Tenía una vida cómoda y sin estrés en Galicia hasta que la crisis de 2008 le arruinó

El gallego Manuel Álvarez disfruta de la segunda oportunidad que encontró en 2014 en la ciudad suiza de Menziken

Manuel Álvarez nació en 1970 en el ayuntamiento de Coristanco, en el seno de una familia humilde y trabajadora. Su mujer, Nieves Martínez, nació en el mismo año en el ayuntamiento de Zas, en Gándara, lugar donde se asienta su casa y donde han formado su maravillosa familia. Se casaron muy jóvenes y son padres de tres hijos de 34, 24 y 21 años.
El gallego Manuel Álvarez disfruta de la segunda oportunidad que encontró en 2014 en la ciudad suiza de Menziken
Manuel-Nieves-Hijos Juan y Sergio y suegra
Manuel Álvarez y Nieves Martínez, con sus hijos Juan y Sergio y la suegra de Manuel.

“Nuestros hijos nacieron el 25 de junio, el 26 de junio y el 11 de diciembre. Al más joven le pusimos el nombre de Juan y así celebramos tres días seguidos de fiesta en casa”, explicó Manuel, orgulloso de sus hijos.

Nieves estudió corte y confección y, aunque es modista, nunca ejerció como tal. Manuel, sin embargo, reconoce no haber sido un buen estudiante. Trabajó como camarero hasta que entró en el sector de la construcción en el que sigue en la actualidad. “Asistí a la escuela siempre de mala gana. Lo que más me gustaba era el recreo y la pausa del mediodía para comer”.

Manuel, Nieves y su hijo mayor formaron una pequeña empresa familiar de construcción que les proporcionó una vida cómoda y sin estrés. Restauraron su vivienda, una casa antigua de piedra, sus hijos pequeños continuaron sus estudios con normalidad y todos disfrutaban de A Costa da Morte en el tiempo libre. La burbuja inmobiliaria cayó y la gran crisis en el sector los arruinó.

“Nos debían mucho dinero. Las deudas se acumulaban y el cierre de la empresa fue insalvable. Sin ingresos, tuvimos que hacer frente a los gastos. Bancos, seguridad social, luz, agua, los estudios de los chavales… Tuvimos que replantearnos cómo sacar nuestras vidas adelante”.

Fue así como el 1 de marzo de 2014 llenó la maleta de ilusión y ganas y se presentó en Suiza en busca de trabajo. Un compañero le ofreció su casa y allí se quedó durante una semana. No tener conocimiento del idioma no le impidió moverse y pedir trabajo.

“La necesidad y la supervivencia derriban las barreras necesarias para abrirse camino en la vida. Llegué a Solothurn y me presenté en unas temporeras y la reconocida empresa Marti AG me ofreció un puesto de trabajo”.

El 1 de agosto de 2015 lo hicieron fijo. El poder pagar los estudios a sus hijos es uno de los principales objetivos en la vida de Manuel. Todo marchaba bien hasta que su suegro enfermó y falleció con 65 años. Tras esta pérdida, Manuel le buscó trabajo a su mujer en Suiza. “Mi segundo hijo ya estaba estudiando, en la universidad, ingeniería técnica superior de la construcción y el pequeño ya tenía edad suficiente para quedarse solo. Es ebanista y está cursando el ciclo superior de diseño”.

A través de un amigo conoció el Centro Español de Menziken y lo puso en contacto con la directiva, la cual andaba en busca de nuevos regentes. Nieves emprendió su viaje a Suiza con una maleta llena de esperanza y el corazón partido. En Galicia dejaba a dos hijos y en Suiza la esperaban su marido Manuel, su hijo mayor y una oportunidad laboral. El 1 de octubre de 2017 se convertiría en el pilar del Centro Español de Menziken.

“Ella es el puntal de nuestra familia. En ella recae toda la responsabilidad del centro. Nosotros somos sus ayudantes. De momento, estamos contentos con el resultado. Es una gran mujer, una gran madre y nos mantiene a todos con vida. Llevamos muchos años juntos y los que nos quedan”.

