Opinión

Cocina Galega

Desde la más remota antigüedad vivimos ordenando nuestra vida por ciclos preestablecidos. Ya en el Neolítico el hombre se regia por un concepto de calendario; observando el discurrir de las estaciones, los sumerios elaboraron un calendario lunar de 12 meses de 30 días cada uno, 2000 años antes de nuestra era; el primer calendario de los romanos, puesto en vigencia al fundarse Roma, también era lunar y tenía 10 meses.

Desde la más remota antigüedad vivimos ordenando nuestra vida por ciclos preestablecidos. Ya en el Neolítico el hombre se regia por un concepto de calendario; observando el discurrir de las estaciones, los sumerios elaboraron un calendario lunar de 12 meses de 30 días cada uno, 2000 años antes de nuestra era; el primer calendario de los romanos, puesto en vigencia al fundarse Roma, también era lunar y tenía 10 meses. Días, meses, años; lustros, décadas, siglos. Niñez, adolescencia, madurez, vejez; ciclos que nos van marcando; agendas, relojes que nos impulsan a cumplir con obligaciones autoimpuestas para “aprovechar el tiempo” con actividades generalmente relacionadas con la generación de dinero para consumir…tiempo. El tiempo que parece detenerse cuando nos invade la angustia o el dolor, y pasa como un suspiro cuando, dichosos, queremos retenerlo. Estamos estrenando el año 10 del siglo XXI, año Jacobeo, año Santo en nuestra Galicia. Un acontecimiento producto, también de una convención: cuando el 25 de Julio, festividad de Santiago Apóstol coincide con un domingo, o sea, cada 6, 11, 6 y 5 años. El primero del siglo XXI fue en 2004, ahora en 2010 y luego en 2021. Así se cumple con una norma establecida en el año 1126 por el Papa Calixto II. Teniendo en cuenta que habrá que esperar 11 años para otro Xacobeo, seguramente millones de personas visitarán nuestro bendito y maravilloso país, recorrerán o harán su Camino, para luego iniciar otra etapa de su vida.
Los sacerdotes egipcios identificaron una relación temporal entre la aparición de la estrella Sirio, previa a la salida del sol en verano, y las inundaciones del Nilo, hecho que marcaba toda la actividad económica del país. Esta observación les permitió determinar un ciclo, anticiparse a la crecida del río, desplazar animales y programar sus cultivos. En base a los cambios ambientales, definieron tres estaciones en el año: la “inundación”, de junio a septiembre; el “retiro de las aguas”, cuando el limo fertilizaba el suelo, de octubre a febrero; y la “sequía” de febrero a junio.
Por su parte, mayas y aztecas desarrollaron un calendario ritual de 260 días que corresponde al tiempo que le toma a Venus dar la vuelta al sol.
Los inicios de un registro cronológico continuo por parte de los chinos se asocian con el emperador Huang Ti, alrededor del año 2600 A.C., y se considera uno de los más antiguos. Los chinos tenían un gran conocimiento astronómico, y ya en el año 480 de nuestra era Ju Chongzchi logró calcular la duración del año en 365, 2.428 días, tan sólo 52 segundos más que lo calculado con las moderna tecnologías. Los chinos plantean ciclos de 12 años regidos por animales emblemáticos: Rata, Buey, Tigre, Liebre, Dragón, Culebra, Caballo, Oveja, Mono, Gallo, Perro y Cerdo.
En fin, el calendario religioso judío se inicia todos los meses con la Luna Nueva, el islámico apenas después, cuando se empieza a hacer visible nuestro satélite natural. En cuanto a nosotros, occidentales  y cristianos como diría Cunqueiro, sabemos que en 1582, ante un calendario juliano desfasado 10 días, el Papa Gregorio XIII decretó cambiarlo, imponiendo un año bisiesto cada cuatro años para corregir errores, y dándole nombre (calendario gregoriano). Claro que los cristianos ortodoxos siguen realizando sus celebraciones de acuerdo al calendario julio y van acumulando días de diferencia en relación al “nuestro”.
Como curiosidad, digamos que Inglaterra y sus colonias adoptaron el calendario gregoriano recién en 1752, suprimiendo 11 días desde el 4 al 14 de septiembre. Muchos empresarios y comerciantes se negaron a pagar salario de ¡días que no existieron!, lo que originó marchas y protestas de los asalariados.
De lo que estamos seguros es que cada individuo cumple un ciclo vital inevitable que va desde el nacimiento a la inexorable muerte. En 2009 cumplió ese mandato y nos dejó un entrañable amigo, un hombre maravilloso en todo sentido, poseedor de una cualidad que parece en extinción entre los seres humanos: la generosidad. Nos referimos, claro, a Don Manuel Cao Corral, gallego hijo, empresario exitoso y director de Cátedra España, un ámbito dentro de la Universidad de Ciencias Empresariales y Sociales (UCES) donde la cultura española, y especialmente la gallega, siempre estuvo presente. Don Manuel, a pesar de su enfermedad, se mantuvo activo y generando proyectos hasta el ultimo minuto, tendiendo una mano a quienes se acercaron a él, aconsejando, recomendando, uniendo voluntades. Su “pasamento” nos llenó de congoja, pero nos deja los recuerdos de momentos inolvidables vividos a su lado, como cuando presentamos mi libro ‘A terra na pel’ en el auditorio de la Universidad cedido generosamente, o cuando se emocionó al recibir merecidamente nuestro premio Pote de Ouro hace unos años en Morriña. Siempre estará presente en nuestra memoria.
La vida continúa, iniciemos con alegría la segunda década del siglo XXI, ¡Feliz año para todos!


Ingredientes-Brazo de gitano de crema: 8 huevos / 250 grs. de harina / 250 grs. de azúcar / 250 grs. de crema / Azúcar impalpable / 12 guindas / Esencia de vainilla


Preparación: Batir los huevos, el azúcar y la esencia en un bol que se pone sobre agua templada para que la mezcla suba y alcance el triple de su volumen. Incorporar la harina poco a poco hasta lograr una masa homogénea. Poner esta mezcla sobre una placa de pastelería forrada con papel antigraso y untado con manteca, extendiéndola de manera uniforme. Llevar a horno 200º 5 minutos y dejar enfriar. Poner este bizcocho encima de papel antigraso, montar la crema con el azúcar y cubrir toda la superficie, enrollar con ayuda del papel. Disponer el brazo de gitano en una fuente y decorar espolvoreando el azúcar impalpable, y poniendo a lo largo unas rosetas de crema montada y medias guindas para darle color.