“Tenemos un ambiente suave, tranquilo, muy sosegado, sin la aspereza grandiosa de la Sierra, sin la fecundidad de la Selva o Montaña –me revela don Florentino, mientras su esposa doña Elsa, asiente y sonríe–, pues la Costa ofrece panoramas que pasan por lo general inadvertidos para los ojos duros, pero que siempre han de seducir a los poetas”. En el departamento peruano de Lambayeque, en Chiclayo, entre la perlada neblina y el presentido rumor de las olas que se van a tender sobre la playa, observamos dunas y cercos, adormecidos puertos, valles feraces pero breves. ¿Y cómo es? Tres hallazgos de infinitud: los arenales, la niebla y, de fondo, “el soplo denso, perfumado del mar”.