TRIBUNA ABIERTA DE ÁNGEL CAPELLáN

Las clases de ALCE y los cursos en internet: ¿Avance o salto al vacío?

Por qué los hijos de los genios asisten a un colegio privado sin ordenadores, sin móviles, ni tabletas, pero sí con pizarrones y libros

 

Qué sorpresa tan grata e impactante. El otro día recibí un mensaje con un PPS adjunto que me dejó sorprendido pero que a la vez me hizo pensar inmediatamente si los cambios que se están imponiendo en las clases de ALCE son el camino a seguir o quizá un camino equivocado.

Las clases de ALCE y los cursos en internet: ¿Avance o salto al vacío?
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Ángel Capellán.

Por qué los hijos de los genios asisten a un colegio privado sin ordenadores, sin móviles, ni tabletas, pero sí con pizarrones y libros

Qué sorpresa tan grata e impactante. El otro día recibí un mensaje con un PPS adjunto que me dejó sorprendido pero que a la vez me hizo pensar inmediatamente si los cambios que se están imponiendo en las clases de ALCE son el camino a seguir o quizá un camino equivocado. Más aún si no deberíamos dar la razón a los padres de los estudiantes que asisten a ellas y a los presidentes de las AMPAS que han expresado su opinión con diáfana claridad.

La Waldorf School de Península en California cuesta un montón de dinero para los padres de los alumnos. Un número elevado de ellos son grandes cerebros informáticos y ejecutivos de compañías en Silicon Valley. Otros muchos son personas con puestos en empresas tecnológicas variadas. Más aún, esos padres no son simplemente los que están a la avanzadilla de la más exótica tecnología informática; más bien son quienes la crean. Y lo más llamativo es que parecen haber dado la espalda a esa tecnología en el colegio de sus hijos.

He de decir que ésta no es del todo noticia de actualidad. Ya el New York Times publicó un artículo sobre el colegio y este gran experimento, hace justo dos años de la fecha en que escribo estas líneas. Igualmente meses más tarde, la revista de Le Monde publicó un artículo tomando a este colegio como modelo, el 27 de abril de 2012, luego actualizado el 26 de septiembre de 2012.

El NY Times relata cómo uno de los padres, cuyo trabajo ha sido en ocasiones redactar las conferencias del CEO de Google, declara: “Rechazo fundamentalmente la idea de que sea necesaria la tecnología para la escuela elemental” en la que está su hija. Este mismo concepto lo aplica también al nivel escolar de su hijo (escuela intermedia). Considera ridícula la idea de que un iPad pueda enseñar a sus hijos a leer o a aprender matemáticas mejor que el profesor. Los estudiantes de este colegio no empiezan a usar aparatos informáticos en clase, ni siquiera de modo limitado, hasta el octavo grado.

La Waldorf School de esta ciudad es parte de una cadena de 160 colegios que usan los mismos métodos. Todos ellos se dirigen a las clases más pudientes. En vez de tecnología, los estudiantes usan pizarra, libros, muchas actividades compartidas en grupo, y el aprendizaje de numerosas habilidades manuales. El artículo citado menciona cómo el empuje para dotar a las clases de ordenadores no está justificado pues hay estudios que prueban que ello no conduce a tener mejores notas o a mejoras mesurables en su aprendizaje. Con más razón aún, diríamos que mucho menos estaría justificado verter las actividades escolares a internet.

La opinión de otro padre, Pierre Laurent, que hasta hace no mucho trabajaba para Intel y Microsoft, es contundente. Declara: “La motivación del estudiante viene del contacto humano, del contacto con el profesor, del contacto con sus compañeros”. A la opinión de que sus hijos vayan a necesitar familiarizarse con la tecnología ya en los cursos iniciales para competir en el mundo moderno, los padres de los alumnos en este colegio responden diciendo que los chicos absorben la tecnología con celeridad a cualquier edad. Además saben y no descartan que pueden hacer muy bien eso en su casa.

Qué nos diría todo esto sobre el paso drástico que ha dado el Ministerio de Cultura del Gobierno Español para convertir tres horas de enseñanza presencial en una hora y media como tal, y otro tanto de enseñanza en internet con sus padres en casa. La conclusión es clarísima. ¿Es que todo esto no es sino un velado plan de reducir costes y personal docente? ¿Es que, por el contrario, tiene algún sentido como una búsqueda de mejor calidad de la enseñanza en estas clases? Si tan atractiva y eficaz es una práctica como la que ahora se está implantando en las ALCE, ¿por qué quienes tienen todos los medios a su alcance, tanto técnicos como monetarios, dan su espalda a la implantación de la tecnología en el aula? 

Los padres de los alumnos en las clases de ALCE, como hemos visto hasta la saciedad en declaraciones, reuniones, propuestas y protestas, han declarado reiteradamente que los chicos, con la implantación de las clases semipresenciales, pierden esa experiencia de aprendizaje con el grupo, con sus amigos y compañeros en clase, especialmente cuando quizá no tengan otros amigos españoles de su edad. Esta pérdida puede ser irreparable. Igualmente los padres o madres mismos ven reducida su oportunidad de alternar cada semana con otros padres. La convivencia humana y el aprendizaje de y con los otros se ve seriamente reducida. Pero sobre todo la queja es que el uso de tanta tecnología y especialmente la enseñanza en internet, como sustitución de las actividades en el aula, no está probada.

Mi propia experiencia puede también valer de ejemplo. Acumulo años de enseñanza en la escuela intermedia privada en España, y muchos más en la universidad en los EE UU. Igualmente inicié mi inmersión en el uso de tecnología informática ya en el 1981; ahora dedico buena parte del día en internet con todas mis labores profesionales, como hacen tantos otros. Mis hijos crecieron también con la informática, pero en casa, no en el aula. Si ahora tuviera que elegir entre una enseñanza con extensas actividades en internet (en sustitución de las tradicionales en clase) o bien en contacto personal con otros estudiantes en el aula, no dudaría un momento en elegir la interacción del aula.

Los padres del colegio Waldorf en California parecen claramente estar convencidos de los mismos principios de que papel, lápiz, pizarra y libro poco tienen que envidiar a los ordenadores e internet en el aula o en sustitución a las actividades de clase.

Por qué pues lanzarse a lo desconocido, cuando lo probado puede funcionar con más eficacia.

Ángel Capellán Gonzalo

Consejero por EE UU y consejo general de la Ciudadanía Española en el Exterior (CGCEE), 1998-2016