Su hijo mayor también emigró por necesidad a Suiza en mayo de 2014, pero con un contrato de trabajo en el bolsillo. Que la emigración no es una tarea fácil a Manuel le ha quedado claro desde el primer día y que no es lo mismo emigrar con la edad de su hijo que con la suya, también. “Una persona joven tiene más facilidad para aprender el idioma, otra energía… Tenemos un hijo en Suiza, dos en España. Visitamos a mi suegra siempre que podemos, pero los años no pasan en balde. Mi madre se encuentra en una residencia de mayores y mi padre vive con mi hermano porque ya no está capacitado para vivir solo. Es muy duro porque la familia está partida y hay una gran distancia por medio”.

Felices en Suiza

Manuel Álvarez, a sus 52 años, trabaja durante la semana en la construcción y el fin de semana ayuda a su mujer en el centro. Echa en falta la libertad que España le ofrecía para en Suiza llevar el ritmo de trabajo-casa, casa-trabajo o más bien trabajo-centro, centro-trabajo casi sin pasar por casa. Aún así, este inseparable matrimonio está feliz en la Confederación Helvética. Disfrutan cómodamente de esta segunda oportunidad, de los grandes amigos que están haciendo y de la gran acogida que han tenido como regentes del centro español. Se encuentran acomodados en el país. Él con su buen puesto de trabajo, ella con el centro y, aunque echan de menos muchas cosas de “a terriña” y a la familia, no se plantean volver en un futuro a corto plazo.

“Mi mujer extraña mucho a los chavales, pero también echa de menos la playa de Laxe. Yo, sin embargo, soy más de chiringuitos. Yo ya trabajo todo el año con arena como para rebozarse en ella en verano”.

Su segundo hijo quiere experimentar en primera persona la vida laboral en Suiza, conocer de primera mano las costumbres y tradiciones, pues, hasta el momento, conoce el mundo de la emigración a través de su familia y de vacaciones puntuales. A sus 23 años quiere barajar las oportunidades laborales que un país como Suiza puede ofrecerle acorde a sus estudios, además de reforzar el alemán que ha aprendido en España.

“Mi segundo hijo creo que emigra por la necesidad de conocer mundo y convivir con otras culturas. Tiene otro tipo de inquietudes. Con sus estudios no creo que tuviese dificultad en España para encontrar trabajo. Más bien pretende seguir formándose en el exterior. A mi hijo mayor, sin embargo, le aconsejo que invierta en una vivienda en este país, pues la situación en España no se ve que mejore en los próximos años y él no se plantea volver”.

Manuel Álvarez nunca se imaginó tener que coger las maletas con casi 50 años y en la actualidad no se plantea cogerlas para volver a Galicia hasta dentro de 8 años y prejubilado (60 años). Tampoco descarta la idea de reunificar la familia en el país que tan bien lo acogió. Es más, se sentiría joven para vacacionar temporadas en Suiza y temporadas en España. Al centro acuden gran cantidad de clientes habituales de la zona de A Costa da Morte, de Carballo, de A Laracha, turcos, croatas, tailandeses, albaneses, portugueses, italianos, pero también de diferentes lugares del país, en su mayoría gallegos. Con la mayor parte de ellos ha estrechado lazos y forjado grandes amistades, por lo que se siente arropado.

Los españoles de la zona de Menziken fueron la clave de su integración. A día de hoy también tiene clientes suizos, algunos de ellos trabajan en el ayuntamiento, otros son policías e incluso tiene como cliente a un miembro de la Guardia Real Suiza del Papa. Amigo de sus amigos, sociable, familiar, humilde y trabajador son algunas de las virtudes de este emigrante que lo tenía todo y una crisis inmobiliaria lo dejó con lo puesto. Orgulloso de su familia, de su tierra y de su gente vive agradecido a esta nueva oportunidad que la vida le ha brindado y reconoce que el día que se vaya también sentirá morriña por un país que le ofreció lo que su tierra le arrebató.