Opinión

Magnicidio

“Matando la perra se acaba la leva”(Dicho popular adoptado y repetido, “magistralmente”, por Augusto Pinochet)Las pruebas son irrefutables. Eduardo Frei Montalva, Presidente democrático de Chile (1964-1970), fue asesinado mientras convalecía de una operación de cirugía menor (hernia al hiato), calificada por su médico de cabecera como “exenta de riesgo vital”.
“Matando la perra se acaba la leva”
(Dicho popular adoptado y repetido, “magistralmente”, por Augusto Pinochet)

Las pruebas son irrefutables. Eduardo Frei Montalva, Presidente democrático de Chile (1964-1970), fue asesinado mientras convalecía de una operación de cirugía menor (hernia al hiato), calificada por su médico de cabecera como “exenta de riesgo vital”. El 22 de enero de 1982 se produjo la muerte del ex mandatario. Pocos días antes, en un trozo de papel, Frei había escrito a su familia: –“Por favor, sáquenme de aquí inmediatamente…”. Con proverbial y terrible lucidez, el estadista había intuido el crimen, perpetrado por orden del Gran Canalla, como popularmente se recuerda en Chile al tirano Augusto Pinochet Ugarte, a falta de apodos menos ominosos.
Y es que Eduardo Frei representaba una amenaza en ciernes para la prolongación de la dictadura militar. El zafio mílite no trepidó, actuando de un modo menos desembozado que en la no menos brutal planificación de los asesinatos de Orlando Letelier, el general Prats y su esposa, el dirigente sindical Tucapel Jiménez, los profesores comunistas Parada, Natino y Guerrero, degollados vilmente, el ex ministro José Tohá, el general Bachelet, padre de la Presidenta, ultimado en las mazmorras de la Fuerza Aérea de Chile; el intento de asesinato de Bernardo Leighton y su esposa en Roma, y muchos otros homicidios premeditados que se perpetraron desde La Moneda, ensangrentando a Chile como nunca en su historia.
En el caso de la muerte de Frei Montalva queda claro que: “La investigación estableció que al ex Presidente le inyectaron tres veces pequeñas dosis de talio y elementos químicos del gas mostaza. De esa forma, más las negligencias médicas intencionales, retardaron su muerte haciéndola aparecer como provocada por complicaciones de su operación por una esofagitis de reflujo. El juez sostuvo que al Ejército no le convenía matarlo por medio de un atentado flagrante para evitar la condena internacional en un momento de crisis y debilidad del régimen”.
Hacía más de un año que el hogar de los Frei Montalva se encontraba “intervenido” por micrófonos instalados en todas las dependencias de la casa. Manuel Contreras, jefe de la DINA y luego de la CNI, quizá el más obsecuente y leal de los esbirros de Pinochet, dirigía, implacable y eficientemente, la caza de todos aquellos personajes o individuos que el sátrapa considerara peligrosos para su perpetuación en el poder. Ya lo había dicho con pública y arrogante difusión: –“En Chile no se mueve una hoja sin que yo lo sepa”. Aunque después, apremiado por los interrogatorios de la justicia, escurridizo, astuto y cobarde, declarara su completa inocencia, atribuyendo los incontables crímenes a “excesos de mis subordinados”, afirmación que ni siquiera sus más cercanos creyeron.  
Resulta patético, no obstante, el esfuerzo realizado por dirigentes de la Derecha chilena, incluyendo al candidato a la Presidencia, Sebastián Piñera, por desentenderse de los asesinatos y crímenes contra los derechos humanos de quien admiraron, brindándole entusiasta apoyo, calificándole de “salvador de la patria” y “campeón en la lucha contra el marxismo”. Hoy no le conocen, apenas supieron de él, jamás estuvieron a su lado… Y es comprensible. Quieren presentarse ante la opinión pública como demócratas de nuevo cuño, políticos “modernos” que renovarán el Estado chileno, desenmascarando toda corrupción, combatiendo el robo y la prevaricación en aras de la transparencia en el manejo de la cosa pública. Pero no es tan fácil. Los electores informados saben que la Derecha sigue siendo artera y golpista; que cuando es derrotada en las urnas durante elecciones sucesivas, golpeará la puerta de los cuarteles, en su instancia natural de apropiación del poder. No hay que dudar de lo certero de su vocación pública, hecha lema en el escudo nacional: “Por la razón o la fuerza”.
Hay quienes se preguntan, de modo sincero y asaz ingenuo: ¿Cómo puede haber tanta maldad entre miembros de las fuerzas armadas, entre profesionales médicos, entre jueces de la época y tantos otros cómplices? Sí, puede y la hay, en abundancia, porque el hombre seguirá siendo “lobo del hombre”, un homicida “racional” que articula sus pretextos hábilmente para cometer sus crímenes y justificarlos en nombre de “instancias superiores”, como si ellas existieran, per se, para sacralizar sus atrocidades.
Los procesados hoy son los médicos militares Patricio Silva Garín y Pedro Valdivia Soto; este último, ex agente de las siniestras entidades de seguridad: DINA, CNI y DINE, y los médicos de la Universidad Católica, que realizaron la misteriosa autopsia, Helmar Rosenberg Gómez y Sergio González Bombardier. Además, los ex agentes Raúl Lillo Gutiérrez y Luis Becerra Arancibia, este último chófer de Frei. Pero los grandes responsables jamás serán llevados a la justicia; menos el malhadado dictador, fallecido en su lecho y aun glorificado por sus adláteres, incluso por aquellos que hoy callan, con cínico oportunismo, sus sordas complicidades de ayer.
El juez afirmó en su resolución que todos los antecedentes que aportó la exhaustiva y prolongada investigación, “constituyen un conjunto de presunciones judiciales, que permiten tener por suficientemente comprobado que el fallecimiento del ex Presidente de la República don Eduardo Frei Montalva, acaecido el 22 de enero de 1982, fue un homicidio premeditado”.
Se afirma hoy que se trata del primer magnicidio en la historia de Chile. Discrepo de ello; antes hubo dos: el Presidente Manuel Balmaceda (19.09.1891); y el Presidente Salvador Allende (11.09.1973). No siempre el criminal es quien aprieta el gatillo.