La opinión de

Edmundo Moure

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Palafrugell, patria chica y letra grande en Josep Pla

Hasta aquí hemos llegado... Tenía yo la misión íntima y antes secreta, de conocer el lugar preciso donde vivió el escritor catalán Josep Pla durante su infancia, juventud y madurez, a donde regresaba después de sus viajes, al refugio del más familiar, la granja, la finca, la chacra o como se nombre en cada país a ese espacio rural de  “labradores propietarios”, que no llegan a ser terratenientes ni pertenecen tampoco a la categoría de campesinos pobres; en el país catalán... Y a los amigos, ese paisaje vivo y sonoro que acompaña la interminable tertulia en la que nos movemos.

 

Visiones de Cataluña

El piloto de la conexión Madrid-Barcelona no sabe que me está ofreciendo un preámbulo histórico y cultural, cuando, en la maniobra que prevé el aterrizaje, se dirige hacia el este, sobrevolando unos minutos el viejo Mediterráneo, para girar en ciento ochenta grados y descender sobre el aeropuerto, en dirección este-oeste.

Memoria, palabra y lumbre

En noviembre próximo 2021 celebraremos los noventa años de la Sociedad de Escritores de Chile (SECH), fundada, como consigna el Portal de la Memoria Chilena de la Biblioteca Nacional: “ El 6 de...

Mulieres Ignis

En el 90 aniversario de la SECH, mi homenaje encendido a mis queridas compañeras escritoras.

¿Cómo no iba uno a enamorarse en los ámbitos secretos de la Casa de las Palabras? Mujeres de fuego, de llamas hechas de sílabas, de brasas corporales e ígneo corazón. Tenías treinta y cinco febreros cuando cruzaste por primera vez su portal. Te recibió Sergio Bueno, afable y caballeroso -más bien caballeresco- y te presentó a Raúl Mellado, que oficiaba entonces de secretario. De inmediato, te hizo entrega éste de su Hoja Verde, esa pequeña y constante publicación de folios volanderos, que algún día debiésemos rescatar, para darle forma de libro, donde él recogía poemas y otras breves piezas literarias de sus compañeros de oficio.

‘El Pasiano y Neruda’

Paisano alude a cierta afinidad de origen étnico, a compadrazgo aldeano, también; a vínculo afectuoso de oficio compartido. Entre árabes emigrantes se llaman ‘paisanos’. Atahualpa Yupanqui habla de “paisanaje”; es un término de resabio argentino, utilizado también por Borges, en cuya patria se cruzaron paisanos de todos los continentes.

García Lorca, luz, insurgencia y martirio

En la madrugada del 18 de agosto de 1936, Federico García Lorca fue asesinado por la espalda, junto al maestro republicano Dióscoro Galindo y a los banderilleros Francisco Galadí y Joaquín Arcollas, en los alrededores de Víznar, provincia de Granada. Ni siquiera hubo un proceso militar sumario, y testimonios de los propios ejecutores, en lugares públicos, hablan de vejaciones y torturas infligidas al poeta. Ocurrió hace ochenta y cinco años. Antonio Machado, su más claro antecesor poético, escribió su elegía desgarrada:

El gran regalo de Gabriela

El Consejo del Libro y la Lectura ha obsequiado, a cada uno de los consejeros, la obra reunida de nuestra grande y admirada Gabriela Mistral, Premio Nobel de Literatura 1945. Este extraordinario regalo pareciera venir de las manos de la niña de Elqui, en tiempos de incertidumbre y zozobra, como bálsamo hecho de palabras fecundas.

Terrible certeza

Inicio estas palabras pidiendo perdón a mis lectoras y lectores. Esta crónica es muy autorreferente, pero asumo la pretensión y su riesgo. Un ex lector dejó de leerme, diciéndome que le molestaba...

La generación de los 90 en la nave Asimov

La peste planetaria que padecemos, desde hace algo menos de dos años, dentro de su fatídico y aterrador proceso, nos depara algunas sorpresas capaces de renovar la esperanza, sobre todo cuando no...

Sin ti mi cama es ancha

Jorge Calvo, conocido e ilustre narrador nuestro, toma prestado el título de su reciente novela (SIGNO Editorial, octubre 2020) de una canción amorosa de Joan Manuel Serrat. Es un buen nombre, que se aprecia mejor al cabo de la lectura de sus doscientas dieciséis páginas. Calvo escribe al final de la narración un rango de fechas: Estocolmo 1999; Santiago 2016.

