Opinión

Cocina Gallega

El Día de Galicia es un acto externo para que muchos de nuestros compatriotas se den cuenta de que son parte de la tierra madre, a la que tienen que volver si quieren ser algo. De esta manera despertaran de su sueño y trabajaran por un futuro glorioso. Es un día de fe en el porvenir, en la fortaleza de la raza y en todos los gallegos”.
El Día de Galicia es un acto externo para que muchos de nuestros compatriotas se den cuenta de que son parte de la tierra madre, a la que tienen que volver si quieren ser algo. De esta manera despertaran de su sueño y trabajaran por un futuro glorioso. Es un día de fe en el porvenir, en la fortaleza de la raza y en todos los gallegos”. Palabras más, palabras menos, así se refería al Día Nacional mencionando explícitamente a los emigrantes la emblemática publicación ‘A Nosa Terra’, allá por 1920. Precisamente un año antes, en el marco de la Asamblea llevada a cabo por los integrantes de las Irmandades da Fala, entre los que se contaban intelectuales como los hermanos Vilar Ponte, Losada Dieguez, Risco o Cabanillas, acuerdan celebrar el Día de Galicia el 25 de julio del año siguiente.
La celebración anual se llevó a cabo, con mayor o menor intensidad, hasta el advenimiento de Primo de Rivera; volvió por sus fueros durante la República, y a partir de la llegada de Franco sólo se celebró en las sociedades de la emigración. En Galicia, los paisanos se limitaron a concurrir a la misa por Rosalía de Castro en la iglesia de Santo Domingo de Bonaval. Por otra parte, en esa época aciaga, se comienza a celebrar de manera oficial en toda España el Día del Patrón Santiago, con características exclusivamente religiosas. En la década del setenta los actos conmemorativos producían durísimos enfrentamientos con la policía franquista; las prohibiciones continuaron en los albores de la era democrática. Finalmente, por decreto de la Xunta de Galicia del 1 de enero de 1979, se celebra el Día Nacional de Galicia cada 25 de julio.
La fecha no se eligió al azar; como fiesta religiosa referida al Apóstol Santiago, fue instaurada en 1643 cuando Felipe IV estableció una donación de mil ducados de oro dedicados al culto de Santiago en la iglesia de Compostela. Esa cantidad de dinero debía pagarse cada 25 de julio. De esta manera, se empezó a celebrar la fiesta jacobea con el marco majestuoso de la Catedral, meta de los peregrinos del mundo, el Día del Apóstol, que da comienzo cada año con el vuelo del colosal ‘botafumeiro’ del que suelen participar las máximas autoridades.
En la emigración, sin embargo, siempre fue un día de reflexión acerca de la Patria gallega, la morriña y el ansiado retorno. Así, el 25 de julio de 1948, el máximo guieiro de los galleguistas, Alfonso Rodríguez Castelao, pronunció el que sería su último discurso público en el Centro Gallego de Buenos Aires, en una de cuyas habitaciones moriría. El histórico discurso llevaba por título ‘Alba de Gloria’, y en él Castelao describía la incurable morriña de los emigrados, y daba forma poética a una fantástica Santa Compaña formada por todos los personajes de la historia de Galicia, paisanos que el prócer inmortalizó en la pieza oratoria mencionada.
Sigue siendo necesaria una revisión de nuestra historia, y concluir la tarea iniciada por muchos artistas e intelectuales en la década del cuarenta.
Tal vez, a primera vista, surge que en Galicia nuestro Día se celebra con muchísimos actos públicos con el lógico respaldo oficial, pero las palmas en difusión y número de asistentes se las sigue llevando la celebración de carácter religioso recordando al Apóstol. La mayoría de los peregrinos sueña con llegar a la Catedral un 25 de julio.
Por estas playas, ya no tenemos personajes con el enorme nivel intelectual y compromiso político de Castelao; su propio aniversario se sigue celebrando en dos reuniones distintas.
Entre los muchos actos previstos para celebrar el Día de Galicia, por estar abierto a la comunidad porteña, y por la promoción del mismo, destaca la peregrinación por el Camino de Santiago que recorre la ciudad de Buenos Aires desde La Boca hasta Núñez.
Aquí y ahora, se impone mas que nunca divulgar el concepto de Galicia como país, promover su cultura, fomentar el uso de la lengua, rescatar del olvido las tradiciones milenarias. Aprovechar la avidez, o curiosidad, de las terceras generaciones por conocer sus orígenes; recobrar la identidad que se diluyó con el penoso destierro de sus antepasados obligados, por diversas razones, a emigrar. Si Buenos Aires sigue siendo la quinta provincia, que nadie ignore aquí cuales son los colores de nuestra bandera.
Camino de los fogones, y para probar nuestra amplitud en materia cultural iremos con plato bien hispano, anterior al Descubrimiento de América.

Ingredientes gallina en pepitoria: 1 gallina con sus menudos / 2 dientes de ajo / 100 gramos de manteca de cerdo / 1 cebolla / 1 cucharada de perejil picado / 2 cucharadas de harina / 1 vaso de vino blanco / 1 litro de caldo de ave / 1 sobre de azafrán / 4 granos de pimienta / 2 clavos de olor / sal / piñones / 8 almendras peladas y 4 yemas de huevo cocidas.
Preparación: Cortar la gallina en 16 trozos, y frotarlos con los ajos machacados. Dejar una hora con este adobo para que tomen sabor. Calentar la manteca de cerdo, dorar la gallina, añadir la cebolla picada y el perejil. Cuando esté dorada, agregar la harina, el vino blanco, un poco de caldo en el que hemos diluido el azafrán de manera que quede cubierta con el liquido. Sazonar con la pimienta, los clavos. Y dejar cocer lentamente una hora y media. Incorporar los piñones, las almendras y las yemas de huevo. Revolver para ligar la salsa. Servir cubriendo con la salsa, espolvoreando unas almendras picadas, y acompañando con rodajas de pan frito.