Opinión

Sortu

Menos mal que existe el resto del mundo para que España sea observada con distancia. Es la misma distancia con la que la práctica mayoría de españoles de hace cuarenta años defendía la dictadura franquista de toda aquella perversión que venía de más al norte de los Pirineos.
Menos mal que existe el resto del mundo para que España sea observada con distancia. Es la misma distancia con la que la práctica mayoría de españoles de hace cuarenta años defendía la dictadura franquista de toda aquella perversión que venía de más al norte de los Pirineos. Los lectores jóvenes pueden pensar que exagero, pero en mi infancia se mataba, apaleaba, despedía o marginaba a una persona por cuestiones que hoy tenemos como algo habitual. Habrán de pasar otros cuarenta años de ridículo ante Europa para que nos demos cuenta de que en la España de los primeros años del siglo XXI se metía en la cárcel a personas por delitos de opinión política y se prohibían partidos políticos por ideas aunque sus candidatos no hayan cometido delito alguno. Dice Rubalcaba, ese ministro superviviente del peor felipismo, que es “evidente” la continuidad entre Batasuna y Sortu, tratando de influir así sobre los jueces que deben decidir la candidatura. Parece ‘evidente’ que el PP es la continuidad del franquismo, porque no lo condena, igual que el PSOE, que no rehabilita a sus víctimas. Parece ‘evidente’ que fue un acto de terrorismo acompañar a Bush en la invasión de Irak. Pero estoy dispuesto a soportar con amargura que millones de españoles sigan votando a estas siglas aunque se nieguen a condenar que han compartido mesa y mantel con Mubarak hasta que su propio pueblo hizo lo que en España sería impensable.