Gastón Juan, Orlando Pegito y José María Vila, presidentes de entidades, hablan sobre la realidad de las asociaciones

Los centros gallegos en Argentina cumplieron un papel relevante a lo largo del tiempo

Los emigrantes gallegos han llegado a la Argentina en distintos momentos. La última ‘gran ola’ tuvo lugar desde finales del siglo XIX hasta la primera mitad del siglo XX. Se estima que, por aquello años, llegaron a la Argentina cerca de 1 millón de gallegos y más de la mitad se radicaron en forma difinitiva. Gastón Juan, Orlando Pegito y José María Vila Alén, tres presidentes de entidades, coinciden en valorar el papel de las asociaciones gallegas de emigrantes.

Los centros gallegos en Argentina cumplieron un papel relevante a lo largo del tiempo

Los emigrantes gallegos han llegado a la Argentina en distintos momentos. La última ‘gran ola’ tuvo lugar desde finales del siglo XIX hasta la primera mitad del siglo XX. Se estima que, por aquello años, llegaron a la Argentina cerca de 1 millón de inmigrantes gallegos y más de la mitad, unos 600 mil, se radicaron en forma difinitiva.

La emigración entonces suponía, en la mayoría de los casos, no volver a ver a los seres queridos que se quedaban, ni el terruño que se dejaba atrás. Quizás para mitigar la ‘morriña’, los gallegos crearon asociaciones allí donde se asentaron. Sociedades que les ofrecieron contención y amparo en aquel momento y que aún hoy, ya centenarias, continúan cobijando a sus hijos y nietos.

Desde las casas regionales, comarcales y mutuas, se prodigaron atención sanitaria, ayuda para encontrar sitio donde alojarse cuando llegaban, y trabajo. También se reunían para celebrar las fiestas patronales, revivir tradiciones y compartir noticias de la tierra y experiencias.

Desde estas entidades solidarias, además, aunaron esfuerzos para ayudar a quienes se habían quedado, construyendo escuelas, caminos, hospitales, cementerios y todo aquello que hiciera falta en las aldeas.

Pero, sobre todo, han sido y continúan siendo faros de las tradiciones y la cultura gallegas, así como grandes impulsoras y creadoras de lazos de cercanía y hermandad con los países de acogida.

Galicia retomó el contacto fluido con sus colectivos en el exterior allá por los años 90, cuando asumió la presidencia de la Comunidad Autónoma Manuel Fraga y designó a Amarelo de Castro secretario para las Relacións coas Comunidades Galegas.

Desde esa oficina se pusieron en marcha planes socio-asistenciales, destinados, según explicaba en su momento el propio Amarelo de Castro, a “mejorar las condiciones de vida de los residentes en el exterior, así como su vinculación con Galicia”.

La Comunidad Autónoma gallega es pionera en la materia. Hoy, desde la Secretaría Xeral de Emigración, ofrece una amplia gama de programas de ayudas y subvenciones destinadas a proteger a los gallegos que se encuentren en situación de necesidad y apoyar a las asociaciones en sus gastos de funcionamiento, mantenimiento y equipamiento.

También se ocupa de promover los vínculos con los jóvenes descendientes residentes en el exterior, brindándoles, entre otras cosas, apoyo en su formación e inserción laboral.

Además, en estos momentos, impulsa fuertemente la radicación en Galicia de jóvenes profesionales y familias con hijos menores de edad.

Los centros frente al desafío de cambiar para sobrevivir

Desde hace tres décadas, Galicia apoya a las asociaciones regionales y comarcales con diversas líneas de ayudas y subvenciones. “En aquel momento las ayudas contribuyeron a la consolidación de las sociedades pero en este momento están contribuyendo a continuar la vida de las instituciones y, sobre todo, a mantener la presencia de la identidad gallega en Argentina y en todo el mundo”, afirma Gastón Juan, presidente de la Asociación Galega de Arantei, Vilamarín e A Peroxa, en diálogo con esta publicación.

Gastón Juan, Orlando Pegito y José María Vila Alén, presidentes de la Asociación Galega de Arantei, Vilamarín e A Peroxa, de la Sociedad Parroquial de Vedra y del Centro Galicia de Buenos Aires, respectivamente, también coincidieron en valorar el papel de las asociaciones gallegas de emigrantes.

Antes, observaron, era un papel centrado en la protección mutua y en la contención de las personas que llegaban. En la actualidad, aunque también cumplen con la función de ofrecer este marco de contención, especialmente para los más jóvenes y los mayores emigrantes, su actividad está más centrada en la promoción y la difusión cultural y artística gallega.

Todos los dirigentes consultados coincidieron en que las entidades están frente al desafío enorme de cambiar, pero conservando la propia identidad. Un desafío que la Xunta de Galicia se propone acompañar a través de sus programas que hoy están dedicados a apoyar a las casas para que puedan hacer frente a la realidad inmediata mediante subvenciones para gastos de funcionamiento, mantenimiento, reformas y adquisición de equipamiento.

