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Nos llega una postal de un pueblecito de la baja Andalucía, y uno siente el aire marino bajo los promontorios, sobre pinos negros, casitas blancas pintadas de cal y en cada esquina, ventanal o en el mismo suelo formado de guijarros, macetas de geranios, valerias salvajes, petunias, azaleas, y rosas cuyos tallos parecen subir por las paredes, mientras unas zapatillas blancas se adormecen.
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