A veces, la mirada del otro nos sorprende. Imágenes asumidas como reales se vuelven de pronto difusas, dudamos de su existencia o intentamos verlas desde otra perspectiva. Si dichas imágenes son fantasmas del pasado personal, o colectivo, cercanas a nuestros sentimientos más íntimos, aquellos que ayudaron a definir nuestra identidad, la intención de ese otro nos resulta inquietante, sospechosa de querer mostrar una historia diferente.