Trabajan en Centroamérica para la Agencia Andaluza de Cooperación Internacional

Javier Serrano y Raúl Muñoz, dos cooperantes andaluces en primera línea de batalla contra el coronavirus

En un momento en que la mayoría de los andaluces están confinados en sus hogares por la pandemia del Covid-19, Javier Serrano y Raúl Muñoz se encuentran más lejos que nunca de su casa. Javier Serrano Puente es expatriado en Guatemala de la Agencia Andaluza de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AACID), entidad dependiente de la Consejería de Igualdad, Políticas Sociales y Conciliación. Por su parte, Raúl Muñoz Jiménez, en las mismas circunstancias, desarrolla su labor en los países de Centroamérica y el Caribe.

Javier Serrano y Raúl Muñoz, dos cooperantes andaluces en primera línea de batalla contra el coronavirus
Cooperantes andaluces 1
El cooperante andaluz Javier Serrano desarrolla su labor humanitaria en Guatemala.

En un momento en que la mayoría de los andaluces están confinados en sus hogares por la pandemia del Covid-19, Javier Serrano y Raúl Muñoz se encuentran más lejos que nunca de su casa. Javier Serrano Puente es expatriado en Guatemala de la Agencia Andaluza de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AACID), entidad dependiente de la Consejería de Igualdad, Políticas Sociales y Conciliación. Por su parte, Raúl Muñoz Jiménez, en las mismas circunstancias, desarrolla su labor en los países de Centroamérica y el Caribe.

“Los mecanismos de ayuda humanitaria no estaban diseñados para hacer frente a una emergencia global que, además, afecta de manera muy importante a los países donantes. No obstante, ya se está trabajando en una respuesta global y coordinada que permita fortalecer los sistemas de salud para salvar vidas y proteger las poblaciones más vulnerables”, subraya Raúl Muñoz. Licenciado en Arquitectura y con una amplia formación de postgrado en cooperación internacional, Muñoz lleva ligado a la AACID desde el año 2007 trabajando en proyectos de desarrollo municipal y construcción entre otros. Además, puso en marcha las oficinas de la Agencia en Nicaragua, Honduras y República Dominicana.

“Aquí llueve sobre mojado –explica Javier Serrano sobre Guatemala–. La pandemia ha llegado a un país con enormes desigualdades, donde el 60 por ciento de la población está en situación de pobreza o extrema pobreza y existen muy pocas capacidades de resiliencia ante las crisis en las capas más vulnerables de la población, sobre todo la rural, que es mayoritariamente de pueblos originarios mayas”. Serrano es licenciado en Sociología y tiene una amplia formación y experiencia en identificación, formulación, seguimiento, evaluación y justificación de intervenciones de cooperación internacional para el desarrollo. Desarrolla su labor en la AACID desde 2008 pero, como Raúl Muñoz, su trabajo en la cooperación internacional empezó muchos años antes.

La AACID trabaja en Guatemala en el llamado Corredor Seco, donde se dan enormes problemas de inseguridad alimentaria y cuya población más vulnerable requiere cada año de ayuda en el periodo de ‘hambre estacional’, que va de mayo hasta agosto cuando las familias agotan sus reservas alimentarias. En este contexto, la Agencia viene apostando por procesos de desarrollo con la población rural y, además, forma parte del grupo promotor de la Mesa de Cooperantes en el territorio Chorti.

“De los instrumentos en marcha, estamos analizando el potencial de cada uno para apoyar esta eventual emergencia sanitaria. Ya estamos trabajando en compras rápidas de material para la donación a equipamientos de salud en los territorios donde estamos y nuestras intervenciones focalizadas en soberanía alimentaria y desarrollo económico y social trabajan en las líneas que más perjudicadas se están viendo con esta situación”, señala.

Pero en una zona débil económica y socialmente, el trabajo de cooperación necesario no volverá a ser el mismo una vez que pase esta pandemia. Según Javier Serrano, “la recuperación económica postemergencia, la de activos de las familias y la mejora de soberanía alimentaria serán claves en las que habrá que centrar el trabajo a posteriori a nivel estatal y, por supuesto, en la zona de acción de la cooperación andaluza”.

Una opinión semejante expresa Raúl Muñoz sobre Centroamérica y la zona del Caribe: “La probable recesión mundial que se producirá, sin duda, afectará negativamente a la economía y el mercado de trabajo de unos países con economías muy ligadas a la actividad turística, a las materias primas y a las remesas que llegan del exterior. Hace unas décadas, la gran meta de la región era el acceso a los servicios sociales básicos pero el reto actual era mejorar la calidad de estos sistemas y reducir las inequidades. Ahora existe un riesgo evidente de recesión en la región que podría suponer la pérdida de una o dos décadas de progreso en estos países que empezaban a considerarse de renta media”.

