El escritor gallego, autor del libro ‘Construyendo Babel’, cuenta su experiencia como emigrante

Hilario J. Rodríguez: “No es cierto que al poco de llegar a un país te sientas como parte del lugar, y menos en Latinoamérica”

‘Construyendo Babel’ es la historia inventada de Hilario J. Rodríguez, vinculada fundamentalmente a los libros que dan sentido a su vida, así como su biblioteca, que hoy tiene sitio fijo en Guadalajara. Como buen gallego –nació en Santiago de Compostela–, conoce la emigración, comenzando por Londres y más tarde la de Estados Unidos, donde, al llegar, “te toca lo peor”. Después de recorrer más de un centenar de países, le entra a veces la tentación de levantar el vuelo otra vez, pero será que ha llegado también para él el momento de empezar a sentir la caída de la noche.

Hilario J. Rodríguez: “No es cierto que al poco de llegar a un país te sientas como parte del lugar, y menos en Latinoamérica”
Con turbante
El escritor Hilario J. Rodríguez.

“A todos nos gusta salir a descubrir el mundo para volver después a casa, cuando cae la noche; si no la encontramos, nos sentimos perdidos”. La frase, del escritor Hilario J. Rodríguez, está pronunciada desde la certeza de alguien que comenzó su andadura por el mundo con 20 años y percibe como “una tragedia del ser humano contemporáneo” el hecho de que “nunca volveremos a casa’. 

J. Rodríguez, gallego de nacimiento y residente en Guadalajara, eligió Londres como primer destino de su aventura como emigrante y la experiencia, que duró seis años y le permitió ganar el dinero suficiente para cursar en España estudios superiores de Filología Anglo-germana y Filología Hispánica, le dio el impulso necesario para trasladarse más tarde a Estados Unidos, donde residió más de una década, impartiendo clase en Los Ángeles, Chicago, Nueva York y Virginia Occidental.

En su caso, “iba con las espaldas cubiertas”, a dar clase, por lo que me podía considerar “un emigrante privilegiado”, reconoce el escritor, quien se muestra en desacuerdo con la idea de que a poco de llegar a un país se pueda uno sentir “como parte del lugar”. Eso no es así”, remarca, y “menos en Latinoamérica”, donde siempre “tenemos que justificar la historia de esos países en relación con España”. Incluso, apostilla, “en tu país, te puedes sentir extranjero”.

Fruto de toda una vida ocupada en la lectura, a la que cabe sumar su experiencia como emigrante y los viajes realizados por más de un centenar de países, es su novela ‘Construyendo Babel’ –“Hay quienes la consideran un ensayo”– que vio la luz en 2004 y que ahora sale reeditada, revisada y ampliada. “Una especie de pirámide”, dice, donde “lo importante” está más que nada “en la estructura”. Porque, lo que narra –por más que esté bien contado y despierte entusiasmo– “son acontecimientos que le pueden pasar a cualquiera”, reconoce. En su caso, comenta, “procuro no contar cosas inverosímiles y que el lector vea qué hay detrás”.

Su escritura surge como consecuencia de un hallazgo: una gramática de lengua akroá –se hablaba en Bahía (Brasil) y hoy está casi extinguida– que apareció en la biblioteca de su padre y que provenía de un tío paterno que habría vivido un tiempo en Portugal y más tarde en Brasil.

La casualidad de entonces le llevó a dar forma a este relato de historias en las que entremezcla reflexiones y vivencias personales con anécdotas y datos que ensalzan la creatividad de los escritores que llenan las estanterías de su selectiva biblioteca. “Sus frases son bombas si uno las lee con calma y repara en su verdadero significado”, afirma, en el relato titulado ‘Infancia’. La suya, como la de tantos otros que despertaron al mundo un poco en la dictadura franquista, un poco en la transición, estuvo marcada por la rectitud que en aquel tiempo emanaba de la figura paterna, a quien supo perdonar con el paso de los años. 

Fue el demógrafo Hilario Manuel Rodríguez Ferreira –del que su hijo resalta el haber sido “el catedrático más joven de la historia de España”–, “un iluminado”, preocupado por “construir un sistema sostenible” orientado a que “no consumamos tanto, porque puede llegar un momento en el que no tengamos tanto”. Invirtió buena parte de su vida a trabajar en una tesis doctoral “que nadie sabía de qué trataba”. “Yo fui el único –dice– que leyó los cinco tomos, que trataban sobre las migraciones en el Morrazo”, donde muchos de sus habitantes “habían sido empujados a abandonar el hogar”. Ideaba un modelo en el que “la emigración no tuviera cabida”. Lo que en realidad estaba haciendo, apunta Hilario hijo, era “ordenar” el fenómeno de las migraciones en esa zona, porque “le parecía triste el tener que dejar un sitio para situarse en otro”. “Si ya se sentían humillados en su propia tierra, cómo podrían sentirse fuera”, dice que fue su conclusión.

