Tribunal Abierta de Eduardo de Quesada

Despedida de Consuelo Anido

Miguel Ángel Alvelo –buen amigo y, como tantos, tan español como cubano– me pasa noticia de la jubilación de Consuelo Anido, quien por muchos trienios –unidad de tiempo en que los funcionarios contamos su transcurso– ha sido la secretaria de confianza del cónsul general de España en La Habana. ¡Qué paciencia, habernos aguantado a todos, cada uno con sus caprichos y sus manías!

Despedida de Consuelo Anido
Consuelo Anido. Reyes Emeritos
Los reyes eméritos saludan a Consuelo Anido.

Miguel Ángel Alvelo –buen amigo y, como tantos, tan español como cubano– me pasa noticia de la jubilación de Consuelo Anido, quien por muchos trienios –unidad de tiempo en que los funcionarios contamos su transcurso– ha sido la secretaria de confianza del cónsul general de España en La Habana. ¡Qué paciencia, habernos aguantado a todos, cada uno con sus caprichos y sus manías!

No hay personas insustituibles, pero sí algunas difícilmente reemplazables. Trabajadora, discreta y eficaz a tercios iguales, a lo largo de su extenso desempeño Consuelo fue acumulando un caudal de información muy útil para los cónsules, sobre todo para los recién llegados al puesto, permitiéndoles así contar con su opinión y hasta con su consejo al enfrentarse a situaciones no siempre fáciles, cuya resolución no facilita la experiencia acumulada en destinos tan alejados de la especificidad cubana en un puesto tan peculiar.

A lo largo de tantos años, miles de españoles, cubanos y hasta ciudadanos de terceros países han pasado por el antedespacho del cónsul, hábilmente filtrados por ella con certero criterio (con la valiosa cooperación de Julia, también recientemente jubilada). Me consta que ciertos visitantes, probablemente sin mayor malicia, pretendieron agilizar la resolución de su trámite con algún regalo u ofrecimiento, inmediatamente rechazado por la solicitada con elegante firmeza.

Centenares de españoles y de cubanos han reconocido y valorado el amable trato de Consuelo y la oportunidad de sus orientaciones. Tan experta en el conocimiento de muchos de los procedimientos como dotada del tacto necesario para encauzar asuntos que no requerían necesariamente la atención del cónsul, ha sido por muchos años un singular elemento del engranaje administrativo de la Oficina Consular española en Cuba.

En mis años habaneros (1997 a 2000) pude también contar también con su esposo, Pedro Souto, quien por razón de edad le precedió en el retiro y que por muchos años fue un competente y escrupuloso encargado de la compleja contabilidad de esa Oficina. A los dos les deseo largos años de vida y el gozoso disfrute de una jubilación ampliamente merecida.