Es el impulsor del I Premio Memoria de la Emigración Española

Juan Andrés Blanco defiende la necesidad de “recoger el testimonio de los últimos emigrantes directos en algunos países”

La UNED de Zamora lleva años estudiando y recogiendo el testimonio de los emigrantes de esta provincia y de Castilla y León y ahora da un paso más para conocer el fenómeno migratorio a nivel nacional con la convocatoria del I Premio Memoria de la Emigración Española, que va a permitir “recoger el testimonio de los últimos emigrantes directos en algunos países”, asegura el director de la Cátedra Población, Vinculación y Desarrollo de la UNED de Zamora, Juan Andrés Blanco, quien también destaca la importancia de recoger el testimonio de los emigrantes en Europa.

Juan Andrés Blanco defiende la necesidad de “recoger el testimonio de los últimos emigrantes directos en algunos países”
ZAMORA. UNED. ENTREVISTAA JUAN ANDRES BLANCO
Juan Andrés Blanco, director de la Cátedra Población, Vinculación y Desarrollo de la UNED de Zamora.

La UNED de Zamora lleva años estudiando y recogiendo el testimonio de los emigrantes de esta provincia y de Castilla y León y ahora da un paso más para conocer el fenómeno migratorio a nivel nacional con la convocatoria del I Premio Memoria de la Emigración Española, que va a permitir “recoger el testimonio de los últimos emigrantes directos en algunos países”, asegura el director de la Cátedra Población, Vinculación y Desarrollo de la UNED de Zamora, Juan Andrés Blanco, quien también destaca la importancia de recoger el testimonio de los emigrantes en Europa.

Blanco explica que el motivo de la convocatoria de este premio, cuyos trabajos se podrán entregar hasta el 15 de noviembre, es que “estudiando la emigración, fundamentalmente la emigración exterior, la emigración a América como primera oleada importante, entendimos que una cosa era cómo lo veíamos los historiadores, lo más científicamente posible, y otra cómo lo ven los propios emigrantes y su experiencia, que en muchos casos es muy dura, sobre todo en esas primeras oleadas, porque ahora es distinto por las posibilidades de comunicación”.

A partir de ese momento, recuerda, empezaron a analizar la emigración zamorana. El éxito obtenido les llevó a ampliar el ámbito a la emigración exterior de Castilla y León y, “después de siete ediciones, hemos comprobado que hay algunas experiencias parecidas en otras comunidades autónomas y en otras regiones y que faltaba mucho por saber de ellos”.

Por eso, la UNED convoca este premio en colaboración con la Cátedra Población, Vinculación y Desarrollo, de la UNED de Zamora; la Secretaría de Estado de Migraciones, del Ministerio de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones; y la Secretaría General para el Reto Demográfico, del Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico.

Además de recoger los testimonios individuales se establece un premio especial para los relatos o documentales que plasmen la historia de las asociaciones o centros. “Lo que es la memoria institucional de la emigración son las asociaciones”, asegura Blanco, quien reconoce que en allí se agrupan “los emigrantes con más inquietudes, con más interés por mantener la vinculación con los lugares de donde salieron y con sus propios compatriotas”.

“En América –recuerda–, hubo más de 2.000 asociaciones españolas, muchas de ellas obviamente han desaparecido, pero algunas siguen a pesar de haberse creado en 1840, como es la Beneficencia catalana que sigue existiendo en Cuba”. Juan Andrés Blanco explica que quieren contar con esa memoria institucional y, por eso, “queremos recoger la historia de las asociaciones que siguen existiendo, de acuerdo con la propia asociación, y de las que ya no existen ver en qué han derivado o si hay algún tipo de continuidad”.

Todos los trabajos que se presenten a estos premios “formarán parte del importante acervo cultural con el que los investigadores puedan trabajar”, asegura este estudioso de la emigración, quien advierte de que “si nos descuidamos, este patrimonio se pierde. Ya se ha perdido una parte importante con toda la renovación urbanística en las ciudades y en los pueblos, sobre todo en España. En los baúles de muchos desvanes hay documentación que se ha ido perdiendo”.