Omar Lara, adiós al poeta del hondo sur

El 9 de junio recién pasado, el poeta Omar Lara había cumplido ochenta años de fructífera existencia y de apasionada vida literaria. Nació en Nohualhue, Nueva Imperial, en el sur lluvioso y entrañable de la Araucanía, donde nacieron para la poesía, la lucha y la esperanza, otros notables poetas chilenos: Juvencio Valle, Miguel Arteche –un 4 de junio, quince años antes que Omar–, Juan Toledo, Eulogio Suárez, Elicura Chihuailaf, nuestro más reciente Premio Nacional de Literatura, galardón tan apreciado como escurridizo al que fuera postulado también Omar Lara, con merecimientos indiscutibles para haberlo recibido.

La utopía de la espera

Sergio Infante ha escrito una vibrante novela, Unquén, el que espera, sobre un tema abordado por buen número de escritores chilenos: la desaparición forzosa de personas a manos de los esbirros de la dictadura militar chilena (1973-1990) y la consiguiente búsqueda, a menudo infructuosa, de sus familiares cercanos. Herida abierta por la fatalidad de la ausencia y la impunidad de los criminales.

El gran aniquilador

(Entre holocaustos y Genocidios)

La historia del siglo XX es, hasta ahora, la máxima crónica de los horrores perpetrados por el ser humano en contra de sus semejantes. De todos ellos, entre una sucesión demencial que suma decenas de millones de personas –como tú, como yo–, el más destacado por los libros de historia, por la prensa y también bajo la pluma de escritores de diversos orígenes étnicos, es el que conocemos como ‘holocausto judío’, proceso planificado de aniquilación urdido por los nazis, que se llevó a cabo entre 1938 y 1945. Antes de eso, el pueblo hebreo sufrió matanzas llamadas pogromos, ocurridas en diversas naciones de Europa, con el subterfugio o disfraz de guerras religiosas y persecuciones heréticas.

Cordillera adentro

“…Mi infancia son recuerdos de un pasar feliz y tormentoso a la vez, ya que a los siete años comienzo a tomar conciencia de que existo, es decir que ‘soy’ en un lugar y circunstancias determinados”. (I.R.A)

Roser Bru (1923-2021)

“Sandías e higos en baja”

Roser Bru Llop era una de los dos mil setenta y ocho pasajeros, refugiados de la Guerra Civil española (18 de julio de 1936–1 de abril de 1939), que arribaron al puerto de Valparaíso, Chile el 2 de septiembre de 1939, a bordo del paquebote Winnipeg, cuya misión epopéyica había sido posible gracias a la visión, al esfuerzo y a la voluntad de Pablo Neruda y de su compañera, Delia del Carril, La Hormiguita, secundados por el diplomático chileno Carlos Morla Lynch. Si bien el gobierno del presidente Pedro Aguirre Cerda, obtenido por el Frente Popular, propició aquella honrosa empresa humanitaria, los verdaderos ejecutores de ella, que debieron sortear innúmeros escollos para llevarla a cabo, fueron Pablo Neruda, con su entusiasmo desbordante, y Delia del Carril, a través de sus contactos con hombres de negocios de Buenos Aires y de París, a los que convenció para sufragar buena parte del costoso propósito.

El silencioso consuelo de los libros

La peste que el murciélago desató entre los chinos, desde la nauseabunda proliferación de su cocina promiscua, ha devenido, tras el forzoso encierro de las grandes urbes, en beneficios impensados para la vida intelectual. Uno de ellos, el que a mí y a otros asiduos atañe, es una resurrección de los libros y del vicio impune que traen consigo: la lectura.

 

El tiempo de afanes cotidianos, de horas de transporte esfumadas para acceder a oficinas y reparticiones públicas, constriñendo el espacio cada vez más reducido del lector contemporáneo, obligado a ejercer oficios pedestres de subsistencia, se amplía de pronto como efecto real, para no abandonarse al desasosiego de esa amenaza aún no desvelada por la anónima ciencia del tercer milenio, sus investigadores y sus burócratas de la muerte.