También dispone de programas que apuntalan a los centros para que puedan continuar desarrollando actividades culturales y artísticas e incluye programas específicamente destinados para que los jóvenes desarrollen actividades programadas, planificadas y ejecutadas por ellos mismos, entre otras cosas.

Las tramitaciones, coincidieron todos, son muy específicas y requieren un conocimiento. Para ello, el subdirector xeral del Programa para las Comunidades, Antonio Casas, y el jefe del Servicio de Promociones Gallegas, José Iglesias, realizaron una gira por varias ciudades de la Argentina y Uruguay, para explicar y detallar a los directivos de las casas gallegas cuáles y cómo son las gestiones que hay que realizar a la hora de gestionar las ayudas públicas.

“El encuentro –valoró Pegito– fue muy importante porque pudimos interiorizarnos de todo y evacuar nuestras dudas, pero también porque fue un ida y vuelta en el que nos escucharon y recogieron las propuestas que se hicieron desde las instituciones”.

Si bien en el caso del Centro Galicia de Buenos Aires, el monto de las ayudas de la Xunta es ínfimo en relación al presupuesto que maneja la entidad, explicó Vila, son muy conscientes de que son un apoyo “muy relevante para otras instituciones de la colectividad”.

“Tienen de positivo –reflexionó el directivo– porque permiten a las casas comarcales desarrollar sus actividades y permiten a la mayoría de las entidades llevar con solvencia sus fines sociales”.

Vila consideró también que “el criterio que ha tenido la Xunta para otorgar las ayudas ha ido creciendo en formalidades y exigencias, algunas de las cuales no se compadecen tanto con la realidad de cada país”.

No obstante, valoró la iniciativa del Gobierno gallego porque considera “de gran importancia el papel de las asociaciones gallegas en el exterior como difusoras de la cultura y las tradiciones gallegas y como promotoras de las buenas relaciones entre los países de acogida y Galicia”.

Por otra parte, Gastón Juan destaca que “a lo largo del tiempo la Xunta ha ido mejorando la gestión de las ayudas”. “Eso –dijo– es importantísimo. Sobre todo lo que tiene que ver con el tiempo de presentación y las convocatorias. En el último tiempo la Xunta ha hecho un gran trabajo en este sentido y se ha podido ir adecuando a la realidad de las instituciones con una dinámica que hace que los trámites sean mucho más ágiles”.

Otro de los objetivos de la Xunta se centra en apoyar a las asociaciones a realizar las transformaciones que necesitan de cara al siglo XXI. Para ello, entre otras cosas promueve que las sociedades puedan encarar actividades en conjunto.

En esta línea, Orlando Pegito apuntó: “Tenemos que darnos cuenta de que podemos realizar algunas actividades en conjunto. Por ejemplo, todos festejamos el día de Galicia por separado ¿Por qué no lo celebramos en conjunto? Si no todos, podríamos juntarnos por lo menos 4 o 5 centros, así vamos a generar vínculos entre nosotros, vamos a ofrecer a la gente algo mejor y vamos a tener más público”.

Finalmente, subrayó: “Recibir una ayuda implica un compromiso muy grande hacia los gallegos y hacia la colectividad a la que uno pertenece en su país porque si yo pido una ayuda y es malversada, lo que se hace es dejar a otro sin esa ayuda. Eso depende de nosotros”.

Recuerdos de infancia

“Al principio, la gente se juntaba para fines comunes, para no estar sola, para apoyarse en la llegada y en la búsqueda de un trabajo”, relata Orlando Pegito, actual presidente de la Sociedad Parroquial de Vedra.

“Eran realmente muchos y no tenían una sede, es decir, no estaban organizados en torno de una institución, pero se organizaban reuniones en distintos lugares”, avanza.

“Cuando yo era chico –continúa– se hacían asados en Lujan. Solíamos ir todos y éramos un montón de gente que iba a pasar un día de campo. Los hombres hacían el asado, las mujeres preparaban las ensaladas y los chicos íbamos a jugar y a nadar a un natatorio de enfrente. Recuerdo que solían llevar botellas de whisky para sortear y recaudar fondos y que cada botella se sorteaba muchísimas veces porque quien la ganaba la donaba para sortear de nuevo”.

“Hoy –matiza Pegito– el contexto cambió y en las asociaciones vivimos una realidad distinta lo que también nos ha llevado a desarrollar otro tipo de actividades. En el caso de la Parroquial de Vedra llevamos adelante actividades culturales sociales y deportivas y, si bien lo deportivo nunca fue nuestro fuerte, sí hemos tenido logros muy gratificantes en lo cultural y lo social, ya que contamos con un grupo valiosísimo de gente que lleva adelante esas actividades”.