El Premio Nobel de la Paz en 1980 habla de sus orígenes gallegos y de su vida

Pérez Esquivel: “Mi padre fue uno de los miles de emigrantes gallegos que llegaron a la Argentina en busca de una nueva vida”

Adolfo Pérez Esquivel obtuvo el Premio Nobel de la Paz en 1980. Desde aquella fecha este español de origen, con orígenes gallegos y nacido en la Argentina, recorrió el mundo defendiendo los derechos humanos y denunciando el genocidio cometido en la Argentina.

Pérez Esquivel: “Mi padre fue uno de los miles de emigrantes gallegos que llegaron a la Argentina en busca de una nueva vida”
Esquivel en Poio
Pérez Esquivel, durante su visita a Poio, la localidad natal de su padre.

Adolfo Pérez Esquivel obtuvo el Premio Nobel de la Paz en 1980. Desde aquella fecha este español de origen, con orígenes gallegos y nacido en la Argentina, recorrió el mundo defendiendo los derechos humanos y denunciando el genocidio cometido en la Argentina.

Actualmente, Pérez Esquivel es presidente honorario del Servicio Paz y Justicia de América Latina, y de la Liga Internacional por los Derechos y la Liberación de los Pueblos, con sede en Milán (Italia).

Pregunta. ¿Cuáles son sus orígenes gallegos?

Respuesta. Mi padre, Cándido Pérez González, nació en el ayuntamiento de Poio, el 30 de septiembre de 1877. Mi padre fue uno de los miles de emigrantes gallegos que llegaron a la Argentina en busca de una nueva vida. De las pocas referencias que tengo de mi padre es que hizo varios viajes a España, en particular a Pontevedra y Poio. Según la información que recuerdo de niño, también estuvo en el continente africano.

P. ¿Qué recuerdos le transmitió su padre de Galicia?

R. En su villa natal aprendió el rudo oficio de pescador, también comenzó a noviar con Benigna, con quien tiempo después se casó. Esta información la obtuve 50 años después, cuando visité por primera vez Poio. Este tema era un secreto de familia.

En los años veinte, Cándido se trasladó a Buenos Aires, donde formó un nuevo hogar, casándose de segundas nupcias con una joven correntina. Mi madre era de origen indígena, de apellido Esquivel.

P. ¿Cuéntenos algunos aspectos de su vida?

P. Nací el 26 de noviembre de 1931. Mi padre tenía por aquellos tiempos 54 años. Cuando tenía tres años fallece mi madre y soy llevado al asilo del Patronato Español, porque mi padre no nos podía mantener. De mi abuela me quedaron muchas cosas porque mi madre murió siendo yo muy chico. Y mi abuela me enseñó a comprender mejor la naturaleza. Casi no hablaba el español. Hablaba guaraní, así que su español era muy atravesado, pero era una contemplativa. Era una mujer que hablaba con las plantas, con los animales. Era una mujer con una comunicación muy grande, con una gran sabiduría.

P. ¿Cómo fue su juventud?

R. Mi vida fue muy dura, tuve que trabajar de lo que apareciera, fui canillita (vendedor de periódicos), vendí libros y trabajé en una floristería. Con gran esfuerzo pude estudiar en la Escuela Nacional de Bellas Artes, después en la Universidad de La Plata, ciudad en la que fui docente durante 25 años en Primaria, en Secundaria (filosofía, historia y Literatura) y en la universidad, llegando a ser catedrático de la Facultad de Arquitectura. Como artista plástico he realizado numerosas obras. También he participado de varias muestras internacionales.

P. ¿Cómo se inicia en la lucha por los derechos humanos y sociales?

R. Por aquellos años, un sector importante de las corrientes cristianas progresistas bajo la orientación de la Teología de la Liberación se vuelca al trabajo de concientización de los sectores más marginales de la sociedad. Curas y laicos cristianos realizan una intensa labor social y política contra la dictadura del general Onganía, que concluye con el triunfo del Peronismo en 1973.

P. ¿Cuáles fueron sus primeras responsabilidades en los derechos humanos?

R. En 1974 fui nombrado coordinador general para América Latina del Servicio Paz y Justicia. Esta es una organización ecuménica laica que tiene por objetivo trabajar para la promoción de los derechos humanos con métodos no violentos exclusivamente. Fundamos Serpaj después de la reunión en el seminario mayor de Medellín, en Colombia, en febrero de 1974.

P. ¿Qué es el Serpaj?

R. El Servicio Paz y Justicia es un movimiento cristiano que tiene un compromiso asumido en todo el continente: vivir el Evangelio, con una opción preferencial por los pobres, por los más necesitados. Soy un admirador de Mahatma Gandhi, de Martin Luther King y del obispo brasileiro Helder Cámara.

