Si en el segundo “estadio” del ‘Himno Galego’ los pinos dirigen a Galicia su respuesta, contemplándola abrazada de verdor, esto es, al mismo tiempo la evocación agraria y el símbolo de esperanza, y con buen destino, “afiuzada polos astros”, Galicia siempre valerosa, erguida de vetustos “castros”, ahora debe volver a su acorde, teniendo como aguijón el mismo ultraje que la leyenda negra arrojó sobre ella: “o fogar de Breogán”. Nos encontramos ya en el tercer “estadio”, mientras continúan hablando “os piñeiros”. Ellos distinguen a aquellos que comprenden su voz y “maltraen” a quienes no saben comprenderla, que son “os fillos desleigados”.