Opinión

Cocina Gallega: Analogías pampeanas

Analogías pampeanas, semejanzas, coincidencias cronológicas, hechos y personajes relacionados con la extensa región pampeana, base de la producción agrícola-ganadera argentina, es el tema de la crónica de hoy. Fines del siglo XIX y principios del XX, cuando el puerto de Buenos Aires era la meta de millones de emigrantes, y la República Argentina del primer Centenario asombraba al mundo con su poderío económico.

Cocina Gallega: Analogías pampeanas

Allí vamos: Daniel Alfonso Rodríguez Castelao, Castelao a secas, O guieiro, nacido el 29 de enero de 1886 en Rianxo, fue el primogénito de Manuel Rodríguez Dios y Joaquina Castelao Genme. A sus tres meses, el padre emigró a Argentina, donde se instaló en la localidad de Bernasconi, provincia de La Pampa, y regentó una pulpería. En 1895, la madre llevando al pequeño Daniel, también se trasladó para unirse a su marido. Allí residieron hasta 1900, cuando decidieron regresar a Galicia, en parte porque su padre había demostrado no ser muy hábil para los negocios, y se negaba a recibir ayuda de la familia de su esposa, radicados en Rosario, y con mejor posición económica. Castelao no hablaba casi nunca de esta infancia en Argentina, aquellos pocos años de los que no guardaba buenos recuerdos, seguramente por las penurias económicas que sufría su familia y las consiguientes rencillas que esa situación suele acarrear, aunque reconocía que su pasión por la caricatura había nacido tal vez hojeando más que leyendo la revista Caras y Caretas (creada en Montevideo en 1890 y trasladada a Buenos Aires en 1898) en la pulpería paterna. En esa revista trascendería como caricaturista el lucense José María Cao Luaces, Cao, reconocido como influjo indirecto de Castelao en la creación del humor gráfico moderno en Galicia, y como “patriarca de la caricatura argentina” en el país de acogida, su segunda patria. Este artista y periodista había nacido en Cervo, Lugo, en 1862, trabajó en la fábrica de Sargadelos, y con 25 años emigró a Buenos Aires. Autodidacta, y después de muchas vicisitudes, logra ser reconocido como dibujante y colabora con las más importantes publicaciones de la época. Especializado en humor político, sufrió un intento de asesinato en la misma redacción de la revista Don Quijote, y fue encarcelado más de una vez. Falleció en 1918 en Lanús, provincia de Buenos Aires, con apenas 55 años. Pero regresando a La Pampa, a Bernasconi, actualmente cabecera del partido donde, a solo 34 kilómetros, también se encuentra la localidad de Jacinto Arauz, allí mismo donde René Favaloro ejerció durante 12 años como médico rural, entre 1950 y 1962. Favaloro decía que le gustaría que lo recordaran solo como un médico rural, aunque de aquel pequeño pueblo se haya trasladado a Estados Unidos para especializarse, y lograra perfeccionar la técnica del bypass coronario que revolucionaría la cirugía cardiovascular, y renunciara a honores, prestigio, y mejor posición económica para regresar a Argentina y compartir su experiencia y conocimientos con sus compatriotas. También supo andar por muchos de aquellos pueblos rurales de la pampa húmeda, en la década del 20 del siglo pasado, Juan Bautista Bairoletto, con leyenda de “protector de los pobres”, canción propia de León Gieco (Bandidos rurales), y altar pagano, muerto por las balas de una partida policial en 1941. Bairoletto o Vairoleto o Viroletti, hijo de inmigrantes italianos, había nacido en 1894 en una chacra del paraje Colonia Los Algarrobos, provincia de Santa Fe. A su muerte, un cable de Noticias Argentinas informaba: “En su ley, de acuerdo con su propia vida, cayó esta madrugada, frente a una nutrida comisión policial, el bandolero con ribetes románticos (repartió propaganda anarquista, y se decía que robaba a los ricos para dar a los pobres), quizás el último de su clase. En un rancho donde había establecido su guarida en unos campos de San Pedro de Atuel, departamento de General Alvear, tuvo un último encuentro con la policía”. Contemporáneo, ya que nació en 1891 y falleció en 1959, fue el gran dibujante y pintor argentino Florencio Molina Campos, conocido por sus típicos dibujos costumbristas de la pampa. El 14 de marzo de 1930 fue trascendental para su carrera: el ingeniero Luis Pastorino en la fábrica Alpargatas S. A. desarrolla la confección del almanaque del año 1931, que consistió en doce obras gauchescas ejecutadas al gouache con una visión idealizada y costumbrista, las cuales tienen difusión a nivel internacional, y otorgan gran fama a Molina Campos. En 1942, y hasta mediados de los años cincuenta, es contratado como asesor técnico de los estudios de Walt Disney para colaborar en los rodajes de El gaucho volador, Goofy se hace gaucho, Saludos, amigos, El gaucho reidor y Los tres amigos. Colaboró en la realización de la película animada Bambi, de 1942, donde se distingue el estilo de los animales y los árboles, que reproduce la vida silvestre de la isla Victoria, en el lago Nahuel Huapi, ubicado en la Patagonia Argentina. Actualmente, su único nieto dirige F. Molina Campos Ediciones, única firma autorizada para editar productos con sus imágenes, con oficinas en Buenos Aires. Conjuntamente con la Fundación Florencio Molina Campos son quienes fomentan la difusión de la obra de este artista, emblema de argentinidad a nivel mundial. Camino a la cocina, cruzamos el charco y vamos con una receta que, tal vez, alguno de nuestros antepasados que hicieron la ‘mili’ en Ceuta o Melilla haya probado.

Caballa al estilo moruno

Ingredientes: 1 kg caballa fresca, 2 cebollas, 2 pimientos verdes, 1 pimiento rojo, 4 tomates grandes  picados, ajos 4 ó 5 dientes, Cilantro, especias morunas,  Laurel, aceite de oliva y un poco de sal.

Elaboración: Hacemos un sofrito con todas las verduras picadas y las hojas de laurel. Cuando el sofrito esté bien pochado añadimos una mezcla de pimienta, un poco de cayena, ajo, perejil, curcuma, paprika, azafrán, sal, cebolla, gengibre y comino o canela, y el cilantro bien picado, que se puede sustituir por perejil. Comprobamos el punto de sal por si hiciera falta añadir algo. De la caballa se utilizan los lomos. Podemos pedir en la pescadería que nos la preparen ya limpia. Los lomos se cortan en tiras. Lo ideal es tener en casa una tayim, la cazuela típica marroquí, pero se puede hacer en cualquier otra cazuela de barro. Añadimos un fondo del sofrito en la cazuela y sobre ella vamos colocando las tiras de caballa. Luego, cubrimos con más sofrito, y así sucesivamente hasta que agotemos caballa y sofrito. Se cubre la cazuela y se deja hervir a fuego lento durante 10 minutos. Solo hay que remover de vez en cuando.