Opinión

Aproximación a Federico García Lorca

La imaginación poética comprende un propósito utópico, posee un orden de la sensibilidad que apunta a los sentidos, al sentimiento estético. La imaginación vincula generosidad y visiones lumínicas, una mitología que se enlaza a una retórica antigua: lo popular y lo telúrico.
Aproximación a Federico García Lorca
La imaginación poética comprende un propósito utópico, posee un orden de la sensibilidad que apunta a los sentidos, al sentimiento estético. La imaginación vincula generosidad y visiones lumínicas, una mitología que se enlaza a una retórica antigua: lo popular y lo telúrico.
En un importante estudio, Jorge Guillén nos cuenta que “junto al poeta –y no sólo en su poesía– se respiraba un aura que él iluminaba con su propia luz”. Podemos afirmar sin equivocarnos que Federico García Lorca es el poeta más importante de España del siglo XX. Junto a él, Antonio Machado y Juan Ramón Jiménez. Sin duda están otros nombres, aquella generación del ‘27; exquisitos poetas, nombres relevantes, unidos por la amistad, sin programa común, sin ninguna línea de partido literario. Unidos para celebrar un centenario, el de Góngora.
Como todo creador genial engendra climas. Allí su forma semántica, musical, visual. Detrás de cada poema un ámbito, una escenografía. El enigma de la figura y la ambigüedad de la palabra. En su poética una arquitectura ancestral, un soporte de generaciones, una parte del espíritu español. El crucifijo, la sangre, la tortura. Si no advertimos esto en su poesía o en su teatro, no supimos leerlo. La contemplación desoladora y al mismo tiempo la revelación de la existencia. Y en toda su producción la conciencia del lenguaje, la síntesis más visible del hombre, la evocación de lo infinito. Redescubre la luz, primordial y última: el espíritu de universalidad estética.
En su voz la tierra respira vitalidad, sensualidad. Esto es lo que le molesta a la falange, al franquismo, a la Iglesia. A lo reaccionario, al toro negro. Elabora, además, la delicadeza de los poetas clásicos, la cosa sutil, la visión de la naturaleza, la expresión de la muerte, la desesperanza del amor. Federico es un hombre comprometido con su pueblo, con el destino que le señaló su dignidad. Cartas, conferencias, actitudes permanentes lo confirman. Por eso su asesinato.
Lorca es el poeta de la gracia y de la desnudez. Pero lleva en sí al poeta trágico, al poeta que murmura la angustia. La emoción se transforma en imagen y patentiza la catástrofe. El poeta granadino percibe el mundo desde el símbolo. La lírica y la dramaturgia de Lorca están entre la vida y la muerte, en la penumbra de la fatalidad o la culpa. Así que pasen cinco años representa el resumen de su poética y de su teatro. Una obra (lo que los formalistas rusos denominaban fábula) donde la muerte del protagonista –que al morir, despierta– genera el juego del tiempo, lo onírico, el amor, la intertextualidad, la forma de satirizar a una sociedad, el valor metafísico y la visión esquiliana, el apartarse de la lógica, crean un universo único. Su última obra. Se la entregará a su amigo y crítico literario, Rafael Nadal. Es él quien salva este monumento literario al partir al exilio con los originales.
Federico siempre volvía de la alegría a “esta dura realidad de la tierra visible y del dolor visible” escribió en 1937 Vicente Aleixandre. El mundo de lo soñado aún persiste en lo desaparecido. La indagación, el temperamento, el redescubrimiento nos guía hacia la belleza para reconocer el espíritu del hombre. La realidad y la fantasía en la dramaturgia lorquiana, recreadas en un plano poético, van siempre estrechamente ligadas, aunque con desplazamiento temático y datos dispersos de la realidad, ya en el tema-argumento, como en la identidad de los personajes.
Es fundamental recordar que García Lorca no era “apolítico”. Hay cartas, documentos, manifiestos donde su firma afirma el compromiso social y político. Podemos citar algunos donde aparece su nombre: Protestamos contra la barbarie fascista que encarcela a los escritores alemanes (1933), Los intelectuales y la paz (1935), Homenaje popular a María Teresa León y Rafael Alberti (febrero, 1936), Mitin de solidaridad con los antifascistas del Brasil (1936), Comité de amigos de Portugal (1936), Convocatoria al banquete ofrecido a H.R.Lenormand, André Malraux y Jean Cassou (1936). Este último esta firmado, además, por Antonio Machado, Juan Ramón Jiménez, Ramón J. Sender, Manuel Altolaguirre, Arturo Serrano Plaja…
Necesitamos reiterarlo hasta el cansancio. Sigue habiendo imbéciles, oportunistas y personajes de mala fe que quieren transmitir una visión edulcorada de Lorca. De su poética y de su vida. No lo han leído, no lo han comprendido y tienen la mente turbia. Lorca definió con claridad su posición respecto al fascismo y al Frente Popular. Federico García Lorca era republicano y rechazaba la España católica y tradicionalista. Valoró el triunfo del Frente Popular como la reconquista de la República. Tenía ideas socialistas liberales. Eso para la derecha significaba que era “rojo”. Para peor no ocultaba su homosexualidad, algo francamente intolerable para la escuadra negra.
Mal que les pese a muchos la obra concebida como unidad es producto de una visión. El análisis cientificista o histórico lejos está de comprender la expresión del creador que organiza con sus propias leyes una obra compleja, social, significativa. El humanismo de Lorca nos enseña la naturaleza de las imágenes, el lúcido orden de nuestra esencia íntima. La percepción, el instante, el símbolo. La irrupción de la imagen poética nos llega a la conciencia, al lenguaje de lo íntimo.
Creemos que el arte –como la docencia y el amor– debe ser un acto de confesión. Y esa confesión no es ni más ni menos que la síntesis de nuestro afecto, de nuestra inteligencia. Son las secretas leyes de la memoria y del aliento. Por eso la poética de Federico es insurrecta, por eso su estética sigue siendo rebelde.