Opinión

“El general Crawford se niega y los patriotas comienzan a batir las torres del convento de Santo Domingo con los cañones del Fuerte de Buenos Aires. Persuadido por Pampillo de la inutilidad de la resistencia, Crawford entrega su sable al capitán gallego D. Bernardo Pampillo, de la 7ª de Fusileros del Tercio de Gallegos, quien lo conduce a salvo hasta el Fuerte, donde se concreta la claudicación total.
Ya sabrá, lector, que los obispos españoles están que arden por un rumor irrelevante sobre la posibilidad de eliminar los crucifijos de las escuelas financiadas por el Estado, a las que asisten alumnos de cualquier religión o de ninguna. Dicen que son perseguidos y que son unas víctimas. Ojalá algún día sean perseguidos, sinceramente.
“Para vivir mejor, hay que optar por las pequeñas utopías de todos los días”, reza el título de una entrevista de Claudio Martyniuk a la historiadora argentina, radicada en España, Marisa González de Oleaga, que publicó el diario ‘Clarín’.
A Carlos PenelasHoy se puede obtener, a través de la red virtual de Internet, una enorme variedad de textos de diversos autores… Con esto se va materializando gran parte del sueño de los enciclopedistas del siglo XVIII, que buscaban reunir lo esencial del conocimiento humano en una gigantesca biblioteca, pero también se cometen abusos flagrantes en desmedro de los creadores, pues la justa retribución por los derechos del creador no se cumple.
La flota británica desembarca en Buenos Aires el 28 de junio de 1807, más al sur de Quilmes. Sus regimientos forman con una vanguardia superior a 2.500 hombres, conducida por el teniente coronel Denis Pack, jefe del 71º Regimiento de ‘Highlanders’ de Escocia, cuyas gaitas y banderas habían sido tomadas como trofeos de guerra durante la 1ª invasión, y ofrecidas a la Santísima Virgen en el templo de Santo Domingo.
Nuevamente pasó por Buenos Aires ese gallego, mitad duende mitad druida, bardo que navega encantando sirenas con sus flautas y su gaita mágica, llamado Carlos Núñez. Pasó, como las anduriñas, prometiendo volver.
La memoria de muchos lectores de este semanario, especialmente de los que llegaron a América del único modo asequible hasta hace una generación, guardará sin duda imágenes del puerto vigués y de su movimiento de pasajeros en los muelles. No eran pasajeros, eran emigrantes. Vivo a sólo unos metros de los lugares en los que la mitad de Galicia lloraba al despedir a la otra mitad, embarcada con rumbo incierto.
En verdad me decepciona, leedor. No es que haya pensado, en algún momento, mucho mejor de usted; pero que se acerque a esta columna para saber algo de las mujeres que he conocido o he amado, me parece de una indiscreción, de un huroneo lamentable. De esta manera advierto lo cursi; lo vulgar, lo ridículo. Hasta lo presumido, me atrevería a decir.
Si la modestia fue considerada durante tanto tiempo como condición indispensable de grandeza, si la humildad coincide casi siempre con el genio, resulta a veces arduo y hasta difícil reconocer hoy a los artistas auténticos, a los grandes artistas, en estos tiempos de estridencia y de exhibicionismo.
El secuestro del Alakrana es la consecuencia trágica de lo que las grandes potencias han hecho con los países pobres, que las devuelven como pueden. Si las flotas son ‘Occidente’ para pedir ayuda a los Estados, también lo son para asumir su parte de responsabilidad en los vertidos tóxicos y la cuestionable pesca de Europa en el cuerno de África.
Cuentan que a fines del siglo XIX, en la pequeña aldea de Valga, Pontevedra, una niña de once años era iniciada como mujer (al estilo de las sociedades primitivas) por un malnacido que aprovecha el estado de abandono de una de las tantas hijas de la mendiga y el borrachín del pueblo, un paragüero que abominaba del trabajo, y le desgarra el alma y un cuerpo en desarrollo que jamás podrá tener hijos ni amar de verdad a un hombre.
El dibujo, arte de maestros, como también la poesía lírica, el grabado, la composición de música culta, por citar sólo algunas, son formas artísticas que hoy no tienen mercado, no tan sólo en el sentido de que no se venden, sino también de que no se prestan en absoluto, acaso por esencia, por su propia constitución orgánica, a las manipulaciones más o menos demagógicas de la sociedad de consumo.
Don Edmundo es un caballo joven, potro aún, color de rocín, como el noble corcel del Caballero de la Triste Figura. Vive y pace en la comarca de Pirque, al sur de Santiago, en verdes parajes flanqueados por cerros de la precordillera. Una vieja amiga me lo regaló, hace un par de años, para mi hija Sol, a quien le gustan los caballos.
No hay mejor despertar que el sueñoJorge TellierNo voy a hablar de Auria. Ni de don Eduardo de quién conservo libros dedicados y cartas hermosas sobre mis primeros libros. Hablaré de un sueño. De un viaje por la nostalgia, la amistad, el compromiso, lo estético, la hospitalidad. Hablaré de calles inolvidables: de Londres, de París.
“Nesta data, con gran ledicia, a ‘Sociedade Liceo de Noia’, coa súa madurez social, como recordo do pasado, escola para o presente e estímulo para o futuro, lembrámo-la data na que no seu seo naceron a ‘Coral Polifónica’ do Liceo e o Grupo de Teatro ‘Candea’, recordo que nos emociona e enorgullece”, escribe en el prólogo del libro 25 anos despois.
En una reseña histórica publicada en la revista ‘Todo es Historia’ (creada y dirigida por el historiador Félix Luna, recientemente fallecido), Enrique Pereira escribía: “…nuestro país estaba profunda y bastamente vinculado a la madre patria (…). En aquella época (se refiere a 1936) la vinculación de la Argentina y España se daba en todos los órdenes.
He dicho en numerosas ocasiones que la llamada Guerra Fría la ganó, en realidad, Hollywood. Por eso nos cuentan que el momento decisivo de la Segunda Guerra Mundial fue el desembarco de Normandía o que el derrumbe del comunismo –y dicen que el resurgimiento de la libertad– se fraguó en la caída del muro de Berlín.
No mostrador da panadería ‘Mar del Plata’ dona Manuela de Oróns [Vimianzo] comenta cos seus seareiros que os prezos subiron moito agás o do pan que sempre queda atrás. O peor foi a subida do boleto. Agora para ir de Malvín ao centro hai que levar cinco pesos no peto cando hai pouco con estes cartos facías tres viaxes. Os que esperan veñen todos os domingos pola tarde para levar a merenda.