Uno de los principios de la ecología es consumir lo local. En esta época globalizada-bobatizada, poner en nuestra mesa un pollo canadiense es un crimen contra el ambiente: un avión, un barco, un camión y más tarde nuestro automóvil lo transporta hasta nuestra mesa, despreciando el consumo energético que representa y empobreciendo al pequeño productor local, que no podrá competir con productores de millones de pollos alimentados