Opinión

Un decálogo inteligente y oportuno sobre la IA de los editores de Europa e Iberoamérica

El avance vertiginoso de la Inteligencia Artificial provoca una mezcla de asombro y de cierta inquietud, de posibilidades y riesgos. Uno, que ha vivido el periodismo en su transformación, desde el tintero hasta el píxel, no puede dejar de preguntarse qué será de esta noble profesión en este complejo ahora, más hay que reconocer las oportunidades. Y es ahí donde el ‘Decálogo de la IA y la Comunicación’ que EDITORED -Asociación de Editores de Europa e Iberoamérica-, ha propuesto con oportunidad.

Un decálogo inteligente y oportuno sobre la IA de los editores de Europa e Iberoamérica

Estamos ante un documento que pretende ser la hoja de ruta, una manifestación de sentido común y de compromiso. Jesús González Mateos, presidente de EDITORED, lo definió en esta frase: “Es nuestra promesa a los ciudadanos y, por qué no decirlo, un compromiso con nosotros mismos, los comunicadores y con la viabilidad de nuestras empresas”.

Lo esencial en el documento es el énfasis innegociable con la deontología profesional y la transparencia. Decir que la IA estará siempre supeditada a la “más estricta ética periodística” no es un eslogan, es un mandamiento. Porque la confianza es la moneda más valiosa que poseemos los periodistas. Y sin ella, nuestro edificio se desmoronaría.

Pero donde el decálogo acierta de pleno es en el imperativo humano y profesional. La IA es una herramienta. Y yo añado: una herramienta poderosa, sí, cuyas posibilidades han de acotarse a un uso racional, a ese al que nunca, por definición, llegarán las máquinas. El criterio, la contextualización, la sensibilidad, esa chispa que nos hace humanos y que permite comprender los matices de una historia, seguirá siendo prerrogativa del informador, del escritor, del opinador, del ser humano.

El periodismo debe ser un baluarte contra la desinformación, contra las verdades construidas, a ello hemos dedicado los principales esfuerzos cuantos participamos de EDITORED. En los Congresos internacionales, cinco de los cuales he tenido la honra de dirigir, en las reuniones telemáticas y en nuestros medios, trasladamos nuestras inquietudes al respeto al criterio de los más de 450 millones de lectores, oyentes o televidentes que conforman la audiencia en decenas de medios líderes en países europeos e iberoamericanos. Confiamos en que si la IA se convierte en un “aliado formidable contra las fake news y los deepfakes”, bendita sea. El punto 3 del Decálogo ahora propuesto de forma abierta, que habla de la verificación activa, me parece vital. Utilizar la tecnología para blindar la fiabilidad de lo que publicamos, para asegurar que cada dato, cada imagen, sea veraz, eso es avance, progreso, lo que los receptores deben esperar de los periodistas.

Y hablando de audiencias, la personalización responsable (punto 4) es otro flanco a cubrir. La IA puede ayudarnos a entender mejor a nuestras audiencias, a ofrecer contenido relevante, sí. Pero siempre, y esto es crucial, evitando esas “cámaras de eco” -reiteración por distintos medios de falsedades- que tanto daño han hecho a la pluralidad y al debate. La diversidad de pensamiento, incluso en la discrepancia, es el oxígeno de una sociedad sana.

No puedo dejar de mencionar el punto que se refiere a la eficiencia operativa y la liberación del talento periodístico. Si la IA nos permite automatizar tareas rutinarias, si nos libera de lo mecánico para dedicarnos a la investigación profunda, al análisis crítico, a la creación de contenido de alto valor añadido, entonces, y solo entonces, estaremos aprovechando su verdadero potencial.

La formación continua, punto 7 del Decálogo de EDITORED, resulta el pilar fundamental para que todo esto no quede en papel mojado. Si nuestros periodistas no dominan estas herramientas, si no comprenden sus limitaciones y su potencial, estaremos errando. Y qué decir del periodismo de investigación (punto 8), que siempre ha sido esencial en la labora a desempeñar por los informadores. Si la IA puede facilitar el análisis de ingentes volúmenes de datos para desvelar la verdad, entonces su incorporación no es ya una opción, sino una necesidad.

Finalmente, el decálogo culmina con la sostenibilidad económica y, quizás lo más poético, la colaboración y coexistencia. Un futuro donde la sinergia entre la inteligencia humana y la artificial potencie la calidad, el alcance y la relevancia de nuestra misión. La IA no es una amenaza que venga a sustituirnos, sino un reflejo de nuestras posibilidades, que nos invita a ser más precisos, más eficaces y, en última instancia, más humanos en nuestra incansable búsqueda de la verdad.

Porque, al final, la historia que contamos, la que yo he intentado contarles hoy aquí, es la misma que siempre hemos contado: la de la pervivencia del periodismo, adaptándose, evolucionando, pero manteniendo su esencia inquebrantable de servicio público, plural, respetuoso. Esa será siempre la mejor de las noticias, el principio de todos los principios.

Alberto Barciela

Periodista