Opinión

Variedad y esplendor de la fauna en África

   Con textos de Leo Salvador y dibujos de Arturo Arnau, releo Fauna africana, Editorial ‘Mundo Negro’, Madrid, 2003, en su séptima edición y “a todo color”. “A quien viva lejos de África le gustaría que allí abundasen leones y elefantes, gorilas y jirafas por si un día se le ocurriera ir a hacer turismo exótico”, leemos en la página de su ‘Presentación’ .
Variedad y esplendor de la fauna en África

 Con textos de Leo Salvador y dibujos de Arturo Arnau, releo Fauna africana, Editorial ‘Mundo Negro’, Madrid, 2003, en su séptima edición y “a todo color”. “A quien viva lejos de África le gustaría que allí abundasen leones y elefantes, gorilas y jirafas por si un día se le ocurriera ir a hacer turismo exótico”, leemos en la página de su ‘Presentación’ . Y añade: “Pero a un africano el león le come sus corderos y un elefante puede, en un momento, hacerle polvo la cosecha del año. Y en caso de conflicto entre hombre y animal, la elección es clara: hay que optar por el hombre”. ¿Quién no ha pensado alguna vez en que esas bellas especies se encuentran, si no ya extinguidas, a punto de eclipsarse ante nuestros ojos? Lejos de tratarse de una cuestión de “supervivencia” frente a la del hombre, es el ser humano el que desea “poseer” sus cuernos o sus colmillos o su piel. De manera que, en pos de los “huevos de oro”, mata “la gallina”.

A modo de “Introducción general”, digamos que, si queremos estudiar la fauna de una zona determinada, habremos de tener presente que los animales no se hallan repartidos sobre la Tierra de una manera desordenada, caprichosa. Su distribución geográfica, en efecto, obedece a un conjunto de leyes y normas estrechamente vinculadas con el suelo, clima y vegetación. Ahora bien, es el “medio ambiente” el tenor esencial en cuanto a la diferenciación de las “familias” y “especies”, puesto que todas ellas están relacionadas con un específico “hábitat”.

Así pues, hemos de considerar “el desierto”, las “sabanas” –la “boscosa”–, las “selvas húmedas”, las “sabanas y bosques de montaña” y la “estepa mediterránea”. Evoquemos al elefante: el de la “sabana” y el del “bosque”. Mamífero del orden de los “proboscidios” a causa de la especial forma de su nariz, prolongada a modo de trompa o “probóscide”. Henos ante el mayor mamífero de la Tierra. He ahí el rebaño de los elefantes: se detiene por completo nada más intuir que va a tener lugar un alumbramiento. Se dibuja un círculo alrededor de la futura madre. La cría nace con el cuerpo peludo. Tan sólo media hora después, logra ponerse en pie.

En seguida visualizamos el león y el leopardo y el guepardo, la hiena y el licaón. Luego, el rinoceronte y la cebra. Asimismo observamos el hipopótamo y el jabalí, la jirafa y el ocapi. Luego admiramos las gacelas, el antílope sable y el de agua, el impala y el óryx, el alce africano y el ñu. Más adelante nos asombramos ante el búfalo, sin olvidar el gorila, el chimpancé y el papión. ¿Y quién sería capaz de no extasiarse frente a los boidos, los elápidos, los vipéridos o el cocodrilo…?

Contemplamos ahora la belleza del avestruz y el marabú. Del flamenco y del águila y de la cigüeña y del dromedario. De pronto, una cebra. ¡Será la de “Burchel”? ¿O la “real”? ¿Acaso la de “montaña”? Con cascos semejantes a los del caballo, caracterizados por la reducción de dos dedos a uno, adaptado para la carrera veloz y el duro suelo. Las rayas alcanzan hasta debajo del vientre. Sus orejas, cortas y estrechas. Corre rápidamente, si bien a los cinco minutos pierde el aliento y debe aminorar su marcha. Divisamos el impala, que es un antílope de tamaño medio, esbelto cuerpo, patas largas y cuello delgado. He ahí el ñu azul, mamífero herbívoro, cabeza maciza con cuernos curvados hacia adentro, patas delgadas y cola larga y peluda. Y el óryx del Cabo, el gran antílope: el de “Beisa” y el de “cuernos de cimitarra”.