 

Desde los anaqueles, se han desempolvado títulos que esperaban su turno impreciso, para hacer escuchar sus voces clausuradas temporalmente. Otros han llegado, llegan, por el correo ordinario o por el envío diligente de autores afectuosos o interesados en reseñas críticas; otros brotan desde la feracidad de las producciones electrónicas y sus formatos cada vez más amables…

 

Ya sé, amiga lectora, amigo lector, que nada reemplaza al objeto libro en su naturaleza originaria de papel encuadernado y oloroso, pero el ebook y su aparato Kindle ofrecen ventajas comparativas en la conjunción espacio, tiempo y precio.

 

Así, el Diario de un Escritor, de Dostoyevski, en versión íntegra, cuesta cincuenta mil pesos; en formato digital, seis o siete dólares, la décima parte, y no ocupa el espacio físico que amplifica el acopio de años de compras compulsivas, cuyo hábito suele dañar relaciones conyugales y expectativas de satisfacer otras necesidades.

 

Adquirí las obras completas de Fernando Pessoa, El Canon Occidental, de Harold Bloom, Memorias, de Simone de Beauvoir, Notas y Dietarios, de Josep Pla. Este autor catalán me fue recomendado, a comienzos de los 80, por Luis Sánchez Latorre, Filebo, lector formidable y universal, capaz de mantener un ritmo de lectura de seis, siete u ocho horas diarias; también me recomendó a Julio Camba, ese incisivo periodista español de la primera mitad del siglo XX, de acerada pluma y fino humor, desconocido entre sus pares y plumíferos de Chile. Ambos, Pla y Camba, padecieron una suerte de censura silenciosa en la España post franquista, debido a sus simpatías por el régimen del caudillo gallego; algo semejante le ocurrió a Borges entre los sectores progresistas de Latinoamérica, debido a su proclividad por dictadores entorchados. Pero el placer de leerlos va más allá de ideologías y partidismos.

 

En lo que va de este año y algunos meses, he leído interesantes libros sobre Irlanda, la patria de Wilde, de Shaw y de Joyce, textos de viaje de Javier Reverte y de Heinrich Böll, género o subgénero, si ustedes quieren, que me atrae mucho ahora, junto a diarios, memorias y ensayos; van quedando algo relegados los cuentos y las novelas, aunque leí hace poco los relatos de ese fino especialista que es Luis Alberto Tamayo, los alucinantes microcuentos de Lilian Elphik. También la novela breve, o nivola, como diría Unamuno, El viejo que subió un peldaño, de Jorge Calvo, uno de nuestros mejores narradores actuales; Unquén, el que espera, novela de Sergio Infante Reñasco, texto que me sorprendió por su capacidad de relacionar y fundir, en atrapante narración, diversos lenguajes de la tribu, rescatando sus identidades desde el lejano exilio. A ambos les debo una crónica para Cine y Literatura.

 

Si Irlanda cautiva, al igual que Galicia, tratándose de naciones desangradas por el drama de la emigración, ese cáncer social brotado de la pobreza ancestral del minifundio y del caciquismo colonizador, extendido en todos los continentes, en versión más acabada y exterminadora, por la expoliación capitalista, hay otra patria en donde se cometió uno de los más atroces genocidios de la Historia; me refiero a Armenia, víctima de un holocausto a manos de los turcos, bajo su agonizante imperio, en el año 1915, ha poco más de un siglo, cuya triste fecha conmemorativa es el 24 de abril (un día después del aniversario internacional del Libro), que coincide con las matanzas de armenios en Constantinopla. Luego de leer El Genocidio Armenio, de Matt Clayton, libro mal escrito, titubeante, lleno de lugares comunes, aunque de precisa información histórica, pasé a La Memoria de Ararat, un libro reportaje del catalán Xavier Moret, interesante y fluido, aunque sin mayor vuelo estético, semejante a otros muchos de su clase que se editan hoy por cientos.

 

El tercero me compensó con creces: Livro dos Sussurros, del escritor armenio Varujan Vosganian; lo leí en la versión portuguesa de Kindle, pues no se ofrece en castellano y en inglés me costaría mucho leerlo. Es una suerte de novela autobiográfica, entrañable, memoriosa hasta el más hondo sentido poético. Los susurros tienen para el autor y adquieren, en la complicidad de ambos agentes del fenómeno lectivo, diversas connotaciones, nacidas de la imperiosa necesidad de hablar en sordina, de bajar la voz y pronunciarlo todo en la cautela del secreto, debido al miedo de una sociedad en trance permanente de aniquilación y sojuzgamiento. Primero, bajo la feroz bota otomana; recién terminada la segunda guerra mundial, el sometimiento al poder soviético, en virtud de constituir enclave estratégico de la geopolítica mundial, sobre todo en ese periodo aciago de los dos mayores conflictos planetarios, cuando se enfrentaban las potencias rectoras del planeta, repartiéndose la esfera humana como una torta de cumpleaños.

