Es autora del libro ‘El vuelo corto. Mujeres y migraciones en la Edad Moderna’

Ofelia Rey Castelao: “La emigración de la mujer en la Edad Moderna era de corto alcance, pero tan grave como ir a América”

El estudio de la catedrática gallega Ofelia Rey Castelao sobre los aspectos que caracterizaron a la emigración femenina entre los siglos XVI y XIX ha quedado plasmado en el libro ‘El vuelo corto. Mujeres y migraciones en la Edad Moderna’, al que el Ministerio de Cultura y Deporte concedió el pasado noviembre el Premio Nacional de Historia de España correspondiente al año 2022. En él, Rey Castelao profundiza en los movimientos migratorios femeninos, centrándose en los de corto alcance, que fueron los que caracterizaron ese periodo histórico.
Ofelia Rey Castelao: “La emigración de la mujer en la Edad Moderna era de corto alcance, pero tan grave como ir a América”
11.Ofelia Rey Castelao
La catedrática obtuvo el Premio Nacional de Historia por su último libro.

Más de 30 años analizando en profundidad los movimientos migratorios de las mujeres entre los siglos XVI y XIX arrojan algunas conclusiones que la catedrática de Historia Moderna de la Facultad de Geografía e Historia de la Universidad de Santiago de Compostela, Ofelia Rey, ha dejado plasmadas en su último libro y que apuntalan teorías como que las mujeres emigraban mucho en España en la Edad Moderna, pero que lo hacían a lugares cercanos.

Pregunta. ‘El vuelo corto’ es su último trabajo de investigación. ¿Qué quiere significar con ese título?

Respuesta. Las migraciones, desde siempre, responden a unas reglas muy claras que fueron definidas en los años 80 del siglo XIX por el geógrafo alemán Erns Georg Ravenstein, y una de ellas, la quinta, dice que las mujeres emigran mucho más que los hombres. Y eso es una realidad en la Edad Moderna. En esa época volaban muchas, pero volaban cerca y nosotros eso ya lo consideramos movilidad o emigración.

Cuando una niña de 12 años se iba de casa a trabajar de criada, por ejemplo, de Padrón a Santiago de Compostela, significaba que se iba a vivir a una casa ajena, en condiciones de trabajo que sus padres no conocían y si le pasaba algo estaba desprotegida, por lo que la situación era igual de grave que si se hubiera ido a América.

En el libro se recogen todo tipo de migraciones, pero las que más me interesan y en las que hice hincapié son las de corta distancia, que se suele pensar que eran poco importantes, pero que no era así.

P. Además de las de corta distancia, ¿qué otro tipo de emigración femenina se dio en ese periodo?

R. La de las mujeres que fueron a América; las esclavas, que se enmarcan dentro de la emigración obligatoria; las inmigrantes, que también las había; las exiliadas políticas; la emigración voluntaria, la no voluntaria, la semilibre, la emigración cautiva, que era la de las mujeres que tenían que acompañar a sus hombres sí o sí, como era el caso de las esposas de militares o de los que se ocupaban de otras profesiones que obligaban al traslado de la familia entera.

En el libro aporto una visión integral del fenómeno, pero considero que la emigración de las mujeres a América todavía tiene que ser mucho mejor estudiada.

P. ¿Cuáles eran las diferencias entre un tipo y otro de emigración? 

R. En investigación siempre se ha intentado clasificar las migraciones. Antiguamente no se tenía en cuenta la capacidad de las personas para decidir y el estudio se centró en conocer hasta qué punto eran libres para optar.

La emigración de las esclavas no iba a ser libre, evidentemente, y eso afectó a miles de mujeres. Las semilibres tenían una relativa libertad de elegir, ya que, como ocurre hoy con los que atraviesan el estrecho, iban engañadas, porque firmaban unos papeles con la condición de que iban a pagar el transporte con el dinero del trabajo que consiguieran y eso les coartaba su libertad. A las que iban con sus esposos no sabemos si podemos considerarlas libres, pero las mujeres adultas, mayores de edad, podían ser libres e ir a donde quisieran; una viuda, igual, y también había fórmulas para que las mujeres solteras menores de edad pudieran emanciparse.

