Opinión

Ultreia, una fundación educativa al servicio de la misión y del bien común

La firma del Decreto de Erección –el acto formal por el que la autoridad eclesiástica establece canónicamente y dota de personalidad jurídica a una nueva entidad dentro de la Iglesia Católica– y los Estatutos de la Fundación Educativa Ultreia por monseñor Francisco José Prieto Fernández, arzobispo compostelano, ha sido una toma de posición intelectual y espiritual de primer orden. Al denominarla con ese vigoroso grito jacobeo, ‘Ultreia’, el prelado nos ofrece una brújula en medio de un laberinto digital y una sociedad asediada por la polarización, buscando orientar y responder a los desafíos de presente y futuro de los colegios vinculados a la diócesis.

Ultreia, una fundación educativa al servicio de la misión y del bien común

Se trata de propiciar un proyecto educativo común, de consolidar una identidad compartida, inspirada en los valores cristianos, con una propuesta educativa coherente en todos los centros educativos. Así se procura un trabajo en red que favorece la cooperación, el intercambio de buenas prácticas y la organización conjunta de actividades pastorales, formativas y académicas.

La clave de este movimiento, que me permito calificar de estratégico y profundamente actual, reside en la Carta Pastoral que lo acompaña. Monseñor Prieto Fernández ha comprendido el kairós, el momento preciso en la historia, en el que la Iglesia debe reafirmar su misión formativa e inspiradora. El texto no es una disquisición interna, sino un vibrante diálogo con el mundo en tiempo real.

La brillantez del documento radica en su pluralidad de voces. El prelado no rehúye la conversación con la modernidad; la convoca. Incluir en sus páginas a figuras tan diversas como los Papas Francisco y León XIV, la Princesa de Asturias y el filósofo Byung-Chul Han es un ejercicio de erudición. Es la demostración práctica de que la cultura del encuentro es la única senda viable. Al citar a Han, el arzobispo demuestra estar al tanto del pulso de una sociedad marcada por el cansancio y la inteligencia artificial desbocada, y ofrece una respuesta que apela a la integridad. Monseñor Prieto Fernández se reafirmó en su convicción de la “necesidad y la obligación de educar mentes abiertas, críticas y reflexivas, que busquen la verdad en todas sus dimensiones, con una visión sapiencial de la vida humana y con un fuerte compromiso de trabajar al servicio del bien común”. Esto es esencial para una formación integral que aúne fe, cultura y vida.

Como se apuntó, el nombre Ultreia es una declaración de principios que trasciende lo geográfico. Es la esperanza hecha palabra. En un contexto necesitado de referencias de valor, la apuesta de la Archidiócesis es por el compromiso y la visión de futuro. José Ramón Amor Pan, experto en gestión y educación social, encargado de poner en marcha este ambicioso proyecto, lo subraya: no se trata de una mera gestión, sino de una coordinación y supervisión para “mejor servir”.

La Fundación se alza sobre una valiosa historia de servicio a las familias trabajadoras, una realidad que “toca potenciar en el nuevo contexto social y económico”. Esta es la honestidad brutal y necesaria que aprecio en la propuesta. No se vive de glorias pasadas, sino que se transforma la herencia para responder al presente. Monseñor Prieto Fernández, con su visión, no solo ha erigido un nuevo organismo, sino que ha ofrecido un marco ético para la convivencia y la formación en nuestra sociedad. Es un paso adelante, un grito de “¡Más adelante!”, o “¡Más allá!”, que merece toda nuestra atención y respeto.