Opinión

Escocia busca su camino

La contundente victoria del Partido Nacionalista Escocés (PNE) en las elecciones autonómicas celebradas a comienzos de mayo en Escocia, Gales e Irlanda del Norte, deja entrever un escenario abierto para la posible independencia escocesa de Gran Bretaña, a través de un referendo popular a celebrarse en los próximos años.
Escocia busca su camino
La contundente victoria del Partido Nacionalista Escocés (PNE) en las elecciones autonómicas celebradas a comienzos de mayo en Escocia, Gales e Irlanda del Norte, deja entrever un escenario abierto para la posible independencia escocesa de Gran Bretaña, a través de un referendo popular a celebrarse en los próximos años.
Esta victoria del PNE (o Scottish National Party, SNP), refuerza la fortaleza política del actual primer ministro escocés Alex Salmond, quien ahora gobernará en solitario en el Parlamento escocés, cuya autonomía fue otorgada por Londres a partir de 1997, a través del proceso autonomista denominado ‘Devolution’, aunque con limitadas prerrogativas soberanistas.
En el gobierno desde 2007, Salmond podrá ahora convocar a mitad de su mandato, que finalizará en 2015, un referendo popular que propicie la separación soberana de Escocia del Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte. Un proceso similar al que persiguen los nacionalistas en Gales, los cuales logran mantener sus posiciones en el Parlamento local, aunque bajo gobierno de los laboristas.
Es importante reflejar el ejemplo escocés ante lo que está sucediendo en una Europa fuertemente mediatizada por la crisis económica. Mientras se observa con lupa la posibilidad de un nuevo rescate financiero a Grecia (sin olvidar un eventual escenario de salida griega del Euro), las elecciones escocesas suponen un mensaje político de gran importancia tanto para Londres como para Bruselas: el nacionalismo separatista escocés buscará su objetivo a través de una consulta popular, y puede que esta opción sirva también para buscar una alternativa de salida a la crisis económica.
En los últimos años, Escocia se ha beneficiado de los ingresos fiscales reportados por la explotación petrolera y de gas natural en el Mar del Norte. Por lo tanto, el control escocés sobre los ingresos fiscales petroleros sería una manera de manejar con mayor soberanía los asuntos públicos del país, sin depender de las decisiones que se tomen en Londres. Paralelamente, Salmond y el PNE han dado muestras de afincar una imagen de neutralidad escocesa en su política exterior y de defensa, sin estar sujeto a su pertenencia a la OTAN y la Unión Europea a través de Gran Bretaña.
Aunque el camino legal hacia la independencia es aún largo, ya que la soberanía del Parlamento escocés con respecto a Londres es aún limitada, Salmond y el PNE tienen ahora la oportunidad de convocar a esta consulta popular. Una Escocia independiente serviría también de referencia para otros territorios que buscan su autonomía política en Europa, con mayor o menor capacidad y posibilidades políticas. Son los casos de Flandes, Gales, Cataluña, Euskadi, Bretaña, Galicia o Córcega. Un reto más dentro del complejo entramado de una integración europea que comienza a ser cuestionada en su modelo actual, escenario que daría mayor opción a las tesis federalistas y autonomistas.