P. ¿Cómo comenzó la persecución que sufrió?

R. Con el golpe de estado en la Argentina de 1976 fueron detenidos todos los integrantes de Serpaj. Nunca cerramos las puertas ni siquiera en los peores momentos, somos una organización popular que impulsa la lucha por métodos no violentos a favor de los pueblos.

P. ¿Luego fue detenido y secuestrado?

R. El 4 de abril de 1977, me presenté en el Departamento Central de Policía con el fin de retirar mi pasaporte, con la finalidad de realizar un viaje a Colombia. Soy conducido a la Superintendencia de Seguridad Federal, donde permanecí 32 días dentro del calabozo, sin ser interrogado y desconociendo la causa de mi detención.

P. ¿Qué paso luego?

R. Fui trasladado en un coche a San Justo, provincia de Buenos Aires. Allí fui introducido en una avioneta encadenado en el asiento trasero, hasta la base aérea de Morón, luego me trasladaron al Penal de La Plata, lugar donde permanecí durante 14 meses, sin proceso judicial alguno, y prolongando mi arresto bajo la forma de libertad vigilada otros 14 meses más.

Me sacaron el 5 de mayo del año 1977 de los ‘tubos’ de la Superintendencia de Seguridad Federal, me llevaron al aeródromo de San Justo, me encadenaron en un avión, con guardias armados, y estuve volando. Veía la costa del Uruguay. Volé más de dos horas, tres horas. Creo que para mí fue la eternidad. Y siempre lo tengo muy presente: el día era hermoso y muy frío. Y trataba de aspirar el sol, el aire, ese amanecer. Y como yo había visto en la Asociación Internacional de Juristas, en Ginebra, fotos, microfilmes, que llegaban de aquí del Uruguay; como vi cómo ocho o 10 fotos de los cuerpos que llegaban a la costa uruguaya, y que fueron fotografiados, entonces pensaba: Que me tiren. Tal vez la corriente me llevará a la costa uruguaya.

P. ¿Debió ser una situación tremenda?

R. Sí, aunque llegó una contraorden durante el vuelo y me llevaron a la base aérea de Morón, en El Palomar. Recuerdo que el oficial me decía, después, en la base aérea: “Póngase contento, lo llevamos a la U-9”. La U-9 era la prisión de máxima seguridad, en La Plata. Y creo que fue así por la fuerte presión internacional. Yo siempre digo que soy un náufrago de la vida.

P. Durante su detención, ¿fue maltratado?

R. Me torturaron cinco días en la prisión de La Plata nunca me preguntaron nada... Una vez, el subjefe del Penal de la Plata me lleva a una oficina y comienza a insultarme. Me dice: “A vos no te van a salvar ni De Nevares, ni Aramburu. Ni la Virgen te va a salvar...”. Jamás, a pesar de la presentación de Hábeas Corpus, de la insistencia internacional, que era muchísima, dieron explicación alguna... Hubo también otras presiones físicas y psíquicas... a veces abrían la puerta del calabozo y recibía una trompada, amenazas de muerte... mucha presión psicológica, porque me aplicaban el régimen de máxima peligrosidad. Una situación denigrante. Estando en prisión fue cuando recibí el ‘Memorial Juan XXIII’ de la Paz, dando por ‘Pax Christi Internacional’, que aquí se ocultó totalmente. Es un organismo que depende directamente del Vaticano. Y estando preso yo, ya era candidato al Premio Nobel de la Paz. Fui candidato durante tres años... después que salí del régimen de libertad vigilada tuve invitaciones de muchos países, pero no me daban el pasaporte. Hasta cuando tuve que ir a recibir el Premio Nobel tuve problemas con el pasaporte... y siempre sin explicaciones: lo más que me dijeron en el Ministerio del Interior fue que era “disposición del Poder Ejecutivo”.

P. En las últimas décadas, se destacó por su implicación en la defensa de muchas causas internacionales, derechos de los pueblos originarios, violaciones de los derechos humanos, resolución de conflictos, etc. ¿Cómo ve la situación internacional?

R. Con mucha preocupación. En las últimas décadas, se produjeron muchos conflictos militares producidos por los Estados Unidos. La invasión a Irak, la intervención a Siria. Los golpes blandos en muchos países, como Paraguay, Honduras, Brasil... La judicialización de la política con la detención de Lula, la persecución a Correa y el intento de encarcelar a la expresidenta Cristina Fernández. A esto hay que sumarle el gran drama de las migraciones y las constantes agresiones al medio ambiente. Afortunadamente tenemos un Papa como Francisco que, de forma constante, está denunciando estas situaciones.

P. ¿Cómo es su relación con el Papa Francisco?

R. Francisco me ha invitado en varias oportunidades a visitarlo al Vaticano. Mantenemos una estrecha relación. Cuando nos encontramos, hablamos de los problemas generales del mundo. Me trasmite todas sus preocupaciones internacionales. Una de las grandes inquietudes del Papa Francisco son las migraciones.