P. ¿Y qué es lo que más llama la atención cuando se estudia en profundidad la emigración femenina en esa época?

R. Es de destacar el hecho de que las mujeres que se desplazaban entonces recorrían a pie los kilómetros de distancia que separaban sus casas del lugar al que se dirigían y volvían también a pie. Eran tiempos en que proliferaba la emigración de nodrizas sobre todo de Cantabria que se trasladaban a Madrid, incluso a Granada –donde había una plaza bautizada como las pasiegas–, cargando con sus propios bebés y dándoles de mamar por el camino. La situación parece fácil, pero no puede haber nada más difícil. También estaban las gallegas, que iban a la siega a Segovia o Valladolid. 

El trabajo que costaba realizar el trayecto, por caminos que no eran fáciles de recorrer, me asombra; mucho más que el hecho de que se fueran en barco a América. Sobre todo por las cosas que les podían pasar por el camino. Es verdad que solían ir en cuadrillas con hombres, pero eso no les resta peligro.

Lo más normal era que acusaran problemas de salud motivados por el hambre, y eso lo vemos estudiando los hospitales que hay a lo largo de los caminos. Entraban y salían a los tres o cuatro días, lo que indica que no es que estuvieran enfermas, sino, desnutridas, porque les daban tres comidas a lo largo de esos días y ya se reponían.

P. Además de como nodrizas y a trabajar en la siega, ¿en qué otras tareas se ocupaban?

R. La emigración va por barrios, pero lo más normal era que se dedicaran al servicio doméstico, ya que hay que pensar que la mayor parte, o todas, eran analfabetas, por lo que desempeñaban trabajos no cualificados. 

Las grandes ciudades consumían criadas constantemente, porque la situación de criada no era permanente, sino que las emigrantes, tan pronto como reunían dinero, se iban. En 1752, Santiago de Compostela, una ciudad con 17.000 habitantes, tenía registradas 957 criadas.

Cuando se desplazaban a ciudades un poco mayores era frecuente que trabajaran en mesones, haciendo oficios de limpieza o cargando con maletas. Las situaciones en que podían verse eran diversas, por lo que algunas caían en la prostitución.

En el caso de la siega, era un trabajo temporal y al finalizar volvían a sus casas.

Había otras cosas que podían hacer, como trabajar como lavanderas, y con el tiempo surge una pequeña variación que es la contratación de mujeres en las grandes fábricas, como la de tabacos de Sevilla, que fue la más importante en el siglo XVIII y XIX, o la de A Coruña, que contrató también muchas mujeres. A medida que se avanzaba se les iban abriendo nuevas oportunidades, pero pocas.

Cuando hablamos de las mujeres de las élites, también se daban casos en los que tenían que irse, pero se trata de otro tipo de emigración, iban de casa calentita a casa calentita y era una emigración mucho menos problemática.

Yo en lo que me fijo es en las desprotegidas, porque no tienen la información ni la cultura suficiente para enfrentarse a situaciones conflictivas.

P. ¿Cuáles fueron las zonas geográficas de España que más salidas de mujeres registró?

R. Galicia es la que más, seguida de Asturias y Cantabria, y habría que incluir también el norte de Portugal. En Cataluña, se produjeron movimientos de la zona del Pirineo hacia la costa, y Madrid recibía a muchas mujeres, sobre todo de Castilla-La Mancha. Dentro de Andalucía, Sevilla recibía miles de mujeres de fuera y normalmente procedían de Huelva, de Córdoba o del sur de Extremadura. Granada dio entrada a mucha emigración de la zona de montaña o media montaña y Málaga, de Almería. En el levante, se desplazaban del interior a la Costa. 

P. ¿Y cuándo comienzan los desplazamientos hacia Europa y América?

R. En la etapa Moderna no hay emigración a Europa, salvo cuando se expulsa a la comunidad judía o a los moriscos, que ahí también van mujeres. La emigración a Europa propiamente dicha se da a partir del siglo XX. En la Edad Moderna, la emigración al exterior es hacia América y se da fundamentalmente en mujeres de Andalucía y Extremadura, porque los hombres que se fueron a América en esa etapa eran sobre todo andaluces, aunque también había extremeños. 

