Tribuna abierta de Miguel Ángel Alvelo Céspedes

A mi amigo Miguel Ángel Moratinos (2ª parte)

En esta segunda parte dedicada al trabajo del ministro Miguel Ángel Moratinos en su relación con Cuba, recojo retazos de hechos históricos de aquel período.
A mi amigo Miguel Ángel Moratinos (2ª parte)

Conviene recordar que, desde hace casi dos mil años, se ha expresado de múltiples maneras la participación del ser humano en la acción política. Ya un escritor eclesiástico de los primeros siglos afirmaba que los cristianos “cumplen todos sus deberes de ciudadanos”. Por su parte, Santo Tomás Moro –proclamado Patrón de los Gobernantes y Políticos– testificó hasta el martirio la “inalienable dignidad de la conciencia”. Pese a diversas presiones psicológicas, rechazó toda componenda y, sin renunciar a la “constante fidelidad a la autoridad y a las instituciones” que lo distinguía, afirmó con su vida y su muerte que “el hombre no se puede separar de Dios, ni la política de la moral”.

Con fecha 17 de octubre de 2009, arribó a La Habana, por segunda vez, el ministro de Asuntos Exteriores de España, Miguel Ángel Moratinos, con la clara hoja de ruta de profundizar en el diálogo político con el Gobierno del presidente Raúl Castro y continuar flexibilizando los acuerdos de cooperación con la Unión Europea. Fue recibido en el aeropuerto José Martí por el vicecanciller de Cuba, Dagoberto Rodríguez, acompañado del embajador de España en Cuba, Manuel Cacho. España se preparaba entonces para asumir, pocos meses después, la presidencia de turno de la Unión Europea.

Uno de los temas particularmente complejos de aquella visita fue la situación de las empresas españolas radicadas en Cuba, agrupadas en la Asociación de Empresarios Españoles en Cuba, organización multisectorial dedicada a promover el intercambio económico y comercial entre ambos gobiernos.

Quiero reconocer la valentía infinita de los empresarios españoles en Cuba, hombres y mujeres que, en los distintos sectores donde desarrollan su actividad, han sostenido durante décadas un compromiso admirable. La historia de esa presencia empresarial se remonta a los años noventa. Fue entonces cuando la Asociación de Empresarios Españoles en Cuba comenzó a tomar cuerpo: en julio de 1992. Jordi Escarrá Borràs, presidente de la Junta Gestora, dirigió una carta al entonces ministro de Justicia cubano, Carlos Amat Forés –quien había sido también embajador de Cuba en Canadá–, manifestando el deseo de un grupo de empresarios españoles de constituir formalmente una asociación que facilitara y fortaleciera las relaciones comerciales entre empresas españolas y cubanas.

El 31 de agosto de 1994, el Ministerio de Justicia de Cuba autorizó oficialmente su constitución. La Resolución Nº 29/94, emitida bajo el expediente Nº 173003774, abrió el camino a la Asamblea Constitutiva celebrada el 19 de septiembre de 1994 en la ciudad de La Habana. Convocados en el domicilio social de la futura Asociación, los miembros fundadores –liderados por Javier Álvarez Bolado– procedieron a formalizar la entidad conforme a la Ley de Asociaciones Nº 54/85.

La certificación y el reconocimiento final llegaron pocos días después. El 28 de septiembre de 1994, la Asociación de Empresarios Españoles en Cuba quedó inscrita oficialmente en el Registro General de Asociaciones del Ministerio de Justicia bajo el número 210.

Hoy, esta Asociación es la única de su tipo existente en Cuba. Reúne cerca de 300 miembros y actúa como punto de referencia ineludible en la Feria Internacional FIHAV en La Habana, donde cada año concentra buena parte de la presencia institucional y empresarial española.

Durante la visita del ministro Moratinos a la isla, uno de los primeros compromisos de su agenda fue un encuentro privado con su homólogo cubano, el ministro de Asuntos Exteriores Bruno Rodríguez Parrilla, en un almuerzo celebrado el domingo 18 de octubre de 2009. Ambos ya habían sostenido contactos previos en Praga, en mayo, y en Nueva York, en septiembre, dentro del proceso de aproximación política que España impulsaba en vísperas de asumir la presidencia rotatoria de la Unión Europea.

El día 18, en horas de la tarde, el ministro ofreció una recepción en la residencia del embajador de España, a la que asistieron intelectuales cubanos como Alfredo Guevara y Zenaida Castro Romeu, figura esencial de la música coral en la isla desde los años del Coro Cohesión hasta la creación del fenómeno coral ‘Camerata Romeu’.

Durante el encuentro, Moratinos reiteró que su segunda visita oficial a Cuba tenía por objetivo fortalecer las relaciones bilaterales y preparar la presidencia española de la Unión Europea (UE) en el primer semestre de 2010.

Al día siguiente, el ministro depositó una ofrenda floral en el monumento al Héroe Nacional José Martí, en la Plaza de la Revolución de La Habana, acompañado por su homólogo, el canciller Bruno Rodríguez Parrilla. Este último expresó el deseo del Gobierno cubano de “fortalecer las relaciones con España” y despejar todos aquellos asuntos que pudieran causar “inquietud o preocupación” en la agenda común.

