“En África las fábulas no se cuentan sólo para deleitar, sino también, y sobre todo, para enseñar. Por eso no se cuentan muchas a la vez ni el narrador puede ser un cualquiera. Su marco es la noche, junto al fuego, y es un anciano el encargado de narrar; un anciano con experiencia de vida y con autoridad moral”, escribe Juan G.