Opinión

Estamos en Gerês-Xurés, la Reserva de la Biosfera Transfronteriza. He aquí los testimonios de la relación entre el ser humano y la Naturaleza, entre valles y colinas. Son los bosques y los extensos altiplanos donde se perpetúan marcas de esta simbiosis que se extravía en la infinitud del tiempo. Aquella que dilata sus tesoros en medio de los tesoros naturales que otorgan forma a la propia identidad de este admirable y hermoso territorio en que confluyen diversos escenarios bucólicos y geórgicos, aptos para descubrirlos en la geografía de Galicia y Portugal.

Un viaje de seis horas de AVE, 22 horas de vuelos entre Panamá y Madrid y las consabidas esperas aeroportuarias, todo en tres días, para acudir al I Foro de Economía Eurolatino de EDITORED y el diario La Prensa, no pudieron haber sido mejor invertidos que en la lectura de ‘El Pacificador’, la novela de Francisco Suniaga, sugerencia y regalo de Isaac González, expertos conocedores ambos de Sudamérica.

Fábrica de fume. Frase llamativa. Inquietante y emotiva, me remite a un tiempo en que las chimeneas de las fábricas lanzando humo eran símbolo de progreso y trabajo, pero fume también nos recuerda al botafumeiro, y aquí mismo a orillas del Rio de la Plata, a los nefastos vende humo de la vida.

Al margen de los sectores más privilegiados, en Santiago de Chile solamente existen “islotes” de nuevas poblaciones y “villas” donde apenas pudiéramos hallarlas. La Catedral, abajo. Ñuñoz, alto. El barrio de San Cristóbal. He ahí las floraciones de la estrenada ciudad de Santiago, que habrá de acrecentarse tiempo después a través de sus “centros” menos poblados. Pues, en verdad, Santiago exhibe una singularidad: la de carecer de “transiciones”. Así, en Morandé y Amunátegui –calles muy céntricas– nos encontramos próximos al “Mapocho”, un arrabal de contrarias características. Cerca de la Cárcel, oteando la luz del poniente, se sitúan casas y bodegones de un piso, techo de tejas y algún hermoso farol que se quedó huérfano de luz, frente al todopoderoso “foco eléctrico”. También, taciturnas cantinas y puertas entornadas que esconden algún camastro en una “pieza” más baja que la acera.

O paso do tempo fai que medre en min o agradecemento que merecen os cidadáns da República Oriental do Uruguai que en novembro de 1958 reciben a un neno emigrante que viaxa da man da súa nai para reunirse co seu pai nun lugar chamado Montevideo. Coido que con cinco anos non entendemos nadiña da emigración e por tanto tampouco nos afecta a morriña. Axiña, os recordos da aldea foron esvaecendo. O ingreso nunha nova realidade fai que centres a túa atención no que tes diante dos ollos para ir gardando no arquivo as imaxes e os sons que serán a túa compaña no escenario montevideano. Os recordos eran para os folladiños que me facía a avoa Concepción e tamén para o chocolate que mercaba na feira de Baio. O desembarco na capital uruguaia tivo lugar o xoves 27 pero a entrada sentimental foi na tarde do domingo 30, na casa de Ramón de Castromil. Aquel domingo é inesquecible.

La firma del Decreto de Erección –el acto formal por el que la autoridad eclesiástica establece canónicamente y dota de personalidad jurídica a una nueva entidad dentro de la Iglesia Católica– y los Estatutos de la Fundación Educativa Ultreia por monseñor Francisco José Prieto Fernández, arzobispo compostelano, ha sido una toma de posición intelectual y espiritual de primer orden. Al denominarla con ese vigoroso grito jacobeo, ‘Ultreia’, el prelado nos ofrece una brújula en medio de un laberinto digital y una sociedad asediada por la polarización, buscando orientar y responder a los desafíos de presente y futuro de los colegios vinculados a la diócesis.

La visita al IES Eduardo Pondal de Ponteceso ha sido, más que una lección, un diálogo fecundo, un encuentro con el futuro a la orilla del Atlántico. Como señalara el Bardo de Bergantiños, Eduardo Pondal, en una estrofa el pino es el alma que nos habla, sueña, se mece, duerme, canta, encuentra su ser en contacto con la brisa marina...