Las mujeres que emigraban hacían lo mismo allá que aquí, por lo que la transformación social de América tras la conquista, en lo que se refiere a la familia y a la vida cotidiana, obedece más a la influencia de las mujeres que a los hombres.

P. ¿En qué espacios geográficos se situaron en territorio americano?

R. A Cuba, al principio, irán muy pocas mujeres por esa época, aunque después, en el XVIII, irán muchas, sobre todo canarias. En los siglos XVI y XVII fueron sobre todo a la zona de México (Nueva España), y luego a la actual Colombia y Perú. 

En el siglo XVIII se impulsa la emigración a América, a través de campañas de colonización que lleva a las familias a asentarse en el actual Uruguay y en la actual Argentina. 

A medida que crece la emigración a Argentina, Uruguay y también hacia Chile, se incorporan las mujeres del País Vasco, que solían ser buenas cocineras y se caracterizaron por ser un poco más emprendedoras que sus compatriotas. Se dedicaban al lavado de ropa de modo más empresarial y se situaban en ámbitos económicos más altos de lo que lo hacían las andaluzas o canarias.

Otro factor que incluyó en la proliferación de la emigración a América fue que, avanzado el siglo XVIII, la monarquía española decidió repoblar Florida y Luisiana, y se llevó para allá a familias, sobre todo canarias, que también buscaron acomodo en Venezuela, principalmente en las zonas del rural. En el siglo XIX sobre todo se tienen cifras de muchas canarias asentadas en el medio rural venezolano.

P. ¿A partir de qué momento se inicia la emigración desde el norte de España a América?

R. El norte no manda apenas emigración al nuevo continente hasta 1740 o 1750, salvo el País Vasco. Había muy poquitos gallegos y de otras zonas del norte de España en América hasta entonces, porque el modelo migratorio americano no tenía nada que ver con el modelo de aquí, que era temporero. Estos no eran míseros, eran pobres y lo que querían, tanto los hombres como las mujeres, era reunir dinero para comprar aperos, pagar impuestos o rentas, incluso sufragar deudas y eso se lo proporcionaba la emigración a lugares cercanos. 

Hasta avanzado el siglo XVIII, los ciudadanos del norte bajaban a Castilla a la siega, a Andalucía a la vendimia, pero luego volvían, porque tenían propiedades. 

A partir de 1702 proliferó la emigración a Portugal, con desplazamientos a las zonas vitícolas del Duero o a Lisboa, pero sobre todo era emigración de hombres.

Fue la crisis económica de finales del XVIII lo que obligó a emigrar a los gallegos. Un periodo de malas cosechas y de precios alocados fue lo que impulsó sobre todo a la población asentada en la zona occidental, que estaba superpoblada, a salir al exterior.

Con la independencia de América, se corta el flujo migratorio hacia esos países, hasta que España firma acuerdos bilaterales con ellos, que necesitaban inmigrantes, y enseguida aceptaron población española.

P. ¿Cuáles eran las consecuencias de las migraciones en esa época para las mujeres?

R. Una parte del libro habla precisamente de las consecuencias de las migraciones para las mujeres y lo que más me interesaba eran las consecuencias sobre las que se quedaban, que les influía desde el momento en que nacían. La carga de trabajo sobre las mujeres en las casas en las que había mucha emigración era más importante que en aquellas donde no se iba nadie. Si el padre estaba emigrado, había que ayudar a la madre y esa niña no iba a ser escolarizada. Por eso, la primera consecuencia es que en las zonas de alta emigración masculina, las tasas de analfabetismo femenino iba a ser mucho mayor que en cualquier otro lugar. En 1860, en todo el norte español, pero sobre todo en Galicia, más del 94% de las mujeres eran analfabetas. Había en esa zona la tasa de analfabetismo femenino más alta de España, mientras que, por el contrario, registraba la tasa de alfabetización masculina más elevada. Ellos aprendían a leer y escribir para emigrar y en eso jugaron un papel importante las escuelas de indianos, que fomentaban la alfabetización en los hombres para que cuando llegaran a América supieran leer y escribir. Del papel de las escuelas de indianos, mi lectura es bastante negativa, ya que se convirtieron en máquinas de hacer emigrantes a costa de las mujeres. 

