Opinión

Tradición histórica y modernidad de Monforte de Lemos

Tradición histórica y modernidad de Monforte de Lemos

La rebelión de ‘Os Irmandiños’ –según las ‘crónicas’ de la época– llegó a destruir 130 castillos y fortalezas en toda la comunidad durante dos años. La fortaleza de Monforte de Lemos, desde luego, no fue ninguna excepción, sufriendo notables daños en diferentes puntos de su muralla y baluartes defensivos. La mayoría de los nobles se vieron obligados a huir a Castilla y Portugal. Esta demoledora revuelta campesina se mantuvo hasta 1469, cuando los tres ejércitos señoriales –uno de ellos dirigido por el Conde de Lemos– entraron de nuevo en territorio gallego y sofocaron aquellos ataques y destrucción inmisericorde.

Recordemos que el período de la ‘Ilustración’ en el siglo XVIII se convirtió en la postrer época dorada de la ciudad. Después de la muerte sin descendencia de la última Condesa de Lemos –del linaje de los Castro–, el título, además del poder, pasaron a manos de Castilla. Esta circunstancia, al igual que en otras comarcas de Galicia, provocó el progresivo abandono de estos destacados feudos, quedando, pues, sin avanzar al ritmo de las demás zonas del país. Un hito relevante en la historia de Monforte de Lemos fue, ¿cómo no?, la llegada del ferrocarril. Y en efecto, el rey Alfonso XII inaugura en 1883 la línea férrea Madrid–A Coruña, lo cual dio pie a que Monforte se transformase en el “nudo ferroviario” más significativo de Galicia. Este acontecer persistió hasta las postrimerías del siglo XX, cuando los responsables determinaron llevar el “puesto de mando” a Ourense. Y la razón por la que Monforte perdió cientos de puestos de trabajo, hasta el extremo de sumirla en una gran crisis económica.

¡Mirador de “O Monte de San Vicente do Pino”! Helo ahí mismo en medio del “Val de Lemos”, próximo al “regato Zapardiel” y del río “Cabe”, que fluyen a sus pies. Estamos delante del Monasterio benedictino de San Vicente que exhibe su fachada de estilo neoclásico, al igual que la plaza “Luis de Góngora” donde se halla. Asimismo, la iglesia de “San Vicente de Pino”, de planta de cruz latina y fachada renacentista. Ante nuestros ojos, el Palacio de los Condes de Lemos, restaurado tras el incendio de 1672. “Torre de Homenaxe” desde donde tenemos el privilegio de contemplar todo “O val de Lemos”, incluso las montañas de “Courel” y de la “Serra de Meda”.

Con nosotros, la muralla medieval así como el ámbito del barrio judío, cuya comunidad se instaló en zonas de movimiento comercial y en las cercanías de las puertas de la muralla por las que se accedía a la parte “intramuros”. Comercio de seda y paños, platería y profesiones como medicina y abogacía. “Rúas” de “Falagueira” y “A Calexa” –hoy “Abelardo Baanante”–, con pescaderías y zapaterías. Y aún podemos encontrar algún “trabuleiro”, esto es, un “peitoril” de las ventanas, en la parte baja de la vivienda, más grande de lo habitual, usado de “mostrador”.

Un arco de medio punto con los escudos de los Condes de Lemos nos brinda la “Porta Nova”, flanqueada por dos torres. La “Porta de Alcazaba”, la más antigua de las dos que se conservan en la actualidad: comunicaba la ciudad “intramuros” con el río “Cabe” y el puente medieval que lo cruza, de modo que antaño fue uno de los accesos más concurridos por la población. Un arco ojival con bóveda de medio cañón.