El catedrático de Historia habló del asociacionismo en el congreso regional de centros que se celebra en Salamanca

Juan Andrés Blanco insta a los directivos de las asociaciones del exterior a comprometerse con el futuro de Castilla y León

Los asistentes al II Congreso Internacional de Centros de Castilla y León en el Exterior, que se celebra estos días en Salamanca, tuvieron ocasión de seguir en directo la exposición que sobre lo que han sido las asociaciones de castellanos y leoneses en el territorio peninsular y en el exterior realizó el catedrático Juan Andrés Blanco Rodríguez, una de las voces más autorizadas para abordar el fenómeno migratorio en la que hoy es la región más extensas de España. 

Juan Andrés Blanco insta a los directivos de las asociaciones del exterior a comprometerse con el futuro de Castilla y León
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Juan Andrés Blanco, durante su intervención en el II Congreso Internacional de Centros de Castilla y León en el Exterior.

Catedrático de la Universidad de Salamanca y de la Universidad de Educación a Distancia (UNED) de Zamora y autor de numerosos estudios y publicaciones relacionadas con la emigración castellana y leonesa, Blanco Rodríguez centró su conferencia, que ha tenido lugar en la Hospedería Fonseca de la capital salmantina –donde se reúnen los directivos de las 139 entidades del exterior representadas en este Congreso– en la constitución de aquellos primeros centros que agruparon a los ciudadanos de esa región, enclavada en el interior del tercio norte peninsular. 

Gracias a ellos, Castilla y León tiene hoy una importante comunidad de ciudadano que residen fuera que forman parte de la misma, y es entre unos y otros cómo se logrará un futuro “prometedor” para la región, apostilló el investigador.

Blanco comenzó su relato asegurando que “el proceso  del asociacionismo" de los que emigran "se da muy pronto; es muy duradero y muy intenso” y que se realiza sobre la base de “un agrupamiento regional y provincial", así como de referencia al lugar del origen”, y confirmó también que ello es así “tanto en América como dentro de España”, a partir de la penúltima década del siglo XIX y en el siglo XX.

“América será la que reciba la primera gran oleada” de castellanos y leoneses que abandonaron sus pueblos en aquellos años, apuntó el catedrático, lo que se vio motivado, según explicó, por la necesidad que se despertó en repúblicas como Argentina, Cuba o México -que “se van a incorporar al mercado económico internacional”-, de “mano de obra” llegada de fuera.

La primera entidad erigida como consecuencia de estos movimientos migratorios data de 1878  y se crea en Cuba, lo mismo que la segunda, en el año 1885, que “todavía sigue existiendo”, informó Blanco. En su explicación hizo un recorrido por la evolución de estas entidades que surgen primero como sociedades de beneficencia, “para atender a los que se encontraban en situación complicada, porque no encontraron el progreso que buscaban” y, seguidamente, surgen las asociaciones de socorros mutuos, que son los grandes centros regionales en La Habana o en Argentina e “incluyen el servicio de asistencia a los más necesitados”. Finalmente, “van teniendo un carácter más complejo, porque responden a las demandas de los socios” y atienden desde la ayuda al enterramiento al desarrollo de actividades recreativas o de ayuda mutua. 

Asociacionismo en América

Blanco aportó como dato que “de las casi 2.000 sociedades españolas que se constituyeron en América” por entonces, “un centenar serán castellanas y leonesas”. Pese a ello, eran las grandes desconocidas en España, donde solo se tenía conocimiento de las gallegas o asturianas, pero no de la existencia de “un florido asociacionismo castellano y leonés”.

“La identidad preferente“ entonces de estas sociedades era “la provincial” y “todas las provincias de Castilla y León tenían alguna asociación provincial en América”. Se crean por “la relación de familia y vecindad”, comentó el experto, y muchas de ellas surgen desde antes que empiece el siglo XX. Algunas van a desaparecer y se mantienen en pie las que tienen “una relación más apegada al terreno", es decir, las que prestan ayuda al pueblo. Con la creación del estado de las autonomías en España surgen nuevas sociedades y a finales del siglo XX empiezan a constituirse las que agrupan a los castellanos y leoneses en su conjunto.

Dos tercios de los 400.000 ciudadanos de la región que emigraron en los comienzos de aquel periodo migratorio lo hicieron a Argentina, que va a tener un proceso de expansión y de absorción de emigración muy grande, destacó el ponente, quien señaló que, salvo Segovia, todas las provincias tienen una asociación en el país austral con unos medios de prensa muy importantes y un patrimonio que también conviene destacar, lo que “refleja la pujanza de las asociaciones”. También se dan intentos de unión que Blanco calificó de muy importantes, porque, según defiende, “el futuro de muchas de esas entidades" pasa precisamente por lograr la unión entre ellas.