Muñoz recalca las enormes diferencias que se dan entre los países y entre los diferentes grupos de población que habitan en cada uno de ellos: “Los efectos de la pandemia se están notando más en los países más empobrecidos, que son los que no cuentan con el músculo económico, político e institucional para responder a una emergencia sanitaria de este tipo. En Honduras y Haití, por ejemplo, la mitad de la población se encuentra en situación de pobreza”.

Respecto al trabajo de la Agencia Andaluza en estos países, el cooperante andaluz destaca la larga relación de colaboración entre las partes y la presencia de todo un abanico de agentes de desarrollo como ONGD, sindicatos, universidades, organismos multilaterales, etcétera. “Se están analizando los proyectos en marcha con el objetivo de identificar cuáles de ellos podrían reorientar sus actividades para alinearse con las prioridades de los países en cuanto a la atención inmediata de la emergencia sanitaria y social. Por ejemplo, existe la posibilidad de apoyar el programa de alimentación escolar en Honduras, que en 2019 atendió a casi 260.000 niños y niñas. Además, se está previendo que en el periodo postcrisis será necesario apoyar la recuperación de los medios de vida y la consolidación de los sistemas de protección social”.

Desarrollo de la pandemia

Si la expansión del Covid-19 puede parecer aún lenta en estos países es, probablemente, porque aún se han realizado pocos test a la población para la detección rápida y el aislamiento. Guatemala apostó desde el principio por una estrategia de contención mediante el cierre de fronteras, la paralización de las actividades económicas y estableciendo un toque de queda. Sin embargo, no existe una medida de confinamiento obligatorio como en España y la población sigue saliendo a trabajar y a realizar compras, aunque hay una recomendación general de quedarse en casa.

Y es que se estima que el 70 por ciento del empleo en este país es informal y mucha gente vive con el ingreso diario, por lo que las restricciones están haciendo sufrir a muchas familias que se están quedando sin sustento.

“El país se está preparando para el peor escenario con los medios de los que dispone, poniendo en marcha tres hospitales de campaña y aprobando medidas para la población en extrema pobreza con bolsas de alimentos o con transferencia de efectivo para pago de servicios básicos y alimentación. Aquí, el conjunto más vulnerable de la población son unas 700.000 familias”, señala Serrano.

Respecto a Centroamérica y el Caribe, la mayoría de los países han declarado el Estado de Emergencia y, como en Guatemala, se ha suspendido la actividad laboral y establecido toques de queda que regulan la circulación de la ciudadanía. Asimismo, se han ido estableciendo programas de transferencias monetarias o entrega de alimentos.

Pero explica Muñoz que “en países con tasas de pobreza superiores al 50 por ciento, donde predomina el trabajo informal y por cuenta propia y en los que, además en la mayoría de los casos, no existe acceso a la prestación por desempleo, el confinamiento es un lujo que, simplemente, muchas personas no se pueden permitir”.

Atención hospitalaria

Para entender el funcionamiento del sistema de salud en Guatemala, Javier Serrano argumenta que “Guatemala es el país de América Latina con menos plazas hospitalarias por habitante con 6 por cada 100.000. Esta posición de partida es muy precaria, por lo que hace esperar situaciones dramáticas en el caso de que aumente el número de enfermos graves. Aquí se estima que la enfermedad incida de manera distinta en una población como la guatemalteca con una desnutrición crónica del 46 por ciento en menores de cinco años y unas carencias muy serias en este aspecto. Además, hay que tener en cuenta que la principal causa de morbilidad y mortalidad en menores de diez años son las infecciones respiratorias”.

Mientras España o Italia tienen alrededor de 3 camas hospitalarias por cada 1.000 habitantes, Nicaragua dispone de 0,9 y Honduras y Haití cuentan con un porcentaje de 0,7. Según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), más de 6 millones de personas viven en asentamientos informales en Centroamérica, por lo que, debido al hacinamiento y las dificultades para acceder al agua potable, estas personas no tienen opciones de seguir las directrices de salud.

Como quiere destacar Raúl Muñoz, tras una primera etapa de atención a la emergencia, será fundamental el apoyo de la comunidad internacional a los países más empobrecidos: “En estos momentos más que nunca, la cooperación al desarrollo tiene sentido como reflejo de la responsabilidad compartida y de una solidaridad global para superar los efectos de la pandemia. Debemos salir de esta crisis sin dejar a nadie atrás”.