La ‘Vía de la Plata’ o ‘Camiño Mozárabe’ representa el cordón umbilical entre el espíritu del Sur de los campos andaluces y extremeños y la consagrada ‘Fisterra’ de Galicia. Dilata la ‘calzada romana’ denominada ‘Vía de la Plata’, que engarzaba Emerita Augusta –la actual Mérida– con Asturica Augusta, esto es, la hoy Astorga. Esta ‘vía’ fue trazada a inicios del cristianismo, aprovechando, eso sí, caminos de mayor antigüedad. En Galicia entra por ‘A Mezquita’ para continuar hasta Ourense y, desde aquí, a Santiago de Compostela. Son 254,3 quilómetros en su itinerario por Verín. O bien 223,2 quilómetros por Laza. O bien 198,1 quilómetros por Feces. El hecho es que se trata del ‘Camiño Xacobeo’ de mayor recorrido.

Tal vez no sea imposible escribir sobre el libro ‘O país invisible’, aunque no lo hayamos leído, si hemos seguimos por muchos años las huellas del autor, especialmente las relacionadas con la materia de este ensayo, la emigración, en los artículos y entrevistas de Arturo Lezcano, periodista viajero, observador atento. El título de su flamante obra, enseguida me recordó dos de sus artículos incluidos en la revista-libro ‘Gaviero da nosa identidade’, editada por la Fundación Galicia-América, Delegación Arxentina, entre 2006 y 2007, donde yo mismo participé con una breve nota sobre ‘Gastronomía e Identidade’. Se titulaban, las colaboraciones de Arturo, ‘O país concéntrico’ y ‘Un mundo portátil’, y en ellos impactaba cómo ya se focalizaba en una suerte de emigración permanente de él mismo como corresponsal, y en la visibilización de miles de seres anónimos, invisibles, que hacían posible la Galicia Universal (o Ideal según concepto acuñado por Castelao refiriéndose a Buenos Aires) a lo largo y ancho del planeta, promoviendo nuestra cultura, perpetuándola en los países de acogida. Impactaban sus reseñas precisamente porque su mirada no se limitaba a la acción de las grandes instituciones del colectivo, o de sus dirigentes, sino que incluía la presencia de los invisibles, hombres y mujeres de a pie, guardianes de la memoria detrás de un mostrador, una máquina de coser, encima de un andamio, o dentro de un barco de pesca.

El chef Martín Berasategui está celebrando sus 50 años entre fogones, que es el tiempo que lleva dedicándose a la cocina desde que empezó muy joven en el restaurante familiar, El Bodegón. Sus colegas de profesión le han rendido en Marbella un gran homenaje por esta trayectoria.

Os anos pasan pero non esquezo a alegría que sentía en novembro de 1958 cando embarquei no porto da Coruña no Cabo de Hornos. Despois do adiamento da viaxe por mor do encontro cunha loba nun monte da miña aldea de Tines (Vimianzo) ía camiño de Montevideo, ben collido da man da miña nai (Valentina de Xan) para atoparme con meu pai (Xesús do Rei). Foron vinte días de travesía –do 7 ata o 27– nos que o pasei mal polos mareos cotiás e só comía algunha froita xa que o ulido do comedor facíame vomitar.

“Hablábamos de las minas. A pocos quilómetros de la capital, tenemos un importante centro minero: La Disputada de las Condes. Ya no volveremos a encontrar minas importantes más al sur, excepto Sewell, porque estos dos reventones metálicos son la última réplica a la locura mineral de los Andes norteños”, leemos en las páginas del libro Chile o una loca geografía, cuya autoría responde al imborrable geógrafo e historiador chileno Benjamín Subercaseaux, publicado en Editorial Universitaria, Santiago de Chile, sexta edición, abril de 1988.

“En definitiva, se trata de un intento cumplido de restablecer el recuerdo amable de la vida cotidiana en una concreta zona de los Llorones como ‘Cotomodón’ o ‘Cotomondongo’ que, dentro de sus estrechos límites superficiarios, tuvo y tiene hoy, aunque con una configuración urbana completamente distinta, una trascendencia notable en el actual desarrollo de nuestra ciudad, para cuya reconstrucción su autor se vale de un lenguaje ágil, directo, ameno y desprovisto de toda artificiosidad que facilita enormemente su lectura y comprensión”, leemos en el ‘Prólogo’ del libro titulado Entre café, espuma y confidencias en el “Bar León” y su entorno. Memorias de un barrio vigués mediado el siglo XX, escrito por Víctor M. Areal Méndez, cuya autoría corresponde a Fernando Ferreira Priegue –antiguo compañero de estudios escolares en el Colegio ‘Maristas del Pilar’ de Vigo–, dibujante técnico industrial, con especial interés en las Artes Plásticas, Musicales y Literarias.

