Juan de Garay y la segunda fundación de Buenos Aires
Durante esa época iba diluyéndose la esperanza de establecer en el Río de la Plata el eje esencial para el transporte de los metales peruanos. Juan Ortiz de Zárate –el tercer Adelantado– determinó colonizar la ubérrima llanura que le había sido adjudicada. Uno de sus hombres –Juan de Garay– fundó en 1573 la ciudad de Santa Fe. He ahí que la buena suerte de Asunción del Paraguay, que a tanto se había elevado durante el difícil gobierno de Irala, inició su declive. Fue entonces cuando el Río de la Plata volvió a presentarse como el centro natural de la región.
Al cabo de un año, Ortiz de Zárate retornó de España con cinco naves atestadas de hombres y mujeres que se afincaron en la comarca. Lo acompañaba, eso sí, el arcediano Martín del Barco Centenera, quien, más adelante compuso un extenso poema en el cual narró la conquista y que puso por título exactamente La Argentina. El Adelantado, empero, murió poco después. Superadas diferentes vicisitudes, Juan de Garay quedó, pues, a cargo del gobierno del Río de la Plata. Para ese entonces, los conquistadores que llegaban de las tierras del Perú consiguieron reducir a los indios ‘diaguitas’. Fundaron Santiago del Estero en 1553, San Miguel del Tucumán, en 1565. Y Córdoba, en 1573.
Aquellos que venían de Chile, por su parte, fundaron Mendoza en 1561 y, un año después, San Juan. “El origen de los conquistadores –matiza el historiador Romero– determinó la orientación de cada una de esas regiones: el Tucumán hacia el Perú y Cuyo hacia Chile”. Ahora bien, la cuenca de los grandes ríos miraba hacia España, de modo que Juan de Garay deseó cumplir el nunca olvidado anhelo de “repoblar Buenos Aires”. Así que en 1580 reunió en Asunción un conjunto de sesenta soldados –no pocos de ellos criollos–, y se embarcó conduciendo animales y útiles de trabajo. El 11 de junio de 1580, en el Río de la Plata, fundó, por segunda vez, la ciudad de Buenos Aires: distribuyó los solares entre los nuevos vecinos, entregó tierras para labranza en las afueras y construyó el Cabildo.
Así, pues, he ahí una “puerta a la tierra” que debía emancipar el Río de la Plata de la hegemonía peruana. En seguida, no obstante, la metrópoli invalidaría el puerto de Buenos Aires, el cual sólo sirvió para avivar el temor a los ataques de los piratas. Claro que, bien pronto, asimismo le debía servir para el contrabando de las mercancías que España le impedía recibir.