Opinión

Dependencia

Los medios de todo el planeta contaron estos días que la policía detuvo a un popular presentador de televisión británico porque, durante uno de sus programas, se derrumbó y confesó haber matado, hace casi veinte años, a su pareja de entonces (como es gay, los medios ponen a su pareja el calificativo de amante, que da más sensación de hombre descarriado). Ahora les cuento yo la misma noticia pero de otra manera.
Los medios de todo el planeta contaron estos días que la policía detuvo a un popular presentador de televisión británico porque, durante uno de sus programas, se derrumbó y confesó haber matado, hace casi veinte años, a su pareja de entonces (como es gay, los medios ponen a su pareja el calificativo de amante, que da más sensación de hombre descarriado). Ahora les cuento yo la misma noticia pero de otra manera. Resulta que a los europeos llevan décadas vendiéndonos el cuento del liberalismo, la libertad de mercados y la eliminación del Estado. Pero eso sólo cuenta para el dinero, que sin embargo no es algo popular, pues está en manos de unos pocos. Para todo lo demás, especialmente para cuestiones de la moral privada, nuestros Estados son más intervencionistas que aquellos a los que acusan constantemente de presuntas tiranías. La noticia con la que empecé este artículo podrían ofrecerla de otra manera: explicando que las familias de los moribundos se ven obligadas a pasar por el suplicio de ayudar a morir a aquellos que se lo piden para no sufrir más. Y tienen que hacerlo de modo clandestino, escapando de un Estado que no tiene reparo en dejarnos sin trabajo, sin casa o sin comida pero tiene la osadía de decirnos cuándo y cómo debemos morir. Pero todavía: se atreve a decirnos cuánto y hasta cuando hemos de sufrir en la cama de un hospital. A ver si somos liberales para esto.