En el antediluviano tocadiscos empotrado en el rincón más oscuro de la casa en la vereda, Carlos Montero, un pibe de honduras milongueras, malecones empotrados, canta mientras recojo sus palabras envueltas en flor de azahar.“Era más blanda que agua, / que el agua blanda, era más fresca que el río, naranjo en flor... / Y en esa calle de estío, / calle perdida, / dejó un pedazo de vida / y se marchó”.