Opinión

‘La ciudad sumergida’, una leyenda gallega de Lugo

Una vez en Cospeito, lugar de la provincia gallega de Lugo, hubo una población denominada ‘Beria’. Y de ella transcurrieron siglos y siglos: nadie conoce cómo era y cuántas personas la habitaban. Tampoco nadie tiene referencia acerca del porqué quedó completamente anegada por las aguas. Tan sólo poseían una vaga idea los más ancianos de la comarca.
‘La ciudad sumergida’, una leyenda gallega de Lugo
Una vez en Cospeito, lugar de la provincia gallega de Lugo, hubo una población denominada ‘Beria’. Y de ella transcurrieron siglos y siglos: nadie conoce cómo era y cuántas personas la habitaban. Tampoco nadie tiene referencia acerca del porqué quedó completamente anegada por las aguas. Tan sólo poseían una vaga idea los más ancianos de la comarca. Ellos rememoran aquella época en que existió una laguna –conocida bajo el nombre de ‘Lamas de Goá’–, la cual mide una legua de circunferencia, y que descendía con mucho nivel durante las prolongadas sequías y en el fondo podían verse piedras muy labradas, enormes vigas de madera y algún que otro puchero, cazuela u objeto que debieron proceder de casas inundadas.
La leyenda nos cuenta que, cuando Nuestra Señora andaba por este mundo, cierto día legó a la ciudad de ‘Beria’ y se quedó perpleja al comprobar que en la misma no existía ningún templo o iglesia destinada a la oración, a fin de que los cristianos sintieran la comunicación sagrada con su Dios. “¿Cómo será posible todo esto?”, se preguntaba la Virgen. Y entonces se percató de que una mujercita miraba hacia ella, también asombrada: “¿La Señora no es de esta ciudad?”. “No. Vengo de tierras muy lejanas. Dígame, ‘mulleriña’, ¿no hay ninguna iglesia aquí?”. “No hay, Señora, todos sus moradores son gentiles, adoran figuras de palo o de piedra, de las cuales la más poderosa dicen que es la que nombran ‘Baal’, que debieron traerla de tierras de ‘mouros’. Ellos traían lienzos multicolores y joyas para comerciar. Esas gentes se divertían y bailaban y se emborrachaban, pervirtiendo incluso a las honestas personas”.
“Ay, Jesús! ¿Y cómo puede ser semejante cosa?”, inquirió Nuestra Señora. “Porque nadie desea ponerse a mal con aquellos que rigen en la ciudad”, dicen que expresó la ‘mulleriña’. Y agregó: “Unos porque se enriquecen; otros porque viven alegremente y sin grandes esfuerzos, dejándose ir así por sus vidas. Y los pobres… nada somos capaces de hacer contra los más ricos y potentes. De manera que todas las buenas personas se van marchando de acá. Y la perdición va acrecentándose día tras día”.
Y Nuestra Señora, al escuchar tales palabras de labios de la ‘mulleriña’ gallega, habló así: “¡Pues que se hunda la ciudad que semejante cosa hace y consiente! ¡Que las aguas del cielo inunden casas y huertas y gentes, y que jamás sean capaces de habitar aquí, en este mismo paraje, cristianos, para que no puedan contagiarse de tamaña perversidad!”.
Aún no bien acabara de decir esto, cuando comenzó a llover y llover tan torrencialmente –a mares, a Dios dar, al modo de un verdadero diluvio– que la ciudad quedó sumergida –“asolagada”, como decían en lengua gallega– en escasísimo tiempo y ya para siempre. “¡Ay, ‘Santa Mariña vendita me valla’!”, exclamó, atenazada por el espanto, aquella ‘mulleriña’ que había tenido la gracia de haber conversado con la Virgen, tras ver todo aquel mundo bajo las aguas. Mas la Virgen le dijo dándole Su Mano: “Anda, no tengas miedo, que nada has de perder”. Y acto seguido, las dos en gratísima compañía se fueron alejando de allí. Esta narración titulada ‘La ciudad sumergida’ la incorpora el literato y gramático Leandro Carré Alvarellos dentro de la temática “religiosa”, en el conjunto de su reconocida obra Las leyendas tradicionales gallegas, Espasa-Calpe, 4ª edición, Madrid, 1983.