Opinión

Cocina gallega

A veces se conoce a un poeta en alguno de los inesperados senderos que nacen en las librerías de saldos; caminos invisibles para el transeúnte atrapado en la vorágine de la grandes urbes. Atajos sólo accesibles para pacientes exploradores, enamorados que suelen hurgar entre la hierba, nadar en el rocío de las madrugadas, encontrar huellas en un libro olvidado.Conocí al poeta Rubén Vela, su nombre, en un libro cuyas voces eran de otros.
A veces se conoce a un poeta en alguno de los inesperados senderos que nacen en las librerías de saldos; caminos invisibles para el transeúnte atrapado en la vorágine de la grandes urbes. Atajos sólo accesibles para pacientes exploradores, enamorados que suelen hurgar entre la hierba, nadar en el rocío de las madrugadas, encontrar huellas en un libro olvidado.
Conocí al poeta Rubén Vela, su nombre, en un libro cuyas voces eran de otros. Se trata de ‘Ocho poetas españoles. Generación del realismo social’, editado en 1965 por Ediciones Dead Weigt. En dicho volumen el poeta argentino presenta breves reportajes y algunos poemas de Goytisolo, Valente, Gil de Biedma, González, Carriedo, Barral y Caballero Bonald. De este último leí: “No me hace falta más que un poco/ de fe, que una precaria veta/ de esperanza, que un resquicio/ de caridad, para poder/ seguir llamándote/ como ahora te digo: patria mía, / piel aciaga de amor, vida quemada/ en cada sueño, palabras repetidas/ contra un muro de azar. // Aquí mi sed/ se sacia con mi sed. No necesito/ nada: tengo bastante con vivir”.
En el blog Inmigración y Literatura, de González Rouco, leo una gacetilla con el titulo Os Guieiros. Anuncia que el sábado 10 de mayo a las 18,00 horas, en el café literario Monserrat de la calle San José 524, en el marco del Ciclo por la Memoria Histórica y Afectiva, se recordará a Diego Álvarez, músico, espíritu fundador de Xeito Novo. Uno de los tantos hombres y mujeres casi anónimos que desde la emigración mantuvieron abiertos los caminos hacia nuestra patria. Se lo recordará como a él le hubiera gustado, con amigos, un café, y un poco de música.
Lamentablemente, a la misma hora, se inicia en Radio El Mundo mi programa ‘Consentidos’, pero en espíritu estaré con los muchos amigos que seguramente se acercarán tomando un vino a su salud.
Diego Álvarez fue un buen hombre, un gallego con todas las letras. Honesto, trabajador, generoso. Lo conocí como comerciante, socio de un almacén mayorista que atendía restaurantes y bares; como padre y esposo, anfitrión, supo invitarme a su casa, un rincón de Galicia en el barrio de Núñez; como músico lo disfruté cuando me insistió para presenciar uno de los festivales anuales que brindaba Xeito Novo en el Auditorio de Belgrano de Cabildo y Virrey Loreto; y como dirigente, presidente de la Fundación, lo ví robarle horas al sueño. El fue quien me pidió que creara y dirigiera la revista ‘Xa’ de cultura gallega (dicho sea de paso, el nombre lo sugirió su hija Marisa en trasnoche de tertulia en su casa). En la memoria, dos imágenes contrapuestas me recuerdan al amigo. Diego, gallego emigrante orgulloso y emocionado, vestido de punta en blanco en la cabecera de la mesa leyendo su discurso en la celebración del décimo aniversario de “su” Xeito Novo. Diego, amigo dispuesto a embarcarse en el barco definitivo, regalando una sonrisa en su habitación del Centro Gallego de Buenos Aires. Salud, paisano.
Tal vez pondría música Diego Álvarez a esta ‘Canción’ de Rubén Vela, poeta que también supo de desarraigos: “Cuando yo era mar,/ cuando mis ojos lejanos de horizonte/ besaban tu horizonte.// Cuando era sal./ Cuando era cansado caracol/ que llegaba hasta la playa/ a exhalar su queja dolorida.// Cuando era canción// que buscaba el equilibrio/ entre el aire y la tierra/ para tornar mar.// Cuando mis brazos verdes te abrazaban,/ cuando besaba húmedo tus pies.// Cuando yo era mar”.
Y a la mar nos vamos, y a los fuegos, y de allí a la mesa. Que no sólo de versos y música viven los trovadores, sino de amor compartido, amistad. Pan y vino caliente, castañas.
Ingrediente-Arroz negro con calamares: 400 gramos de calamares / 1 y 1/2 taza de arroz / 1/2 litro de caldo de pescado / 1 cebolla / 2 dientes de ajo / 1/2 morrón verde / 3 cucharadas de salsa de tomate / 1 cucharadita de tinta de sepia concentrada / perejil picado y aceite de oliva.
Preparación: Picar la cebolla y el morrón, rehogar en aceite de oliva junto a los ajos enteros. Cuando estén las verduras tiernas retirar los ajos y añadir los calamares limpios y cortados. Añadir un chorrito de vino, y guisar todo junto unos cinco minutos. Incorporar el arroz, dar unas vueltas con la cuchara de madera, y echar la salsa de tomate. Finalmente añadir el caldo de pescado caliente, la tinta de sepia y el perejil picado. Dejar cocer, primero a fuego vivo y cuando levante hervor,  a fuego suave 20 minutos. Permitir que repose cinco minutos y servir.

Restaurante Morriña se encuentra ubicado en el barrio de Palermo, calle Zapata 301, esquina Matienzo (altura Av. Cabildo al 300). Tlfno: 4771-0190. E-mail: manuelcorralvide@ infovia.com.ar / http://www.morrinarestaurant.com.ar. Miércoles y sábados show de gaitas, panderetas y cantareiras.