El presidente de Afundación ofreció una conferencia magistral en el II Congreso de casas regionales de Castila y León

Miguel Ángel Escotet: “Emigrar es una escuela de vida que nos arrastra a educar la solidaridad, la empatía y el respeto hacia otros seres humanos”

El II Congreso Internacional de Centros de Castilla y León en el exterior que se celebra estos días en Salamanca se vio enriquecido en la jornada inaugural con la exposición que el presidente de Afundación (Abanca), Miguel Ángel Escotet, realizó respecto a su idea de la emigración y el aporte de los  movimientos migratorios en la sociedad de acogida, pero también para el propio emigrante, al que, según apuntó, ayuda a crecer, tanto intelectualmente como desde el punto de vista humano.

Miguel Ángel Escotet: “Emigrar es una escuela de vida que nos arrastra a educar la solidaridad, la empatía y el respeto hacia otros seres humanos”
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Miguel Ángel Escotet, durante su intervención en el II Congreso Internacional de Centros de Castilla y León en el Exterior.

“La emigración es una escuela de vida”, aseguró Escotet durante su intervención, porque “cada vez que alcanzamos una meta, ese logro nos lleva a revisar quiénes somos, fuimos o qué llegaremos a ser”, puntualizó.

En una ponencia magistral, en la que se sirvió de la Ila isla griega de Itaca y de la figura de Ulises para construir su relato, el doctor en Psicología y Educación por la Universidad de Nebraska y Master en Psicología y Administración de la Educación Superior por la Universidad de Texas  expuso su “verdad” respecto al “aprendizaje, la nostalgia y las identidades líquidas en el contexto migratorio”.

Tras leer un extracto del poema ‘Itaca’, del escritor griego egipcio Constantino Cavafis, que habla de la importancia de disfrutar del camino que nos conducirá de vuelta a casa, Escotet, quien se licenció en Psicología Clínica por la Universidad javierana de Bogotá (Colombia), aseguró: “No se puede expresar mejor el sentimiento” de un emigrante, entendido de manera “holística”, o sea, como un todo.

Su experiencia como emigrante (nació en León, pero vivió en Gijón, en Madrid, Francia y en Argentina, Venezuela, Colombia y Estados Unidos), le permite conocer en primera persona el sentimiento que embarga a los que abandonan sus casas y le lleva a la conclusión de que “emigrar significa asumir con normalidad” y “superar la idea de que las personas tenemos una única personalidad”. “El cambio es inherente a la vida –prosiguió– y “la identidad es un concepto flexible y liquido con gran capacidad transformadora”.

No obstante, emigrar no está exento de sentimientos que exigen superación, como la nostalgia, que lleva implícito “malestar y sufrimiento”, y, apelando al poema en el que se apoyó para preparar su conferencia, preguntó:“¿Fue Ulises el primer nostálgico?”. La civilización griega, respondió, obligada toda su historia por las constantes batallas que emprendió “a partir y a regresar incesantemente, atesora una gran fabulación sobre la temática del regreso…En Itaca y su odisea se asientan los pilares de una buena parte de nuestra cultura occidental europea” y hay ”toda una épica construida alrededor de la dificultad del retorno, del deseo de la vuelta y de la nostalgia de la patria”. Por eso, dijo, los emigrantes “somos hijos de Ulises”, “nostálgicos de nuestra tierra”, y es desde fuera de nuestra patria que “aprendemos también a extrañar, a vivir con la distancia y convivir con la nostalgia, a aceptar la separación, a saber renunciar, a ejercitar la resiliencia”.

Hay dos tipos de nostalgia, apuntó Escotet: “La inocua”, que “permite avanzar” y la “perniciosa”, que “paraliza”. La primera es de la que echa mano ”el ponente, para sobreponerse a la distancia, porque hay que “normalizar la nostalgia para fortalecer la propia vida”, defendió.

“Yo no soy lo que me sucedió, sino lo que elegí ser”, matizó Escotet (quien realizo estudios de ingeniería en la Universidad Politécnica  de Madrid y en la Universidad de Zulia, en Maracaibo), para quien, la emigración “impulsa la evolución, el cambio, la amplitud de miras, la visión dilatada del mundo, la tolerancia”.

Como si de un viaje de ida y vuelta que enriquece se tratara, el doctor en Psicología piensa, y así lo expuso en su alocución, que “emigrar implica ampliar nuestra identidad social e individual; nos empuja a ejercitar destrezas y articular pensamientos que no habíamos explorado antes, nos fuerza a innovar, a correr riesgos”, pero, además, también incita “a ser creativos, buscar nuevas perspectivas”. “La emigración es una escuela de vida”, resumió, y emigrar “nos arrastra a educar la solidaridad, la empatía, el respeto hacia otros seres humanos y hacia el entorno”, aseveró.

Escotet finalizó su intervención, aludiendo a su asentamiento en A Coruña, y asegurando que, al regreso al lugar de partida, ninguna ‘Itaca’ es la misma que se dejó atrás en su momento.