Opinión

No estamos solos

Carl Sagan, el desaparecido profesor de Astronomía, solía decir: “La vida busca a la vida, y eso no podemos evitarlo”. Y en eso estoy, como un pardillo asustado al borde de los misterios del Universo.En la tumba de un faraón egipcio se puede leer: “La escalera del cielo ha sido desplegada para él, para que pueda ascender por ella hasta el cielo. Oh dioses, colocad vuestros brazos bajo el rey: levantadle, izadle hacia el cielo.
Carl Sagan, el desaparecido profesor de Astronomía, solía decir: “La vida busca a la vida, y eso no podemos evitarlo”. Y en eso estoy, como un pardillo asustado al borde de los misterios del Universo.
En la tumba de un faraón egipcio se puede leer: “La escalera del cielo ha sido desplegada para él, para que pueda ascender por ella hasta el cielo. Oh dioses, colocad vuestros brazos bajo el rey: levantadle, izadle hacia el cielo. ¡Hacia el cielo! ¡Hacia el cielo!”.
Y es que no estamos solos. Es más: no lo podemos estar. Sería cruel.
Metrodoro, filósofo griego del siglo IV antes de nuestra Era, negaba considerar la Tierra como el único mundo poblado en el espacio infinito: “Es tan absurdo como afirmar que en todo un campo sembrado de mijo, sólo crecerá un grano”.
El Vaticano ha establecido una comisión para investigar encuentros con extraterrestres, al no creer ya que esos contactos sean demoníacos ni debidos a desórdenes psicológicos.
El problema no es baladí. El descubrimiento de docenas de exoplanetas fuera del sistema solar que bien pudieran contener vida ya fuera inteligente o no, ha dejado de ser ciencia ficción. Cada mes se informa de más hallazgos.
Según cables de prensa, el doctor Ragbir Bhathal, investigador de la Universidad de Western Sydney, registró una extraña señal procedente del espacio de difícil explicación por causas naturales.
Ese único pulso luminoso fue captado en los alrededores de Gliese 581, un planeta a 20 años luz, del cual ya los astrónomos habían dicho que era “potencialmente habitable”.
Las insondables preguntas de nuestra existencia y las únicas dignas de enfrentar –¿Dé dónde venimos? ¿Qué somos? ¿Adónde vamos? ¿Estamos solos en el Universo?– se van diluyendo como un terrón de azúcar en un vaso de agua.
Hace tiempo se podía encontrar la respuesta “en el titilar de una estrella, el ir y venir del océano, la mirada de una mujer o la sonrisa de un recién nacido”.
No estamos solos, hay otros mundos habitados y nuestro pequeño planeta azul es solamente un vivero entre millones de ellos, lugares donde sin duda habrá ojos para mirar, manos que se toquen, corazones latiendo al unísono y labios que expresen el sentido del amor, la pasión o el motor del alma: la duda.
Hace 500 años en el Pacífico, los habitantes de una isla de las cientos que hay, se consideraban los únicos habitantes de la Tierra, no podían concebir que llegarían nunca a encontrarse con otros humanos, al estar separados por el recóndito y ancho mar.
Aquel vasto camino de agua, es hoy nuestro Universo.