P. ¿Cómo influyó la emigración en los índices demográficos?

R. Si emigraban muchos solteros las opciones de casarse disminuían. Así tenemos en todo el norte la tasa de soltería definitiva femenina más alta de todo el país. En algunas zonas de Asturias, Cantabria o Galicia, más del 25% no podían casarse porque no había hombres. Además, se retrasaba la edad de contraer matrimonio, porque se esperaba al dinero que proporcionaba la emigración para poder hacerlo.

En el caso de los casados, si el marido se iba significaba que no había niños, así que las familias de emigrantes casados tenían muy pocos niños, sobre todo los que estaban años fuera, con era el caso de los que se iban a Andalucía, que igual estaban en ese territorio cuatro años.

Todo ello provocó un aumento de la ilegitimidad. Se daban casos de mujeres con más de 30 años que no se habían casado y decidían tener un hijo para que heredara y las cuidara.

Así podíamos estar señalando un sinfín de consecuencias que afectaban al día a día.

P. ¿A qué otras se refiere?

R. A que la mayor parte de los que emigraban y no volvían no enviaban nada a sus familias. Pero no solo eso, sino que ellas también se quedaban al cargo de todo: la administración de la familia, de la tierra, el pago de impuestos... Eran situaciones que afectaban al día a día de las mujeres. 

Hay estudios que demuestran que los que emigraban al sur en el siglo XVIII vendían las tierras a otros vecinos. Una parte enorme de las escrituras notariales de compraventa registrada entonces en Sevilla eran de gallegos, cántabros y asturianos que no pensaban volver y vendían sus terrenos. Así que, las que quedaban esperando el dinero de los que se iban se encontraban con que no solo no lo recibirían, sino que se quedaban sin las tierras.

En el caso de los que emigraron a América, cuando se produjo el boom de la construcción, las pequeñas inmobiliarias se iban a Argentina y allí les compraban a los que no pensaban volver trozos de herencias en los que luego se construirían edificios. Era especulación y los afectados malvendían sus herencias.

La emigración femenina de antaño y la actual tiene una “similitud extraordinaria”, asegura la catedrática Ofelia Rey, quien apunta que, pese al tiempo transcurrido, siguen estando desprotegidas y son “muy poco visibles”. “Antes era mucho peor” reconoce, pero hoy día “la igualdad salarial no se da ni en broma”, afirma, sobre todo en el “mundo de la empresa privada, donde ellas sufren más las desigualdades”.



“El esfuerzo por actualizar los conocimientos de historia acabó dando buenos resultados”

La investigación en historia que se lleva a cabo en España está a un nivel “muy alto” y ello obedece a que entre los años 60 y 80 del siglo pasado se hizo “un esfuerzo enorme” por investigar y “actualizar” el conocimiento en esta materia, gracias a las políticas desarrolladas por las distintas universidades para la adquisición de libros y revistas científicas que permitieron a los docentes ponerse al nivel e incluso sobrepasar el de algunos países europeos, incluido Francia.

“Con ello no estoy exagerando”, constata la catedrática de Historia Moderna de la Universidad de Santiago de Compostela (USC), Ofelia Rey Castelao, quien asegura que fue a partir de 1986, “cuando Europa empezó a dar dinero para la investigación”, cuando los profesores y catedráticos pudieron salir al extranjero a adquirir conocimientos y convocar congresos internacionales para traer a España a “los mejores especialistas” en la materia.

“Es cierto que no todo el mundo aprovecha esas oportunidades, pero la USC lo supo aprovechar y las otras dos, también”, dice, en relación a las Universidad de Vigo y A Coruña.

En el campo concreto de la historia de la Edad Moderna, los mayores avances se dieron en los estudios de aspectos referidos a la población, la economía, la sociedad y la cultura, que es “lo que nos coloca al lado de Europa”, comenta Rey Castelao.

“Cuando yo estudiaba en el instituto –relata–, lo que me explicaban no tenía nada que ver con lo que aprendí en la universidad”, por eso, ahora se está trabajando para “equilibrar” la enseñanza de la materia en secundaria con lo que los investigadores “producimos”. 

“Lo que hoy en día reciben los alumnos en los institutos –matiza– no es aquella cosa rancia que tenía que escuchar yo, sino una cosa totalmente actualizada”.