puede otorgar. Aquí, las aceras se convierten en un paseo por la alta costura de la arquitectura, donde las fachadas clásicas de los edificios se adornan con balcones de hierro forjado que parecen susurrar historias de otros tiempos. El aire, aún tibio, acaricia los toldos de las boutiques y las terrazas de los cafés que comienzan a llenarse de tertulias vespertinas. Cerca de ese emblemático número 24, la presencia del Hotel Wellington, un faro de tradición y exclusividad, marca el compás de la zona. Es un rincón donde la sofisticación no es estridente, sino un halo que envuelve cada rincón, desde los escaparates hasta el murmullo de las fuentes.

Si seguimos la tradición jacobea, tras la muerte del Apóstol Santiago el Mayor en la ciudad de Jerusalén, sus discípulos recogieron su cuerpo y zarparon en una “barca de piedra” hacia un destino apropiado, a fin de concederle sepultura. Dentro de esta “mágica embarcación” que no precisaba guía, atravesaron el mar Mediterráneo hasta atracar en un puerto situado en los confines de la tierra. ¿Y cuál era este territorio? Aquel que se hallaba dominado por una “reina pagana”, la reina “Lupa”, a quien los discípulos solicitaron ayuda para transportar el “cuerpo santo” del Apóstol, el cual fue conducido en un “carro” tirado por bueyes hasta el exacto lugar donde hoy está enterrado. Su cuerpo, empero, estuvo olvidado durante siglos, hasta que un eremita vecino descubrió el punto exacto, tan sólo guiado por el inmenso resplandor de las estrellas. De modo que este misterioso hallazgo sería el germen de una de las más florecientes ciudades de la Europa del Medievo. Esto es, una nueva “Ciudad Santa”, así como una hermosa Catedral que llegaría a atraer a fieles cristianos de todo el mundo.

El obrero de la mina chilena vive en el “Pueblo Hundido”. Hay nombres ya engastados en el coruscante metal que brota de la montaña. “Catemu”, junto al Aconcagua, próspera fuente de cobre, al igual que antaño lo fue “Tamaya”. El negro y pesado fierro en “Algarrobo” y “El Tofo”. Y la plata…, una arcaica memoria de antiguas fortunas que se denominaron “Agua Amarga”, “Arqueros”, “Chañarcillo” y “Tres Puntas”. “Antes de que el salitre fuera chileno, ya lo explotaban ellos. Y no contentos con esto, penetraron en el corazón metálico del Altiplano y lo sacaron a relucir en ‘Llallagua’, ‘Caracoles’ y ‘Huanchaca’, tres nombres que son una gloria para el esfuerzo nacional y, a la vez, tres vergüenzas que despertaron el vicio de la especulación en nuestra Bolsa de Comercio”, puntualiza el geógrafo e historiador chileno Benjamín Subercaseaux en su documentada obra Chile o una loca geografía, Editorial Universitaria, calle San Francisco, número 454, Santiago de Chile, abril de 1988.

Hay geografías que son el eco de una idea. A Toxa, esa isla-jardín en la ría de Arousa, es una de ellas. Con el ocaso del verano y la llegada de octubre, el lugar se transforma en un punto de encuentro para el pensamiento, dejando a un lado su papel de balneario. Nos preparamos para el Foro La Toja-Vínculo Atlántico, que tendrá lugar del 2 al 4 de octubre de 2025.

En el ‘Rover’ sigue firme la barra de amigos Carboneros-Frenteamplistas que todos los viernes, al caer la noche, se reúnen desde hace más de 40 años para compartir las alegrías y las penas de la vida diaria. Esta esquina les recuerda cuando agarraban el ‘155’ que bajaba por San Martín y los llevaba al centro para encontrarse en ‘18’ con alguna chiquilina que les estaba moviendo el piso.

En un preludio de otoño hermoso, lleno de los oros que se sobreponen al verde en la paleta del Paseo del Pintor Rosales madrileño, la palabra se impuso en la inauguración del nuevo curso. El Club Diplomático nos convocó para escuchar el manantial de reflexiones, pensamientos y cicutas cultas de Luis García Montero (Granada, 1958), poeta, crítico, ensayista, catedrático de literatura española y director del Instituto Cervantes. La vida se detuvo en un remanso de paz que invitó al paseo por la sabiduría del maestro, del poeta, para el que “Quizá el amor, al fin, no era la prisa,/ la flor abierta y la palabra exacta,/la vida prometida sin engaño,/sino un instante en el dolor del mundo”.

Continuando con el pensamiento y la composición del ‘Coro Pétreo’ de la Catedral de Santiago de Compostela, en su fachada –según San Pablo en su “epístola a los Efesios”– el “rey de Reyes” se manifiesta a las naciones en los brazos de María, la Virgen-Madre. Henos ante el “Trono de Dios-Hombre en la tierra”, adorado por los Magos, exaltando la Epifanía. Nos hallamos en un lugar de resonancias de representaciones litúrgicas –los antecedentes del teatro de la Edad Media–, así como del “canto antifonal” con la evocación de la primeriza “polifonía europea”, recogida en el Liber Sancti Iacobi.

El “País de la Senda Interrumpida” permitió a los mineros el convertirse en agricultores. El trabajo se hizo mixto y la vida también. Comprobamos así que nacen ciertos perfiles de independencia característicos del “montañés” y del “minero”, tales como sus trajes regionales, los indios que...
El arte, como agente de la paz, se erige en un alegato enmarcado en una intención profunda y en un relato poderoso: “Volver a ser humanos”. Esta reflexión es más que una simple consigna para una Bienal que ha arribado a Pontevedra tras quince años de travesía, o, mejor dicho, de silencio. La...