 

Nacida en la encrucijada de Oriente y Occidente, como el primer estado-nación que abrazó el cristianismo, en el siglo IV, Armenia ha padecido casi dos milenios de vasallaje, que parecieron interrumpirse a partir de 1991, con la declaración de su –¿definitiva?– independencia, aun cuando no ha desaparecido la amenaza de sus dos vecinos beligerantes: Turquía y Azerbaiyán, ambos estados musulmanes.

 

Vosganian ha sido capaz, en Livro dos Sussurros, al modo de García Márquez con Cien Años de Soledad, de crear una gran novela-poema, quizá realzada, en este caso, por su traducción portuguesa. Pocas lenguas poseen esa enorme potencialidad poética que ostenta el idioma de Camoens, Pessoa y Saramago. El lector no deja de agradecerlo, mientras goza las páginas del libro, en procura de otros susurros, de otras tierras y de nuevos viajes al corazón de las palabras. Echa en falta no saber armenio, idioma antiguo y poderoso, muy cercano a la lengua de la divinidad, según sus hablantes que lo conservan, pese a numerosos intentos de exterminio, con la heroica voluntad de los pueblos que no se rinden al vasallaje cultural.

 

Quizá por primera vez, aunque seamos ya muy viejos, hemos experimentado la fruición de la lectura despojada del ansia de los libros que están a la espera de ser abiertos, tras el turno otrora anhelante de desflorar sus palabras en la perspectiva de futuros placeres y expectativas de conocimiento. Así nos recomendaron Borges y Cortázar, desde sus distintas experiencias creativas y estéticas.

 

¿Cuánto llevamos leído? Mucho; tal vez poco, si miramos las inmensas bibliotecas, si atendemos a las múltiples incitaciones con que nos bombardean a diario. Apenas son unas cuantas líneas de la biblioteca infinita. Hemos deletreado el tiempo traducido en páginas y su medida permanece en la forma amada del libro. De manera que la última puerta que vamos a cerrar, según Borges, será la página postrera, vuelta en el pliegue de su ala de pergamino. Ojalá sea propicia también la última palabra pronunciada.

El lenguaje de la música en el cine

Escuchando al Cine Chileno; Las películas desde sus bandas sonoras (1957-1969); José María Moure Moreno

La más enigmática y universal de las artes, la música, ha servido de base y de complemento a otras expresiones artísticas, desde tiempos inmemoriales. Los poetas, los vates, los rapsodas y los trovadores, cantaban sus versos, himnos, epifanías o elegías, acompañados de un instrumento, no para matizar su canto, sino para otorgarle un brillo distinto, para que las palabras resonaran, más allá de su prosodia particular, en la vibración pánica de todas las cosas del universo.

Geografía de las palabras

En la noche del 20 de diciembre de 1849 un violentísimo huracán azotaba a Mompracem, isla salvaje de siniestra fama, guarida de temibles piratas situada en el mar de la Malasia, a pocos centenares de kilómetros de las costas de Borneo”. 

(Sandokán; E. Salgari)

Carmenza, una mujer excepcional

“La historia de vida de mamá, la Carmenza, pudo haber sido en blanco y negro. Ella optó por vivirla en colores. Incluso cuando el viento y la lluvia le volaban los sueños, ella era capaz de ver, en algún rincón, el arcoíris”.(Carmen Ortúzar Meza)

Temprano madrugó la madrugada…

A Eduardo García Marchant, amigo y cuñado.

Apelo a un verso entrañable de Miguel Hernández, para titular esta crónica, memoriosa y lacerante; cuatro sencillas palabras que, en precisa conjugación, expresan poéticamente el concepto de la muerte prematura. Es parte de su ‘Elegía a Ramón Sijé’, “a quien tanto quería”, su camarada y confidente perdido en la flor temprana de juvenil amistad.