Opinión

Un año sin Federico

El 12 de febrero se cumplió un año del fallecimiento del fotógrafo venezolano Federico Fernández Ackermann. El próximo centenario del activista antifascista gallego Xosé ‘Pepe’ Velo Mosquera, con quien secuestró el paquebote portugués ‘Santa María’ en nombre del Directorio Revolucionario de Liberación (DRIL) y la novela de Dominique Lapierre, ‘Oh Jerusalén’, periodista que cubrió el secuestro para ‘París Match’ en altamar, me trajeron el recuerdo de Federico estos días.
Federico Fernández Ackermann, el hijo del revolucionario gallego José Fernando Fernández Vázquez,  ‘Comandante Soutomaior’, entre otros nombres de guerra ‘Noé’, es una parte importante de la historia reciente de Latinoamérica, en su vida política y artística.
Venezuela, Latinoamérica, generosa, adoptó como propios a los hijos de todos los exilios y, así, un hijo del exilio republicano, nacido en el exilio francés, con ciudadanía española y no nacionalizado venezolano, es un fotógrafo venezolano, porque la venezolanidad va mucho más allá de la nacionalidad, es como un estado de ánimo.
Cualquiera que conociese a Fernández Ackermann, su hablar, su caminar, su manera de ver la vida sabrá a lo que me refiero. Lo recuerdo los últimos años de su vida diciéndome que llevaba años sin tomar fotos... no tenía ganas, pero no por una profunda depresión, propia de europeos, sino por flojera, porque estaba “en otras vainas”.
Metódico, constante, serio en su trabajo, buena gente, buen amigo, gran conversador, preocupado, a veces daba la falsa imagen de quien está de vuelta de todo, pero eso no era cierto. Recuerdo sus correos, su escepticismo sobre el presente y su ausencia de recuerdos almibarados pues, para él, todo tiempo pasado fue sólo tiempo pasado.
En fin, Federico ya no está. Su obra lo hará, a través del tiempo, todavía más grande ante aquellos que no lo conocieron; ante mis ojos, ya no lo puede ser más.