Merced a la reconstrucción del ‘Coro Pétreo’ del Maestro Mateo de la Catedral de Santiago de Compostela, la Fundación ‘Pedro Barrié de la Maza’ llevó a cabo una empresa de sobresaliente calado artístico e histórico. Necesario es recordar que el ‘Coro’ fue construido alrededor del año 1.200 y demolido en 1603. Una gran parte de sus piezas sirvieron para diversas obras de la misma Catedral. Fuera de ella, algunas como simple material de construcción; otras, con carácter ornamental, entre las que descuellan las figuras que decoran la fachada de la ‘Puerta Santa’ o bien las que albergan el Museo Catedralicio y el Museo Arqueológico Nacional. Empero, muchas esculturas y fragmentos escultóricos que formaron parte del ‘Coro’ se han ido rehabilitando paulatinamente. Sus sucesivos hallazgos, además, impulsaron el anhelo –ya expresado por señeros investigadores y académicos– de reconstruir, en la medida de lo posible, el ‘Coro’, a fin de impedir la definitiva pérdida de una obra de singular trascendencia para el Patrimonio artístico internacional.

El tranvía amarillo de Lisboa se detuvo, y con él, el pulso de la ciudad. El eco del accidente es una herida abierta en el corazón de un pueblo que he aprendido a amar. Mi vínculo con Lisboa no es turístico, sino una conexión que se ha forjado en la “dulzura portuguesa del vivir amorriñado”, como escribí en mi poema ‘Credo de Portugal’. Es la serenidad del fatalismo que compartimos los gallegos, una fe inquebrantable en la capacidad de sobreponernos, sin dramatismo, con la confianza de quienes saben que la vida continúa su trayecto.

La alta planicie del Norte de Chile acrecienta su altura a medida que se expande hacia el Sur. La cordillera de la costa por una parte se nos presenta por el Oeste, mientras que por otra la cordillera andina ofrece ‘cordones’ paralelos a su masa. Elevación e interrupción que paulatinamente se vuelven oblicuos, y después perpendiculares a la costa. Entonces, la llanura se detiene y empiezan a propagarse los cerros al modo de ilimitados brazos que engarzan la cordillera con el mar.

O paso do tempo vai esquecendo o labor de moitas asociacións de emigrantes pois levamos no lombo máis dun século mantendo a identidade propia na beira riopratense da República Oriental do Uruguai. Alí, na capital da patria do moi nobre Xosé Artigas temos dous exemplos de herdeiros que non perderon as súas raíces, o Centro Galego (fundado en 1879) e o programa radial ‘Sempre en Galicia’ que naceu en 1950.


 

“Llevo conspirando por la paz en Colombia casi desde que nací”. (Gabriel García Márquez, 1927-2014)

Hay países que se sienten en la piel antes de pisarlos, y Colombia, como casi toda Iberoamérica, es uno de ellos.

Nos saluda el ‘Pazo de Muíños de Antero’. Construido entre las postrimerías del siglo XVIII y comienzos del XIX, desde entonces siempre perduró en manos de la misma familia. ¿Su fundador? Manuel Antero Yánez Rivadeneira, quien provenía de uno de los linajes más sobresalientes de Monforte de Lemos. Luego, nos trasladamos al ‘Pazo de Tor’, que es una de las mejores residencias señoriales del sur de la provincia de Lugo. Situado en un reducido alto desde donde se divisa casi todo el ‘Val de Lemos’, su origen data del siglo XIV; no obstante, la edificación que hasta nuestros días ha llegado, procede en su mayor parte del siglo XVIII.

Galicia, con su aparente aislamiento geográfico, es en realidad un microcosmos de los problemas globales. La dicotomía entre la imagen bucólica de sus paisajes y la brutalidad de las llamas atenaza corazones, encoge el alma, alerta inteligencias y nos obliga a prevenir desastres.

Y tras aquellos milenarios nombres, adscritos al Norte de Chile, nos saludan las bellas palabras consumidas por el polvo inmisericorde. Bendita magia de estas tierras. “Un ferrocarril parece ser el mecanismo menos práctico para una región accidentada e inhospitalaria como es el Norte”, matiza el reconocido geógrafo e historiador chileno Benjamín Subercaseaux en su obra ‘Chile o una loca geografía’, Editorial Sudamericana, Santiago de Chile, abril de 1988. Recordemos que la zona salitrera exhibe más ferrocarriles que todo el resto del país. He ahí… 4.000 quilómetros de vías férreas. De ellas, dos líneas internacionales: Arica hasta La Paz y Antofagasta a La Paz. Asimismo, una línea central: el Longitudinal, que casi llega hasta Pisagua. Larguísimo trazado que finaliza en Calera, donde enlaza la red Norte con las líneas del Valle Central hasta Puerto Montt.

Uno tiene morriña, esa saudade gallega que ansía recuperar lo que fuimos para ser mejores en un presente en el que las culturas particulares se diluyen en lo global despersonalizado. Sin instrumentalizaciones ideológicas o localistas, tan limitadas e hirientes cuando no gozan de generosidad y comprensión, hay que agradecer el esfuerzo de intelectuales esforzados, solidarios, serios, estudiosos como Martín Fernández Vizoso. Nos ofrece el combustible con el transitar por la memoria colectiva de un pueblo de diáspora, de enrumbar hacia la identidad verdadera, tras hacernos recalar en las historias que componen un puzle, un tesoro, en cada una de sus piezas, tras disipar la niebla del olvido.