Como afirmó nuestro querido escritor uruguayo Enrique Amorim, el optimismo es “casi siempre cómplice”. La gente, el individuo, el pueblo, se identifica por lo general con mitos o leyendas que no representan nada. En el fondo se identifican para no ser nada. Pocos son los momentos históricos dignos o memorables. Pienso en Espartaco, en la Comuna de París, la Guerra Civil Española. Pienso en Homero, en Shakespeare.