Opinión

Pedro Antonio Cerviño, Buenos Aires y la ‘Junta’ de 1810

El 22 de septiembre de 1809 el nuevo virrey Cisneros decretó en Buenos Aires una amnistía para los rebeldes, en virtud de la cual se ordenaba que, con los debidos honores, volvieran las banderas del ‘Tercio de Gallegos’ a manos de su comandante.
Pedro Antonio Cerviño, Buenos Aires y la ‘Junta’ de 1810
El 22 de septiembre de 1809 el nuevo virrey Cisneros decretó en Buenos Aires una amnistía para los rebeldes, en virtud de la cual se ordenaba que, con los debidos honores, volvieran las banderas del ‘Tercio de Gallegos’ a manos de su comandante. Bajo la presidencia de Don Pascual Ruiz Huidobro el 13 de enero de 1810 tuvo lugar un Consejo de Guerra al capitán de patricios Don Antonio José del Trexo, quien estaba acusado de atentar contra la vida de Liniers y de Saavedra. Don Pedro Antonio Cerviño intervino como defensor del reo, mas éste recibió la sentencia de destierro. Cerviño, no obstante, apeló tal sentencia ante el Tribunal español y en último término quedó absuelto.
El 22 de mayo de 1810 –acorde con los ideales que habían abanderado su paso– se convirtió en uno de los Cabildantes que dieron origen a la Patria argentina. Evoquemos cómo aquel día se convocó “a Cabildo Abierto” para conformar una Junta que gobernase en nombre de Don Fernando VII, a imitación de las que se encontraban ya constituidas en la Península. Cerviño se manifestó en el conjunto de los, por así calificarlo, “conciliadores”. La propuesta consistía en “Que se forme una junta de Govierno de Vecinos buenos y honrados a elección del excelentísimo Cavildo que a nombre del Rey Nuestro Sr. D. Fernando VII atienda a la gobernación y Defensa de estos Dominios, cuio presidente puede ser el Excmo. Sr. Virrey, combocando a las Ciudades interiores para que también sus vocales vengan”.
De esta manera, Cerviño demostraba así su perenne fidelidad al Rey. Únicamente el lastre de la ingratitud e impasibilidad serían los causantes de quebrantarla. Pedro Antonio Cerviño, aquel hombre valiente y nacido en Galicia, asumió con plenitud la identidad de su novísima nacionalidad, hasta el extremo de que alcanzó a ser uno de los ‘argentinos’ con mayor convicción e incansable servidor de su naciente Patria, como nos lo hace recordar el reconocido comandante e historiador Don Horacio Guillermo Vázquez en su celebrada obra Héroes del Tercio de Gallegos, Servicio de Publicaciones de la Excma. Diputación Provincial, Pontevedra, 2003.
De modo que el primer Gobierno patrio –en una de sus primeras determinaciones– dispuso la reapertura de la Escuela de Naútica. Intentaba así “llenar el vacío que había dejado en la educación pública la Academia de Don Pedro Cerviño”. Encomendó entonces la tarea al teniente coronel Sentenach. Mas esta decisión quedó cercenada porque Sentenach fue fusilado en junio de 1812 de resultas del “complot” de Alzaga. “Con la intención de aprovechar al máximo las capacidades intelectuales y el inquebrantable compromiso de D. Manuel Belgrano para con los ideales libertarios –señala el escritor Horacio Guillermo Vázquez–, los primeros gobiernos patrios le encomiendan la organización y expedición de un Exército Auxiliar. El objetivo de esta fuerza era marchar a notificar a los reinos del Norte sobre el nuevo Gobierno, e intentar convencerlos de sumarse al reto. Para ello el flamante general solicita al Gobierno –insistente e incansablemente– oficiales que dominaran las ciencias matemáticas”. Disciplina, capacidad de análisis, reflexión y resolución significaban las encesarias cualidades de un militar. El Gobierno ordenó, por tanto, al Consulado la reapertura de la academia de Cerviño.