Opinión

Tabú

En España, hablar bien de Cuba o Venezuela es un tema tabú que se sanciona con las armas que aquí se emplean para callar a la gente: la exclusión, el linchamiento mediático, el miedo a perder el trabajo en determinados espacios laborales, la censura que esgrime una presunta rentabilidad, etc. La clave es que el Estado, en apariencia, no tenga necesidad de actuar de manera directa.
En España, hablar bien de Cuba o Venezuela es un tema tabú que se sanciona con las armas que aquí se emplean para callar a la gente: la exclusión, el linchamiento mediático, el miedo a perder el trabajo en determinados espacios laborales, la censura que esgrime una presunta rentabilidad, etc. La clave es que el Estado, en apariencia, no tenga necesidad de actuar de manera directa. Al actor Guillermo Toledo, que estos días se limitó a opinar sobre Cuba de manera distinta a la versión oficial de España (un país donde, curiosamente, se consiente que todo el mundo opine cualquier barbaridad de casi todo sin tener formación ni inquietudes de ningún tipo), lo han vapuleado e insultado con una saña y un vigor inusitado. Fue desproporcionado incluso si Toledo no tuviera razón, que yo se la doy toda y alabo su gesto, que pagará con creces con su carrera profesional. No voy a insistir en la cuestión puntual de sus acertadas declaraciones sino en la fuerza del linchamiento, pues se argumentan para ello cuestiones sobre derechos humanos, libertades y cosas de esas de las que carecen miles de españoles que no pueden llevar una vida decente porque sufren algún tipo de pobreza o exclusión social pese a estar rodeados de riqueza. El asunto es que no se aplica el mismo cuento a tiranías declaradas y confesas como la saudí, Guantánamo, el paramilitarismo colombiano u otras muchas. Me da en la nariz que esto no es un asunto de derechos ni gaitas sino de dinero: sencillamente es que no podemos soportar su modelo económico y hay que hacer lo que sea para acabar con ellos.