Moratinos inauguró también la nueva sede de la Oficina Técnica de Cooperación, encargada de gestionar los 34 millones de euros que España destinó ese año a Cuba –el doble que en 2007–, de los cuales 24,5 millones estaban destinados a paliar los daños ocasionados por los huracanes que habían azotado la isla. La Oficina Técnica de Cooperación (OTC) de la AECID se encuentran en el edificio de la Lonja del Comercio, en plena Habana Vieja.

Dentro de su agenda, el ministro sostuvo una reunión con el titular de Comercio Exterior y la Inversión Extranjera, Rodrigo Malmierca, y realizó un recorrido por el casco histórico acompañado por el Dr. Eusebio Leal Spengler (E.P.D). Posteriormente, el jefe de la diplomacia española se reunió con el cardenal Jaime Ortega (E.P.D.), arzobispo de La Habana.

En horas de la noche, el ministro Moratinos fue recibido por el presidente de la República de Cuba, Raúl Castro Ruz. Entre los temas abordados figuraba la vertiente europea del viaje del jefe de la diplomacia española. España había manifestado ya su interés en integrar a Bruselas en el proceso de normalización de las relaciones con Cuba, por considerarlo el camino más adecuado.

El principal obstáculo continuaba siendo la Posición Común de la Unión Europea, que condicionaba las relaciones con La Habana. Sin embargo, Moratinos no estaba dispuesto a tirar la toalla en ese cuadrilátero diplomático: España se mostraba decidida a trabajar para sustituir dicho marco restrictivo por un acuerdo de cooperación bilateral entre Cuba y la UE. Persistían, no obstante, las reticencias de varios Estados miembros –Suecia, República Checa, Holanda y Alemania– y la necesidad de “gestos” por parte de Cuba a los que La Habana no solía mostrarse proclive. Para el representante de la Comisión Europea en Cuba, Javier Niño, la visita del ministro español tenía un carácter inequívocamente positivo. “Por sus lazos históricos, España debe jugar un papel importante en la normalización de las relaciones con Cuba”, afirmó.

Moratinos retomó los contactos meses después, con su llegada a La Habana el lunes 5 de julio de 2010, viaje orientado a reforzar los acuerdos bilaterales. El canciller de la República de Cuba, Bruno Rodríguez Parrilla, lo recibió en el aeropuerto José Martí y lo acompañó posteriormente a la residencia oficial del embajador de España en La Habana, Manuel Cacho, como prueba de la relación de amistad que ambos diplomáticos habían construido a lo largo de los años.

Siempre recordaré al cardenal Jaime Ortega y Alamino (E.P.D.), con su sonrisa de sabiduría y su vocación por el entendimiento. Tuvo la dualidad –poco común y profundamente necesaria– de conducir la Iglesia en Cuba y, al mismo tiempo, ejercer como un hábil diplomático. Supo trabajar con Miguel Ángel Moratinos, con el presidente Raúl Castro y con el ministro Bruno Rodríguez, en una etapa compleja donde la discreción y la interlocución fueron esenciales.

Debo contar una anécdota que mi querido amigo Miguel Ángel Moratinos me relató.

Durante una reunión en la residencia del presidente Raúl Castro –a la que asistieron el propio Moratinos, el cardenal Jaime Ortega y el canciller Bruno Rodríguez Parrilla– la conversación se extendió durante varias horas. Aquel encuentro coincidió con la semifinal del Mundial en la que España se enfrentó a Alemania. Los cuatro siguieron juntos el partido y celebraron con júbilo el gol de Carles Puyol, que dio la victoria a España y la llevó a la final.

Moratinos pudo apreciar de primera mano la alegría genuina del presidente Raúl Castro ante el triunfo español. No debe olvidarse que la familia Castro nunca ha escondido el orgullo por sus raíces gallegas, heredadas de su padre, el empresario Ángel Castro Argiz, nacido en el Ayuntamiento de Láncara, en la provincia de Lugo, Galicia.

Esta anécdota tiene un antecedente que el propio ministro Moratinos me contó.

El 4 de enero de 1984, Televisión Española viajó a La Habana con los periodistas Rosa María Mateo y Vicente Botín para entrevistar al presidente Fidel Castro Ruz en el programa ‘Portada’, bajo el título ‘Cuba y en eso llegó Fidel’. En esa extensa conversación, Fidel abordó varios temas relacionados con España y habló abiertamente de sus raíces españolas. Afirmó que, si lo hubiera deseado, podría haber solicitado la nacionalidad española que le correspondía por filiación, algo que adquiere una resonancia particular ahora que ha entrado en vigor la Ley de Memoria Democrática (LMD).

Deseo terminar este recorrido sobre el trabajo desplegado por el ministro de Asuntos Exteriores Miguel Ángel Moratinos junto a su homólogo, el ministro de Relaciones Exteriores de Cuba, Bruno Rodríguez Parrilla; el cardenal Jaime Ortega y Alamino; el embajador de España en Cuba, Manuel Cacho; y el embajador de Cuba en España, Alejandro González, sin olvidar, por supuesto, al presidente de la República de Cuba, Raúl Castro Ruz.

Todos ellos, desde sus respectivas responsabilidades, mostraron en aquellos años que el entendimiento político y la diplomacia paciente pueden abrir caminos donde parecía no haberlos. Su labor conjunta fue un testimonio de la importancia de mantener el diálogo, la cooperación y la búsqueda del bien común aun en escenarios complejos.

Es en ese espíritu donde cobra pleno sentido la enseñanza contenida en Tito 3:1:

“Recuérdales que se sujeten a los gobernantes y autoridades, que obedezcan, que estén dispuestos a toda buena obra”.