La Camelia, esa flor que anhela la perfección de la rosa y se reconforta en su propia evanescencia, ha completado su ciclo vital en el Pazo Quinteiro da Cruz de Ribadumia. Ya no es solo la reina ornamental que adorna los Jardines de Excelencia Internacional, ni la valiosa Camellia sinensis que produce un “té de autor” pionero en Europa. Ahora, la flor se ha transmutado en un espacio: una Casa del Té que encarna el principio japonés de Jaku (Tranquilidad/Serenidad), sirviendo como la “bebida que da de beber al alma”, en palabras de su promotora, Beatriz Piñeiro.

A arte é ese enigma que se busca e non se atopa, como ben sinala Francisco Leiro no documental ‘Sísifo Confuso. Trabajos y días de Francisco Leiro’, e na obra do seu predecesor e paisano, Francisco Asorey (1889-1961), a busca atopou un camiño, unha ruta que o fixo ser considerado un dos renovadores da arte galega e figura chave da escultura española do século XX. Coa inauguración da exposición ‘Francisco Asorey, unha recuperación necesaria’ na Cidade da Cultura, en Santiago de Compostela, co presidente Alfonso Rueda e o conselleiro de Cultura, José López Campos, comeza un necesario e profundo reencontro co seu legado, que se estenderá ata o 5 de abril de 2026.

“El País de la Senda Interrumpida” –así nombrado por el geógrafo chileno Benjamín Subercaseaux en su clásico libro Chile o una loca geografía, Editorial Universitaria, abril de 1988– alberga a una numerosa población agrupada en la proximidad de los ríos. En Atacama las infinitas soledades desérticas no permiten más de un habitante por quilómetro cuadrado; en Aconcagua, en cambio, donde existen núcleos humanos tales como La Calera, Quillota y Lunache, éstos ya alcanzan 25 por quilómetro cuadrado. El hecho es que las ciudades de Copiapó, Huasco, Vallenar, Illapel, Ovalle, La Serena, San Felipe y Los Andes son, excepto, quizás, La Serena, meros conjuntos de seres humanos con sus polvorientas calles y sus nostálgicos muros coloniales, impíamente calcinados por el sol.

Mientras recorremos las hermosas y nobles tierras del Salnés, meditamos en la travesía de su historia. Así, en 1523, con la reforma de los monasterios en Galicia, el de Armenteira se incorporó a la congregación de Castilla, de manera que tuvo una etapa de reorganización interna que, asimismo, repercutió en sus posesiones. La comarca fue también hospedaje de familias tan ilustres como las de Soutomaior y Ulloa; más tarde, de los Monterrei y, al cabo, de la insigne Casa de Alba. No sería en vano recordar que la Iglesia Compostelana continuaba ejerciendo su jurisdicción sobre estas tierras hasta el siglo XIX, en que le quedaron reducidos sus derechos por un decreto de las Cortes.

Algo máis que a vontade, o compromiso certo con Galicia, fai que participe no acto de presentación do novo concerto de Milladoiro en Madrid. Teño apetencia de saudar a Moncho García, despois de tantos anos da nosa colaboración nos medios públicos galegos. Eran tempos nos que naceu unha implicación certa de proximidade coa cultura do país e era posible presentarlle a Carlos Núñez a Julio Iglesias, e que este o convidase ao Royal Albert Hall, e que alí coñecese a The Chieftains capitaneados por Paddy Moloney, e comezase un fío de prodixios musicais que se estenderon polo mundo; cando era posible facer cantar a Los Panchos en galego e esgotar ese disco en Francia ou no Xapón; ou... que nacese unha industria, a audiovisual, chamada a dar mil alegrías e a descubrir mil valores como as primaveras.

Continuando nuestro viaje por tierras de la comarca de la Ría de Arousa, hemos de evocar cómo en el siglo VIII y posteriores estos paisajes sufrieron los ataques de pueblos llegados del norte y sur de Europa. Ya los normandos, ya los sarracenos, llevaron a término incursiones sin cuento en toda esta zona costera, de modo que se levantó una torre de vigilancia en A Lanzada, donde se encendían enormes hogueras que eran vistas desde San Sadurniño. De idéntica manera, ésta comunicaba con ‘As Torres do Oeste’ –en Catoira–, alertando así a la ciudad de Santiago de Compostela de posibles invasiones.

Ante la inmensidad de Maruja Mallo uno cae en la tentación del exceso. Ante ella y ante la evolución de su obra. Transgresoras ambas, responden a un currículum circunstanciado por uno de los momentos creativos cumbre de la cultura española, en la literatura, en la plástica, en el teatro... agitado en lo político, en lo social, en lo intelectual. Y todo ello fue el caldo de cultivo para una mujer –apúntense el dato– llegada de un pequeño pueblo de la costa lucense, Viveiro, colmado de aires pero aislado en aquel momento de las corrientes de vanguardia, de la misma punta de lanza que alumbró y ofreció al orbe.