Opinión

Crucifijos

Ya sabrá, lector, que los obispos españoles están que arden por un rumor irrelevante sobre la posibilidad de eliminar los crucifijos de las escuelas financiadas por el Estado, a las que asisten alumnos de cualquier religión o de ninguna. Dicen que son perseguidos y que son unas víctimas. Ojalá algún día sean perseguidos, sinceramente.
Ya sabrá, lector, que los obispos españoles están que arden por un rumor irrelevante sobre la posibilidad de eliminar los crucifijos de las escuelas financiadas por el Estado, a las que asisten alumnos de cualquier religión o de ninguna. Dicen que son perseguidos y que son unas víctimas. Ojalá algún día sean perseguidos, sinceramente. Las relaciones entre los que forman parte de la iglesia católica y los que sólo formamos parte de la ciudadanía de la Razón podrían mejorar mucho si los teólogos empezaran por reconocer que, desde el punto de vista de la inteligencia y la ciencia, creer en dios (en cualquier dios católico, musulmán, judío o lo que se ponga) tiene el mismo valor, en términos de ética terrenal, que creer en duendecillos verdes o en las fábulas de los adivinadores que leen el futuro en las líneas de la mano. Si asumimos esta realidad –la única a la que puede llegar el pensamiento humano, por mucho que su angustia vital le pida otras respuestas menos dolorosas– los que sólo somos seres humanos aceptaríamos convivir con este tipo de personas que tienen pensamientos tan extravagantes pero que no tratan de imponerle al Estado sus propias normas internas para aplicarlas a todos los que no pensamos como ellos. A mí no me importa que tal o cual religión tenga normas internas sobre la familia, el sexo o el pecado –y que todas ellas choquen con las normas internas de otras religiones– pero me resulta intolerable que animen al Estado a que me las imponga a mí. Quién persigue a quién.