Opinión

Pensiones e inmigración en Europa

Como en el cuento del lobo, llevan años explicándonos que el sistema de jubilación de la Europa ‘rica’ está en peligro. Para los europeos esto no es una broma, porque sus Estados de Bienestar están basados precisamente en la capacidad adquisitiva, los cuidados y la calidad de vida de la gente pensionista.
Pensiones e inmigración en Europa
Como en el cuento del lobo, llevan años explicándonos que el sistema de jubilación de la Europa ‘rica’ está en peligro. Para los europeos esto no es una broma, porque sus Estados de Bienestar están basados precisamente en la capacidad adquisitiva, los cuidados y la calidad de vida de la gente pensionista. La tasa de natalidad es bajísima y el Estado español, por ejemplo, tiene la tasa más baja de renovación generacional (Galiza con las provincias de Lugo e Ourense a la cabeza por abajo en toda Europa).
Según el censo español de 2007 y el informe Eurostat sobre la población europea, ambos coinciden en lo que todo el mundo sabía: la gente cada vez vive muchos más años, tantos, como que según los estadísticas en 2015 serán más las defunciones que los nacimientos en Europa.
La inmigración constituyó un balón de oxígeno, por ejemplo para Estados como el español, en el que de repente varios millones de inmigrantes, en su mayor parte latinoamericanos, comenzaron a cotizar a la Seguridad Social y permitió dar una esperanza al sistema de pensiones presente y futuro que según todos los augurios cada día está más en peligro.
La cuenta es muy sencilla; un jubilado europeo recibe una pensión media de 900 euros al mes, además de las medicinas y el médico gratuito. Este europeo estuvo cotizando como mínimo 30 años y se jubiló a los 65. Si nos vamos a las estadísticas, sólo en el Estado español, de una población de 45 millones, hay más de 2 millones de octogenarios. Así que llevan más de 15 ó 20 años cobrando unas pensiones que salen de algún bolsillo. ¿Del dinero ahorrado por el Estado? No. Las pensiones salen de los trabajadores en activo. Es como el truculento juego de la pirámide, según esta progresión de natalidad y fallecimientos es probable que lleguemos, en el Estado español, a 6 pensionistas por cada 4 trabajadores; momento crítico para la viabilidad del sistema de pensiones por mucho que digan que el aumento de la productividad determina que cada vez sea necesario menos trabajadores para mantener la pensión de un jubilado.
Los problemas vienen por diferentes frentes. Uno por la baja natalidad y otra por el desempleo. Juntos ambos ingredientes llegaríamos al extremo de que 4 ó 3 trabajadores tendrían que pagar la pensión de 1 jubilado, haciéndose el pago de las pensiones inviables.
Hace años que vienen fomentando, con ‘éxito’ relativo, la inversión de los particulares en Fondos de Jubilación privados, de forma tal que al llegar a la edad de jubilación el Estado tenga que aportar menos y el grueso de la jubilación recaiga en la empresa privada.
El capitalismo especulativo hizo que grandes cantidades de estos Fondos de Jubilación viviesen como capitales golondrina de bolsa en bolsa por el mundo, y muchos de ellos terminasen empantanados en la crisis inmobiliaria estadounidense. Un propagandista de los Fondos de Jubilación fue Chile, que hoy 2008, asesorado por el Gobierno brasileño, quiere volver al sistema de jubilación público.
Europa necesita de los inmigrantes, como cotizantes en sus sistemas de pensiones. El Estado español, con el mayor índice de desempleo en la Unión Europea, los necesita aún más pues posee los índices de natalidad más bajos y la mayor esperanza de vida del mundo junto con Japón.
El problema es grande. Los pensionistas europeos actuales tienen un nivel de vida y poder adquisitivo que difícilmente podrán disfrutar sus hijos y sus nietos. Sin ir muy lejos hoy en el Estado español hay más de 9 millones de pobres, 1 de cada 4 ancianos lo es y casi todos los menores de 30 años que, mayoritariamente, viven con sus padres.