AGUSTÍN PERIS SE DA UN PLAZO DE CUATRO AÑOS PARA ELEGIR ENTRE QUEDARSE EN ESPAÑA O VOLVER A SUIZA

Un veterano del asociacionismo español en Suiza pone a prueba el retorno

Agustín Peris, un veterano del movimiento asociativo español en Zürich, ha vuelto a Algemesí, su pueblo natal en la provincia de Valencia, pero éste es aún un retorno a medias, pues el jubilado quiere ver primero si es capaz de adaptarse a vivir en la sociedad española de hoy, después de tantos años de ausencia.
Un veterano del asociacionismo español en Suiza pone a prueba el retorno
 Agustín Peris emigró por primera vez a Suiza en 1964.
Agustín Peris emigró por primera vez a Suiza en 1964.

Agustín Peris, un veterano del movimiento asociativo español en Zürich, ha vuelto a Algemesí, su pueblo natal en la provincia de Valencia, pero éste es aún un retorno a medias, pues el jubilado quiere ver primero si es capaz de adaptarse a vivir en la sociedad española de hoy, después de tantos años de ausencia. Dice que tiene un plazo de cuatro años para decidir si quiere quedarse en España o volver a Suiza. En ese periodo de tiempo tendrá que tomar una decisión definitiva, ya que después habría perdido el derecho de residencia en el país helvético.

 

El dilema de Peris no es otro que el de los miles de emigrantes que al llegar a la jubilación no saben qué camino seguir. Parece lógico que finalizada la razón por la que vivían fuera de España, el trabajo, retornasen a sus lugares de origen, un objetivo que casi todos se habían marcado al emigrar. Por el contrario, la experiencia demuestra que después de vivir treinta, cuarenta y más años en otro país y otra cultura, alcanzar la meta esperada ya no supone necesariamente un motivo de júbilo y muchos emigrantes mayores tienen miedo de volver a sus pueblos, donde su propia gente les considera extranjeros, pero también de quedarse y envejecer en un país en el que, por muy integrados que estén, no es el suyo.


Emigró con un grupo de jóvenes de su pueblo

Cuenta el jubilado valenciano que desde el año 1950 hasta la década de los 90, el 80% de los algemesinenses habían emigrado a diferentes países de Europa u a otros continentes.
Él había salido de allí en 1964, con un grupo de jóvenes del mismo pueblo, formado por Vicente Soriano, Vicente Bueno, Paco Chafra, Juan Pons, Ildefonso Adán, Juan Alandete, Batista Parendero y Felipe Estrella, algunos de ellos ya fallecidos. Todos habían recibido un contrato de trabajo de una empresa de la construcción de Niederonz, en el Cantón suizo de Berna.
“Al recibir el contrato de trabajo tuvimos que ir, lo primero, al Instituto de Emigración en Valencia, para firmar las condiciones que dicho contrato establecía”, cuenta Peris. Recuerda que en la calle donde se encontraba dicha institución había unas colas interminables de personas que iban para firmar sus contratos de trabajo. Eran tantos que, a veces, tenían que esperar varios días hasta que les tocase el turno, algunos incluso pasaban la noche en la acera, acostados en el suelo o en un saco de dormir, para poder llegar a la ventanilla de la oficina a tiempo, antes de que la cerrasen, y firmar así su contrato. Con este requisito solucionado, podían pedir el certificado de antecedentes penales a Madrid, necesario para conseguir el pasaporte que les permitiría poder salir de España. Pero Peris y su compañero, Felipe Estrella, necesitaban, además, un permiso militar, porque estaban pendientes de reclutamiento.
Resueltos todos los trámites, y ya con el pasaporte en la mano, podían dirigirse a la Agencia Meliá de Valencia, que era la que tenía el monopolio para los billetes al extranjero, según Peris.
Fijada la fecha de salida, viajaban primero hasta Barcelona, “al llegar allí dejamos nuestras maletas de madera en la consigna”, dice, luego tenían que ir a la ventanilla para firmar el billete antes de poder continuar viaje a Francia. Las casi diez horas de espera hasta la salida del tren de Barcelona, las pasaron dando vueltas por la ciudad.
Al llegar a Francia “nos controlaban desde arriba hasta abajo”, recuerda el valenciano. Los que iban a Suiza tenían que hacer transbordo a otro tren, en el que viajaban toda la noche, hasta que, a las siete de la mañana, el tren llegaba a Ginebra. Una vez allí, les cogían el pasaporte y el contrato de trabajo y “nos llevaban andando, detrás de la policía, a un cabañón”, cuenta refiriéndose al barracón de madera donde tenían que pasar el control médico.
Una vez pasado ese control, podían coger otro tren que les llevaría al lugar de destino en Niederonz. Cuando llegaron allí, el “patrón” de la empresa les acompañó a una casa, donde iban a vivir durante el tiempo que durase su contrato de trabajo. Al día siguiente de su llegada, les condujeron al ayuntamiento para hacerles el libro de extranjero, con el que podían documentarse en Suiza. Su pasaporte español se lo retiraban y sólo se lo devolvían para regresar a España, una vez finalizado su compromiso laboral.


Protagonista del movimiento asociativo en Zürich
Agustín Peris volvió a su pueblo al concluir su primer contrato laboral en Suiza, porque tenía que hacer el servicio militar, pero nada más licenciarse quiso emigrar otra vez, lo que hizo ya en 1968, cuando nuevamente consiguió otro contrato de trabajo, esta vez para la empresa Brunner de Dietikon, en el cantón de Zürich.
Dos años después, en 1970, se trasladó a la ciudad de Zürich, donde vivió hasta el pasado mes de octubre. Allí comenzó a relacionarse con otros  españoles, especialmente con los procedentes de la región valenciana, y empezó también a trabajar en el movimiento asociativo español con el fin de defender los derechos propios y los de otros emigrantes. Cuenta que en 1977 fundaron el ‘Grup Cultural Valencia’, que luego se afilió a la Federación de Asociaciones de Españoles en Suiza (FAES), una organización que, con más de 60 asociaciones federadas, tenía entonces un gran peso en la emigración. Peris ocupaba el puesto de vocal en la directiva.
En el verano de 1982 se celebraba el Primer Congreso de la Emigración en Palma de Mallorca, “yo estuve allí, con muchos otros compañeros de asociaciones de emigrantes españoles de Europa”, dice, y también asistió, en abril de 1987, a otro Congreso de la Emigración celebrado en Ginebra, en cuyo transcurso se habían reunificado las tres federaciones nacionales existentes en Suiza, Faes, Caces y Atees, para formar la actual Femaes, en la que Peris volvió a ser elegido como vocal. Femaes pasó a formar parte, primero de la Coordinardora Europea, y más tarde de la Confederación Europea de Asociaciones Españolas de Padres de Familia, a la que pertenece actualmente.
Después de cuarenta años involucrado en el asociacionismo español en Suiza, el retorno no significa para Agustín Peris el fin de su implicación, “yo espero seguir trabajando desde aquí, desde España, igual que antes”, asegura el activo valenciano, quien opina que fueron las asociaciones las que representaron siempre los intereses de los emigrados, ya que “los gobiernos hacen poco y los CRE tampoco son la solución”, dice. Una de sus principales reivindicaciones, desde 1982, fue que la emigración española tuviera representación en el Parlamento, pero “todavía no se ha logrado ese objetivo”, lamenta, aunque espera que ahora ya no tardará en ser una realidad. Él, por su parte, piensa seguir luchando por ese y otros derechos de la ciudadanía española en el exterior, en la medida de sus posibilidades y desde donde quiera que se encuentre.