Opinión

La aduana latina

Brasil es, a veces, un ejemplo de orgullo latino ante los abusos de las ex potencias coloniales. Aunque sea un ejemplo planetario de desigualdades internas, sí se ha mostrado firme en el caso de las patentes de medicamentos o enfrentándose a las políticas aduaneras de Europa y especialmente de España.
Brasil es, a veces, un ejemplo de orgullo latino ante los abusos de las ex potencias coloniales. Aunque sea un ejemplo planetario de desigualdades internas, sí se ha mostrado firme en el caso de las patentes de medicamentos o enfrentándose a las políticas aduaneras de Europa y especialmente de España. En el aeropuerto madrileño de Barajas es proverbial la presunción de culpabilidad con la que la policía trata a los viajeros de América Latina (en eso consiste el racismo, en la presunción de culpabilidad de un pueblo sobre otro), por eso el gobierno brasileiro va a pagar con la misma moneda a los españoles que aterricen en su país. Esta dinámica europea, puro marketing, está en parte relacionada con la crisis económica para culpabilizar a los extranjeros de la falta de empleo autóctono, aparentando proteccionismo aunque las causas de la crisis están en el fraude fiscal y la corrupción en el manejo del dinero público en todos los niveles, desde el banquero al sindicalista de a pie. Pero hay una tercera causa que se adapta perfectamente al motivo de este artículo, y es la enorme cantidad de empresarios que se dicen españoles que fabrican fuera para pagar menos salario, por ejemplo en Brasil, aunque luego vendan sus productos en España. Si el gobierno de Dilma Rousseff le echara verdaderamente un par de pelotas, en lugar de desahogarse con cuatro turistas pardillos de Burgos pondría en el punto de mira a las corporaciones españolas que se hacen de oro exprimiendo a sus conciudadanos después de haber hecho lo propio con los míos.