Opinión

La España de Aragonés

La España de Aragonés

Al principio me costó disculpar su mal humor y algunos gestos y acciones desagradables, pero con los años aprendes que en España las personas que optan por el talento antes que por los amigos y los trileros acaban amargadas, resentidas y un poco aisladas. Este no es un obituario de fútbol sobre la muerte del ex seleccionador nacional Luis Aragonés y la estrategia que cambió la historia de este deporte en España. Es un obituario de antropología y pensamiento sobre una persona que fue capaz de enfrentarse a la ‘idea’ de España desde dentro y cambiarla, al menos en el fútbol. Como todos los malos perdedores, los nacionalistas españoles llevan siglos vendiendo una presunta raza dotada de algo llamado “furia española”, que es la frustración impetuosa y frenética de quien carece del talento o la constancia para crear o aprender a largo plazo. Aragonés fue capaz –tuvo el valor intelectual– de enfrentarse a los valores raciales defendidos por un periodismo futbolero rancio y cavernario y esgrimir el juego de talento por encima del patadón, el engaño o la rabieta aneróbica. Nos metió en Europa, en la idea que se tiene de Europa, y por la puerta más grande. Es una pena que las inercias culturales de esta país sean tan poderosas y que Aragonés no pudiera convencer a nadie más. Imagine a un Aragonés al frente de la investigación científica, de Hacienda, en un sindicato o un partido político. Pero en la televisión de España triunfa un anuncio –y yo pensando en pedir asilo político– de una marca de embutidos que viene a decir que no importa vivir en un país de vagos, incultos, pobres y parados mientras sepamos hacer una tortilla de patatas y una fiesta para reirnos de nuestra desgracia.