Opinión

Copenhague

El mal llamado acuerdo de Copenhague es una porquería sin defensa posible según todos los expertos independientes. Se carga la trayectoria de Kyoto y costará millones de vidas.
El mal llamado acuerdo de Copenhague es una porquería sin defensa posible según todos los expertos independientes. Se carga la trayectoria de Kyoto y costará millones de vidas. Los políticos dominantes no atienden a la voluntad soberana de sus pueblos (es decir, a lo que quiere y conviene a la gente corriente, que en este asunto lo tiene muy claro) sino a los grandes poderes de la energía y del consumo de productos industriales, que son los que crean un modelo de relación con el planeta contaminante y que acelera el fin de nuestra especie y otros miles de especies a las que despreciamos. Pero esto ya está muy dicho. Lo más pasmoso de todo es que los analistas y grandes medios estaban de acuerdo en denunciar que no había voluntad de cambio por parte de los países ricos, tal y como dicen los científicos y, a la vez, las organizaciones sociales y ecologistas (Greenpeace, cuyos dirigentes han sido maltratados física y políticamente, ha dicho que esto es un “crimen climático”). Ahora bien, en el momento en que Cuba y Venezuela, entre otros países, se opusieron también a esta farsa porque exigen un respeto para los millones de pobres sin voz ni voto en este puro artificio, saltaron todos los mecanismos para acusarles de boicotear un acuerdo que no existe. Ahora resulta que son los cubanos y venezolanos los responsables de la contaminación salvaje de nuestro modelo industrial. Es de tal calibre la consigna de persecución contra estos dos países que los grandes medios se atreven a hablar de ‘acuerdo’ con tal de llevarles la contraria.