A la hora de hacer accesible toda esa documentación, Blanco explica que, desde hace tiempo y a través de un acuerdo con la Junta de Castilla y León, con “todo lo que tiene que ver con Castilla y León, venimos conformando un fondo documental que puede ser consultado por internet o consultar directamente” y tienen prevista la creación del archivo museo de la emigración castellano y leonesa, “en una versión virtual y en una versión física cuando así lo determine la Junta”, explica.

En todo caso, Juan Andrés Blanco recuerda que ellos son una entidad investigadora y toda esa documentación va a estar accesible para su estudio. “También veremos la manera de que esté presente en internet y la compartiremos con las instituciones que, desde otras comunidades, también estudian la emigración”, aseguró.

Según sus experiencias anteriores, los testimonios que se ofrecen son muy valiosos para comprender la emigración y “la pena es que no hubiésemos hecho esto hace 30 años porque hubiésemos tenido el testimonio directo de los emigrantes. Ahora existe la posibilidad de contar con el testimonio de esos emigrantes que se fueron en los años 50, en la última etapa de la emigración española a América y que tienen sobre 80 años”, asegura Blanco. Explica que “merece la pena recoger el testimonio de los descendientes, que cuentan lo que les contaron a ellos”.

Vinculación

Desde la Cátedra que ahora ocupa y con su conocimiento sobre la emigración, Juan Andrés Blanco destaca la vinculación del emigrante con su tierra de origen y asegura que, en la mayoría de las ocasiones, se mantenía este vínculo que tradicionalmente se reflejaba en las ayudas que los emigrantes mandaron a sus familias, pero también a sus pueblos para ayudar a arreglar una carretera, crear una escuela o pagar las fiestas del pueblo.

Con el paso de los años este vínculo se fue olvidando “demasiado deprisa” porque la emigración no tenía una buena prensa, ya que, explica Blanco, “era una constatación del fracaso” de los gobiernos, porque “la gente emigraba porque las expectativas fuera eran mejores y por eso se no hablaba mucho de la emigración y se ponía el acento en las dificultades de la emigración”.

Cuando la relación se invirtió un poco y la llegada de remesas desde el exterior, sobre todo de ciertos países no es tan importante, aparece, según Blanco, “un sentimiento ambivalente”, ya que hay que “reconocer a estos emigrantes como parte de nuestra ciudadanía porque así lo hacen muchos de los Estatutos de Autonomía, pero, por otro lado, hay quienes piensan que las administraciones de aquí se deben centrar en los que vivimos aquí”.

Ante esta sensación ambivalente, Blanco quiere dejar claro que la vinculación de la emigración actualmente es un activo, sobre todo en el mundo globalizado en el que estamos y para los municipios rurales, “ya que ayudan a que los pueblos se mueran menos, al menos una parte del año”.

Esta vinculación es algo muy difícil de medir y se hace de manera indirecta, contabilizando quién tiene una residencia secundaria o quién pasa más de quince días al año en su tierra de origen. En concreto, Blanco asegura que, en 2011, el último censo en el que se medían estos aspectos, Castilla y León contaba con más de 1,3 millones de personas vinculadas a su tierra. “Esto en una población de 2.400.000, es un porcentaje muy alto”, afirma Blanco, quien comenta que hace unos días salía el dato de que había más de 400.000 castellanos y leoneses empadronados en Madrid y eso que muchos siguen empadronados en su pueblo. “Yo, por ejemplo, –asegura– siempre he estado empadronado en mi pueblo y he residido en Madrid, en el País Vasco y en Salamanca, pero siempre me he sentido vinculado a mi pueblo”.

“Esa vinculación, de la cual hay muchas muestras, y las asociaciones son una, pero otras son más privadas y responden a la vinculación de cada uno, está ahí y tenemos que tener la habilidad para utilizarla en beneficio mutuo”, asegura Blanco, quien cuenta un ejemplo de vinculación muy claro cuando en 1934 en Cuba se crea un decreto de nacionalización que suponía que las empresas no podían superar un porcentaje de trabajadores extranjeros. En ese momento, muchos españoles para mantener el puesto de trabajo se hacen cubanos y pierden la nacionalidad española, pero, en esa misma época, se incrementa la vinculación con las instituciones que reúnen a los emigrantes.