El siguiente país al que hizo alusión por su  importancia a la hora de contabilizar la llegada de castellanos y leoneses es Cuba, donde el componente provincial también jugó un papel destacado y donde se erigió el Centro Castellano, con 64 delegaciones por toda la isla, y que llegó a tener más de 10.000 socios en los años 50. Contaba con un hospital, que sigue existiendo, con siete pabellones y un plantel de médicos importante, así como con un centro educativo para los mayores. Destacó también el papel que en la isla caribeña jugó el Club Villarino, que, igualmente, sigue existiendo, y que, según apuntó, llegó a tener más socios que habitantes existían en el propio pueblo.

La revolución cubana del 59 incautó el Centro Castellano y limitó la actividad de esas entidades, aunque algunas siguieron existiendo, según pudo constatar, producto de su labor investigadora. Asimismo, reconoció que la caída de la URSS supuso un golpe importante para la economía cubana y para las sociedades castellanas, que, pese a todo, “no solo retomaron las actividades de apoyo a los asociados, sino que les prestaron apoyo moral”. Actualmente, informó, perviven en Cuba siete sociedades y una federación.

Un tercer país al que hizo alusión dentro de América es México, en el que se desarrolló un asociacionismo temprano, dijo, y donde, como en el caso de Guatemala, predominaban los religiosos.

Emigración dentro de España

Por lo que respecta a España, Madrid, Cataluña y el País Vasco fueron los ejes principales en torno a los cuales giró la emigración castellano y leonesa, que se produjo al tiempo que la que iba dirigida hacia América. El desarrollo industrial en esas zonas fue el que impulsó la salida hacia esos lugares de la península, donde, igualmente, el componente provincial se impone a otras circunstancias a la hora de crear las sociedades. El éxodo continuó durante la II República, y se prolongó hasta el estallido de la guerra civil del 36, que fue “un tajo” en el movimiento migratorio, apuntó Blanco, y se mantuvo hasta los años 50, donde repuntó la salida rumbo a Madrid, País Vasco, Barcelona, pero también hacia Zaragoza, Cantabria, Asturias y Vigo. En Galicia se creó un centro en A Coruña en el año 1947 y, por ese tiempo, en Vigo se instauró la Casa de Zamora. Así mismo, en Cataluña se abren muchos centros a finales de los 50 y principios de los 60, según comentó el catedrático universitario.

Por lo que respecta a Europa, “no hubo asociaciones”; los emigrantes castellanos y leoneses que se desplazaron a los países europeos se integraron en las sociedades españolas.

Juan Andrés Blanco fue desgranando durante su conferencia el proceso del asociacionismo castellano y leonés, hasta llegar al establecimiento de las autonomías, en que “se reorientan” estas entidades, dijo, que adquieren una  “connotación regional”, de carácter castellano y leonés, y se crean nuevas asociaciones en toda España, incluso en lugares con escasa tradición de acogida de ciudadanos de esta región, como Alicante , Valencia o Navarra, constata.

Sin embargo, para Blanco, lo importante no es tanto el número de asociaciones creadas como consecuencia de ese fenómeno migratorio, como lo que han hecho los que han emigrado y se han agrupado en torno ellas. Porque “las asociaciones que perviven son las que responden a los intereses de los socios y de sus descendientes”. “Han hecho muchas cosas”, dijo, entre otras, apuntó, “han ayudado a matar el desarraigo, la nostalgia, las dificultades para integrarse; han ayudado con la vivienda, el trabajo, y son fuente de información”. Asimismo, promocionaron la actividad recreativa y asistencial que “de cuando en cuando se retoma cuando se dan situaciones especiales”, y “recrean la cultura, al tiempo que se abren a otras culturas”, recordó. Por eso, “hay que poner de manifiesto la vinculación que han tenido" con sus lugares de origen, lo que se ha traducido en ayudas materiales, porque "han llevado a cabo una labor de mecenazgo fundamental”, apostilló.

Para finalizar, reconoció que “el futuro” de estas asociaciones está en sus directivos y que hay que tener en cuenta que Castilla y León tiene una importante comunidad de ciudadano que residen fuera que se agrupan en ellas que tienen que velar por su supervivencia. “Ustedes son el presente”, les dijo, pero  también “tienen que programar el futuro”. “Este Congreso es un paso para toda esa programación del futuro”, añadió, y concluyó: “El futuro de la Castilla y León del exterior” y el de la de dentro “solo será prometedor si es compartido”.