Opinión

En el turismo hay una característica administrativa que hace muy peculiar a Galicia: la dependencia directa del presidente, y así ha sido con Manuel Fraga y los es con Alfonso Rueda. Desde que el León de Vilalba, un hombre que puso a la España autárquica de Franco en el mundo –‘Spain is different’–, tomó posesión de la Presidencia de la Xunta, el 5 de febrero de 1990, la economía gallega tuvo, junto a la moda o la pesca, su tercer eje esencial en la “industria de la felicidad”, como la llama Amancio López Seijas.

La barra frenteamplista del “Rover” está de luto ya que falleció un honrado luchador que siempre fue motivo de inspiración para sobreponerse a las adversidades que soportó la República Oriental del Uruguay en los últimos 50 años. El Pepe salió de la oscuridad para alumbrar con su ética luz en el camino de consolidación democrática en armónica convivencia social.

Además de Florián de Ocampo –Cronista de Carlos V, de linaje gallego– y sus conocimientos historiográficos acerca del dios Breogán, junto con las “glosas” de Joan Anio o Joan de Viterbo, existe otra fuente de propagación de tales tradiciones. Pues, en efecto, el hecho de que España intentara ayudar a Irlanda, sin comprenderla, a juicio de Mathew, manifiesta unas estrechas relaciones de nacionalidad. A este propósito dedicó un libro el notorio historiador Emilio González López, quien tantísimos datos compilara sobre este tema. Hagámonos ahora la siguiente pregunta: ¿cuáles fueron los más significativos episodios de estas relaciones, en Galicia? La estancia de Stukeley en Viveiro en 1570 o la formación del Cuerpo de Voluntarios para la expedición Fitzmaurice en 1579.

“Hay hombres que tienen cierta locura heroica y empeñada cuando se proponen realizar una idea. Así, aquella mañana del 22 de noviembre de 1520 debió parecer un desatino a los capitanes españoles, harto menos sedientos de gloria pura que el valiente y porfiado portugués. Magalhães había...
O poema ‘A Rosalía’ de Manuel Curros Enríquez, representa unha homenaxe a quen podemos considerar a primeira gran cantareira de Galicia, Rosalía de Castro. Nel destácanse a xenialidade e a creatividade da poeta e folclorista que soubo recoller a tradición oral galega e elevala o cume da...

“Tal é o trazado do ‘Himno’ en que o cantor dos ‘Rumores’ e dos ‘Queixumes’ espallou pra os galegos a verba dos arbres benqueridos da súa terra, aqueles mesmos do ‘pinal de Tella espeso’ que invocaba o cativo bergantiñán de ‘A Campana de Anllóns”, recapitula el admirado escritor y profesor, siempre en nuestra memoria, Don Xosé Fernando Filgueira Valverde en su estudio monográfico O Himno Galego: Da “Marcha do Reino de Galicia” a “Os Pinos” de Veiga e Pondal, Caixa de Pontevedra, Pontevedra, 1991.

Formidables pensadores de la libertad, esclavos del pensamiento y de la pluma, amigos del desafío, profetas de la rebelión sin proponérselo, insurrectos proclamados, pasquín sin estatua, sacos terreros acribillados de insolencias... Ellos, y no otros, pensaron un mundo mejor, diferente al suyo y al nuestro. Fracasó en parte su utopía, por eso lo eran, pero desde su ceniza y su recuerdo, en su presencia, su verdad permanece.

“He leído cientos de libros que me mostraban las necesidades de Chile, la importancia de Chile, el orgullo de ser chilenos: ninguno de ellos me hizo sentir el placer de ser chileno. Por lo menos, yo no supe gustarlo hasta que escribí el mío”, asevera, ni corto ni perezoso, Benjamín Subercaseaux en el ‘Prólogo’ de su libro Chile o una loca geografía, Editorial Universitaria, Santiago de Chile, abril de 1988, cuya primera edición corresponde a la ‘Empresa Arcilla, S.A.’, año de 1940. Esta sexta edición de ‘Editorial Universitararia’ corresponde a la décimonovena edición de la misma obra.

Moito é o que me doe ver que na xenerosa terra arxentina elixiron a un mandatario para estragar o que fixo da patria de San Martín un acolledor lugar onde abrían as portas para que as familias galegas erguesen o seu futuro nas beiras do Prata. Non se entende que instalen no poder a un grupo de sinvergonzas que ofenden aos esforzados avós que suaron na procura dunha mellor educación, sanidade e convivencia social para os seus descendentes.

Si en el segundo “estadio” del ‘Himno Galego’ los pinos dirigen a Galicia su respuesta, contemplándola abrazada de verdor, esto es, al mismo tiempo la evocación agraria y el símbolo de esperanza, y con buen destino, “afiuzada polos astros”, Galicia siempre valerosa, erguida de vetustos “castros”, ahora debe volver a su acorde, teniendo como aguijón el mismo ultraje que la leyenda negra arrojó sobre ella: “o fogar de Breogán”. Nos encontramos ya en el tercer “estadio”, mientras continúan hablando “os piñeiros”. Ellos distinguen a aquellos que comprenden su voz y “maltraen” a quienes no saben comprenderla, que son “os fillos desleigados”.

“Esta é a madrugada que eu esperava/ O dia inicial inteiro e limpo/ Onde emergimos da noite e do silêncio/ E livres habitamos a substância do tempo”. La expresividad cercana del portugués escrito hace comprensible el poema ‘25 de abril’ de Sophia de Mello. La revolución fue una primavera, el abrir las ventanas a la libertad clara, diáfana, atlántica, europea, de un Portugal que se sabía como el tesoro enterrado y dispuesto a ser descubierto, para compartirse con el mundo en su vocación ibérica, europea, lusófona y también universal. Lo aparente pequeño se transformó así en un cosmos esperanzado, lleno de joyas de gran atractivo cultural y turístico, amable y humilde en sus buenas gentes.