Ser capaz de llegar a este punto le pareció al autor de ‘Construyendo Babel’ algo “tan hermoso” y al mismo tiempo, le produjo “tanta pena que los demás [se refiere a sus hermanos] no tengan interés en esa tesis”, que ha decidido sacarla a la luz. Por eso, el libro “está en la base de todo esto”, asegura el escritor, proveniente de una familia cuyos miembros no se han librado de la experiencia de abandonar el hogar, sobre todo, por razones políticas. Tras la guerra civil, se repartieron entre Venezuela, Cuba, México y Argentina, y también por Francia, donde recaló como exiliado su tío abuelo y escritor, Luis Bazal.

Con rumbo a Venezuela partieron sus abuelos con su madre quien, durante un viaje de vacaciones a Galicia, se encontró con su padre. Se enamoraron, se casaron y se trasladaron a vivir al país bolivariano. Pero consciente el abuelo de la valía intelectual de su yerno, animó a la pareja a volver a España, donde el hombre se ocupó en estudiar, al tiempo que enseñaba a leer y escribir a adultos.

Instalada en Os Concheiros –lugar próximo a Santiago de Compostela–, donde nació Hilario, cuando este contaba cinco años de edad, la familia dio el salto a la ciudad, a la rúa do Vilar y a la rúa do Home Santo. Hilario padre también gestionaba entonces en la capital compostelana una biblioteca y fue a partir de ello que “los libros comenzaron a tener importancia” en la familia. Por aquel entonces, era sabido que “los libros daban prestigio social”; daban la imagen de que los padres “se preocupaban de que los hijos tuvieran una educación”, y más allá de ese prestigio al que alude, Hilario se enamoró de ellos, no tanto de los que salieron de las plumas de Cervantes, Quevedo o Góngora, como de los cómics, de la novela negra, y de Robert Louis Stevenson, Jules Verne, Emilio Salgari, Carson McCullers, Henry Miller, Hermann Hesse, Patricia Highsmith o Edgar Alan Poe. Luego vendrían los demás: Thomas Bernhard, Simone Weil, Gabriel Marcel, Maurice Maeterlinck, Miguel Espinosa, entre otros muchos.

“Para mí –asegura–, tener una biblioteca es algo parecido a tener un álbum de fotografías muy peculiar, en el que la infancia y la vejez se confunden”. 

Los álbumes... esos libros que componemos con imágenes de familia, “lo que nunca se ve en ellos son los momentos de desdicha”, comenta. “Fijan la memoria de manera caprichosa” y “entre una foto y otra hay un abismo en el tiempo y en el espacio”. Los álbumes, prosigue, “dan cuenta de cómo la historia de las familias, desde finales de los 50, es una especie de relato fantástico y no se sabe qué ha sucedido de un lugar a otro, porque, de repente, aparece una foto en un pueblo y al lado, otra en otro país”.

La emigración, que obligó a abandonar el lugar de origen a millones de españoles, es lo que está detrás del desconcierto que produce una rápida mirada por los álbumes, también al suyo propio, porque, pese a la incomprensión y desasosiego que ese fenómeno social había despertado en su padre, él también se sintió emigrante, sobre todo en Estados Unidos. “Cuando llegas a un lugar nuevo necesitas el cariño de la gente, pero cuando llegas a Estados Unidos a trabajar eres un americano más y te toca hacer lo peor. Eso te lo dejan bien claro al llegar”. Lo que en realidad buscan con esta actitud, según pudo constatar, es que “te sientas americano de verdad” y no tengas “ningún privilegio”.

“Si no somos capaces de entender a los demás, la vida va a ser muy difícil”

Profesor, con amplia experiencia en el mundo de la enseñanza, su contacto con los jóvenes obliga a Hilario J. Rodríguez a reflexionar sobre la repercusión que tendrá la huida hacia adelante como única salida para afrontar los problemas sociales y personales del momento. Alude, en concreto, a los estragos que en algunos adolescentes está causando la ley trans, que permite un proceso de transformación del cuerpo a una edad en la que se carece de formación suficiente para adoptar una decisión tan trascendente. Afianza su reflexión en el caso de un alumno, de los más brillantes de cuantos ha tenido, al cual, convertirse en transexual, provocó mayor desconcierto, trauma y problemas psicológicos que los que venía padeciendo. “Hoy no sé qué ha sido de él, porque ha dejado de venir a clase”, lamenta. Por eso, ante situaciones de este tipo “no debemos negarnos a escuchar, pero sí a participar”; “la sociedad –prosigue– no debe creer que tenemos el deber de superar el problema”.

Reflexiona también sobre algunos de los aspectos que marcan la vida en la sociedad moderna. “Antes se formaba a los jóvenes sobre lo que necesitaban para afrontar el destino”, pero “el dominio de las tecnologías”, por un lado, y la “falta de empatía” por otro, “van a traer problemas”. Por de pronto, “el número de enfermedades mentales en niños entre los 12 y 14 años es enorme”, apunta. “Si no somos capaces de entender a los demás, la vida va a ser muy difícil”, concluye el profesor, quien apuesta por una vuelta a la literatura para reconciliarse con el mundo.