“Es más fácil escribir un libro que tratar de explicarlo. En verdad, las geografías no necesitan de un prólogo para ser entendidas, y esta precaución es de rigor solamente en aquellos libros que salen un tanto del marco habitual”, afirma Benjamín Subercaseaux en su obra Chile o una loca geografía, Editorial Universitaria, 6ª edición, Santiago de Chile, abril de 1988. Obra que fue publicada originalmente por ‘Empresa Ercilla, S.A.’, 1940, siendo esta sexta edición de Editorial Universitaria correspondiente a la 19ª edición de la misma.

En su discurso, pronunciado bajo el título de ‘Elogio de la lectura y la ficción’, en el acto de recepción del premio Nobel de Literatura, en Estocolmo, 7 diciembre de 2010, sentenció que “la literatura crea una fraternidad dentro de la diversidad humana y eclipsa las fronteras que erigen entre hombres y mujeres la ignorancia, las ideologías, las religiones, los idiomas y la estupidez”.

Cuando me encuentro a Alfredo Conde, y suele ocurrir con cierta asiduidad buscada, al menor descuido le solicito un dibujo. Lo hago desde que guardo en la memoria un bosquejo de mi rostro que me hizo a vuelapluma, al albur de un jurado de unos premios de cuentos infantiles promovidos hace ya décadas por un injustamente olvidado Enrique Beotas.

El segundo “estadio” del “Himno Gallego” –el poema ‘Os Pinos’ del bardo Eduardo Pondal– está dedicado a los hermanos de Portugal, con una mención de Luiz de Camoens, el perenne autor de Os Lusíadas, la epopeya lusitana, que él poseía entre sus amados clásicos: “Os bos fillos do Luso/ nos vosos sons, ¡oh pinos!/ len os outros destinos,/ cun ardoroso afán,/ len nos rudos acentos/ do vate lusitano,/ no verbo soberano,/ dos fillos de Breogán”. Y el tercer “estadio”, la preocupación por los emigrados, quienes “peregrinan” y que, en una versión, son “dispersos”, en la variante que solicita sean liberados de los adversos destinos: “Xuntos, ceos, sostede/ ós celtas, que, a millares,/ por terras e por mares, peregrinando van:/ facede que se cumpran/ nos fortes peregrinos,/ os futuros destinos/ da raza de Breogán”.

“Yo no sé que haya un empleo mejor de nuestras potencias que decir el terrón natal: cuando escribimos en la América con pretensiones de universalidad, suele parecerme un vagabundaje sin sentido, un desperdicio de la fuerza y un engaño infantil de nuestras vanidades criollas”, escribe la perenne poetisa y premio Nobel de Literatura (1945) Gabriela Mistral en ‘Contadores de patrias’, el prólogo del libro Chile o una loca geografía, editorial Universitaria, Santiago de Chile, 6ª edición, mes de abril, 1988, cuyo autor es Benjamín Subercaseaux. Imprescindible obra que originalmente fue publicada por ‘Empresa Ercilla, S.A.’ en 1940. Esta sexta edición de editorial Universitaria corresponde a la décimonovena edición de la misma.

El vate de Ponteceso Eduardo Pondal no deseaba escribir para el ‘Himno Galego’ una página débil y lacrimosa. Lo expresó varias veces: por una parte, “e pois eu aborrezo os vulgares propósitos”; por otra, “non lle cantes cantos brandos pra adormecer ó rapaz”. Incluso en el propio ‘Himno’ lo sostendría: “Estima non se alcanza/ cun vil xemido brando…”. Frecuentes son en sus versos caracteres de poesía civil, también hímnica. Recordemos: “Honrados e duros, e fortes galegos…”. O bien: “Boandanza, saúde, raza de Breogán”, que nos muestra un desarrollo afín al de ‘Os Pinos’, además sobre idénticos motivos.

O meu amigo Monterroso Devesa leva uns vinte anos sen pasar o inverno na Coruña, a súa cidade de nacemento, xa que prefire gozar do solleiro verán na capital da República Oriental do Uruguai. En Montevideo e perto do Parque Rodó e da praia Ramírez, ten un apartamento desde o que toma mate (sempre sen azucre) mirando ao do Río da Prata. As voltas da vida levaron a Xosé, collido da man de María Teresa Devesa Juega, ata un afastado lugar no norte uruguaio (Tacuarembó) onde naceran unha parte dos seus avós maternos. Alí cursou primaria e secundaria e logo en Montevideo fixo o bacharelato e comezou os estudos de Dereito que foron interrompidos polo seu retorno a Galicia. Aprobadas unhas oposicións ao ministerio da Facenda estivo traballando en Madrid, Cáceres, Xixón e A Coruña.

El acto de cocinar invita a la reflexión, a quienes lo hacen con amor. Sin duda, hablar de comida es más que recetas, incluye poesía, alimentos del espíritu, cuestiones sociales, ritos propios y ajenos; se trata de recordar los primeros fuegos, especialmente aquellos que cocieron lentamente los caldos que nunca olvidamos, y la ceremonia que unía el acto de comer con la comensalidad, misa pagana en la que compartimos pan y anhelos. Hablar de comida, extender la conversación en animada y pacífica sobremesa, es recrear la esencia de lo humano, lo que diferencia el acto de comer con el engullir del resto de los animales con los que convivimos en el planeta.